El Criterio de Dios para el Juicio sobre las Naciones - Parte 2

Norbert Lieth

La actitud de los cristianos frente a Israel, revela cuál es su relación con Cristo
¿Cómo es posible que algunas iglesias e instituciones cristianas manifiesten sentimientos hostiles frente a Israel? Porque falta la relación viva con Jesucristo; son representantes de un mero cristianismo nominal. Consideran las cosas únicamente con su razón entenebrecida por el pecado. Pero la verdad no la tiene el razonamiento humanista, sino la Palabra de Dios, la cual es la verdad.

Debido a una equivocada interpretación de las Escrituras, se ha marcado a fuego a los judíos, los han perseguido, odiado, excluido de la sociedad, bautizado obligatoriamente, culpado de catástrofes y asesinado. Y las sociedades no se han dado cuenta de que las catástrofes justamente ocurrían por el trato que se les daba a los judíos. Al darles la razón a los enemigos de los judíos, se hicieron enemigos de Dios.

La maldición y bendición dependen de la actitud frente a Israel
De esto tenemos muchos ejemplos históricos:

Los destinos de los más grandes imperios mundiales fueron determinados por su actitud frente a Israel. Pensemos en Egipto, bajo el Faraón (Éxodo 14:23-28); Asiria, bajo el rey Senaquerib (2 Reyes 19:35-37); Babilonia (Isaías 47:6ss.; Daniel 5:23ss.); Roma (70 d. C); España en el siglo XVI; Rusia en el siglo XIX, bajo los Zares; Gran Bretaña en el siglo XX, y la Alemania nazi en los años del Holocausto.

Una época de antijudaísmo en Estados Unidos de-sembocó en 1929 en un gran colapso bancario, crisis económica mundial y desocupación masiva.

Citamos lo que escribe el autor cristiano G. L. Carigiet, para subrayar los ejemplos ya nombrados:

“El pueblo de Dios –Israel o los judíos– también es llamado “la niña de Su ojo”, y quien la toca, sin lugar a dudas, traerá el juicio divino sobre sí. Europa lo tuvo que experimentar dolorosamente: Estados, Imperios y dinastías que habían existido a lo largo de los siglos, sucumbieron en menos de dos generaciones. La marca común de aquellos Imperios caídos era el ‘antijudaísmo’; en España en el siglo XVI, en el resto de Europa en los siglos XIX y XX. El antisemitismo fue especialmente fuerte en Rusia, luego también en Francia y en Polonia. En Alemania, la discriminación y persecución culminaron en un genocidio sistemático. (…) Inglaterra, que había acogido a los judíos y luchó contra el diabólico régimen alemán, traicionó a los israelíes en Palestina, cuando estos quisieron fundar su Estado, aprovisionando a los árabes con armamento pesado. (…) El hundimiento del Imperio británico ya no se podía detener. Europa, un pequeño continente que gobernaba al mundo, sucumbió en pocas décadas, volviéndose políticamente insignificante. Por otro lado, Estados Unidos comenzó su ascenso, convirtiéndose en el único Imperio mundial en la actualidad”
(Von Ewigkeit zu Ewigkeit, 2002).

De origen desconocido, pero muy cierto, es este dicho: “A la propaganda antisemita le sucedió la Primera Guerra Mundial, a la persecución de los judíos, la Segunda Guerra Mundial, y al odio mundial contra los judíos, le sucederá la Tercera Guerra Mundial”.

En el año 1215, la Iglesia Católica Romana resolvió, en el Cuarto Concilio de Letrán, que los judíos debían llevar ropa que los distinguiera de los cristianos (sombrero puntiagudo, una mancha amarilla en la vestimenta). Como consecuencia, los países católicos comenzaron a empobrecerse. ¿Por qué el clero católico dictaminó esta ordenanza? Por el mismo motivo que el Señor Jesús les atribuyó también a los escribas y fariseos: “Os expulsarán de las sinagogas; y aun viene la hora cuando cualquiera que os mate, pensará que rinde servicio a Dios. Y harán esto porque no conocen al Padre ni a mí” (Juan 16:2-3).

Durante las cruzadas, se encerraba a los judíos en las sinagogas, las cuales eran incendiadas. Las cruzadas terminaron en 1291 con la victoria de los musulmanes sobre los “cristianos”.

Después de que el reformador Martín Lutero publicara en 1543 su tratado Sobre los judíos y sus mentiras, la Reforma, que hasta ese momento se había expandido por Europa como un fuego, perdió la mitad de su área de influencia. Solo dos años después de la publicación de este escrito, se produjo la gran Contrarreforma.

España expulsó en el siglo XVI a todos los judíos de su territorio y se apropió de sus bienes. En 1588, el país sufrió la derrota de su “armada invencible”.

A partir de 1878 se expandió el “antijudaísmo” por Rusia. La Iglesia ortodoxa rusa y los zares ocasionaron numerosos pogromos (persecución y matanza de judíos). La consecuencia fue la Revolución de Octubre, el surgimiento del comunismo y la muerte de la familia del Zar. También se clausuraron iglesias.

Debido a la persecución de cristianos y judíos bajo el comunismo, empobreció la región que antes había sido el granero del mundo.

Exactamente 12 meses después de la Conferencia de Wannsee, en la cual se decidió el exterminio de los judíos, la batalla de Stalingrado trajo un giro crucial en la guerra, al terminar en la derrota alemana y en el mayor y más cruel desastre para el ejército alemán.

Alemania se hundió en ruinas y cenizas, fue dividida y atravesada por un muro. Anteriormente, los alemanes habían encerrado a los judíos en guetos y detrás de muros.

