El anciano y el servicio de centinela

Rolf Müller

Los días postreros se caracterizan por seducciones. ¿Dónde están hoy los centinelas?

Jesucristo indica que el tiempo anterior a Su segunda venida se caracterizará por seducciones. La verdadera fe experimentará un descenso. Vivimos en un tiempo que el Señor compara con los dolores de parto. Éstos comienzan en forma leve, con intervalos grandes. Luego se hacen más fuertes. Y los intervalos se hacen cada vez menores, hasta el nacimiento. Falsos maestros, falsos profetas y falsos apóstoles se presentan.

El anciano tiene claro que la vigilancia es necesaria. El cargo de centinela ha sido encargado a todos los creyentes. De otro modo, la iglesia está en peligro de desviarse del camino bíblico, de comenzar a hacer caso omiso de  partes de las enseñanzas y demandas de la Palabra de Dios, y de sufrir daños.

El anciano ve tres peligros espirituales para la iglesia: desde adentro, de entre sus propias filas, a través de la influencia del mundo exterior y, por influencia de Satanás, desde el mundo invisible. Preocupado, el anciano observa entre los hermanos responsables una desvalorización del servicio de centinela. Se lo considera como algo innecesario. A esto, se contrapone que el mismo Señor Jesús advierte de errores y falsas doctrinas. Como los engaños van en aumento en la iglesia, es indispensable luchar por la fe y defenderla.

Nosotros como creyentes, ¿estamos equipados para reconocer las falsas corrientes, para descubrir su juego? Las falsas doctrinas actúan como la levadura. Adormecen a las iglesias vivas. No se reconoce el peligro, o no se lo quiere reconocer. La despreocupación por este asunto, puede ser mortal. El pueblo de Dios tiene que despertar y ver el peligro.

Ayuda poco entretener a la gente con sonidos dulces, y acunarlos. Se trata del bienestar del rebaño, del cual se debe desviar el daño. La iglesia de Jesús es una columna de la verdad divina en la creciente oscuridad del mundo religioso. Ella tiene que estar firme  y no puede dejarse mover de aquí para allá por cada viento doctrinal. Tiene que ser capaz de discernir bíblicamente.

El anciano ve la principal puerta de entrada del engaño en la disolución de la autoridad de la Biblia en la sabiduría humana. Satanás quiere alejar a la iglesia de la fe sencilla en la Palabra de Dios. Otro punto de engaño es la propagación de una falsa unidad. La iglesia debe dejar de segregarse. Eso debilita su testimonio. Basándose falsamente en Juan 17, se cree poder ganar el mundo para Cristo a través de la unificación de todos los cristianos nominales. La consecuencia, finalmente, será el ecumenismo de las religiones mundiales. Ése, entonces, será el fundamento de la apocalíptica ramera Babilonia.

Al anciano le llama especialmente la atención la adaptación de la iglesia al mundo. La conformidad con el mundo paraliza a la iglesia. Ella llega a ser superficial, y ciega a la voluntad de Dios. El amor al mundo reemplaza el amor a Jesucristo.