Bajo el canciller Konrad Adenauer, Alemania occidental efectuó, a partir de 1952, pagos de resarcimiento por las víctimas al Estado de Israel. En ese tiempo comenzó la milagrosa recuperación financiera del país.

La República Democrática Alemana, sin embargo, no pagó nada a Israel. Se convirtió en un país empobrecido y desahuciado.

Desde que, a partir de 1973, las voces políticas en Europa se volvieron a levantar contra Israel, el milagro económico alemán se estancó. Comenzaron a surgir problemas como la crisis petrolera, la recesión y el numeroso desempleo.

En 1989, el Consejo de Estado de la República Democrática Alemana resolvió conceder a los judíos rusos el permiso de residencia. Poco después, se produjo la pacífica caída del Muro. Con el antisemitismo había venido el Muro, con el trato amistoso hacia los judíos, volvió a desaparecer.

Cuando Labán –legítimamente enojado por el engaño y la huida de su yerno– perseguía a Jacob (Israel), Dios vino a él y le dijo: “Guárdate que no hables a Jacob descomedidamente” (Gn. 31:24).

En la conversación con Jacob, Labán le dijo: “Poder hay en mi mano para haceros mal; mas el Dios de tu padre me habló anoche diciendo: Guárdate que no hables a Jacob descomedidamente” (v. 29). Llama la atención que Labán no habló de: “mi Dios”, sino que dijo: “el Dios de tu padre”.

Por un lado, a Labán le estaba prohibido tocar a Jacob, es decir, a Israel. Por otro lado, tenía conocimiento de que el Señor lo había bendecido gracias a Jacob: “Y Labán le respondió: halle yo ahora gracia en tus ojos, y quédate; he experimentado que Jehová me ha bendecido por tu causa” (Gn. 30:27).

Cuando el Faraón egipcio ordenó a las parteras que asesinaran a todos los varones recién nacidos de los israelitas, estas se negaron a obedecer. ¿Y qué sucedió? “Dios hizo bien a las parteras; y el pueblo se multiplicó y se fortaleció en gran manera. Y por haber las parteras temido a Dios, él prosperó sus familias” (Ex. 1:20-21).

El Señor expresó la siguiente maldición sobre Amón y Moab: “No entrará amonita ni moabita en la congregación de Jehová, ni hasta la décima generación de ellos; no entrarán en la congregación de Jehová para siempre, por cuanto no os salieron a recibir con pan y agua al camino, cuando salisteis de Egipto, y porque alquilaron contra ti a Balaam hijo de Beor, de Petor en Mesopotamia, para maldecirte” (Dt. 23:3-4).

Sin embargo, a Edom y a Egipto el Señor les dijo lo contrario: “No aborrecerás al edomita, porque es tu hermano; no aborrecerás al egipcio, porque forastero fuiste en su tierra” (Dt. 23:7).

La Biblia, por un lado, habla de un futuro juicio sobre Egipto (Isaías 19:1ss.; Zacarías 14:18-19). Parece que Dios tendrá que juzgar a Egipto por haber oprimido, engañado y perseguido a Israel y porque en el futuro lo volverá a hacer. Por otro lado, en el mismo capítulo de Isaías, la Biblia nos habla de futuras bendiciones para Egipto y de su redención (Isaías 19:19ss.), probablemente porque los egipcios recibieron a José, porque fue allí donde nació el pueblo judío como nación y, porque más tarde, también, dieron refugio al Señor Jesús (Mateo 2:13-15). Parece que llevará su fruto en Egipto la bendición de Jacob. El Faraón de aquel entonces, le dijo: “La tierra de Egipto delante de ti está; en lo mejor de la tierra haz habitar a tu padre y a tus hermanos; habiten en la tierra de Gosén... También José introdujo a Jacob su padre, y lo presentó delante de Faraón; y Jacob bendijo a Faraón... Y Jacob bendijo a Faraón, y salió de la presencia de Faraón” (Gn. 47:6-7,10).

¿Puede un cristiano despreciar sus propias raíces?

¿Acaso Israel no es un pueblo que ha estado cautivo por más de dos mil años? ¿No nos tendríamos que haber preocupado más por él, especialmente por aquellos que creen en Jesús como su Mesías? El Señor, dice: “Estuve ...en la cárcel, y vinisteis a mí” (Mt. 25:36).

Muchos cristianos nunca visitaron a los “hermanos más pequeños” de Jesús cuando estos estuvieron en la “cárcel”. Engañados por el “dios de este siglo”, hasta se han puesto del lado de los que están en contra de Israel. A Israel se le ha despojado de las promesas bíblicas, los judíos fueron encarcelados y aislados. ¿Por qué? Porque muchos, entre los que se dicen cristianos, nunca vinieron a Jesús para permanecer junto a Él. Él dijo: “E irán estos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna” (Mt. 25:46).

La raíz de la Iglesia de Cristo es el judaísmo (Romanos 11:17ss.). A él le debe su existencia, pues el pueblo judío nos ha traído a Cristo. De no existir Israel, tampoco habría Iglesia. El plan y la estrategia de salvación de Dios, fue crear al pueblo judío para que, a partir de él, surgiera la Iglesia. No por nada dijo el Señor Jesús: “...la salvación viene de los judíos” (Jn. 4:22), pues “...de los cuales, según la carne, vino Cristo” (Rom. 9:5).

Si hay cristianos que están en contra de Israel, deberían ser conscientes de que, con esta actitud, están menospreciando sus propias raíces. Por eso, nosotros, que fuimos injertados en el tronco formado por los patriarcas de Israel, tomemos a pecho las palabras de Romanos 11:18: “No te jactes contra las ramas; y si te jactas, sabe que no sustentas tú a la raíz, sino la raíz a ti” (comp. también Romanos 15:27).

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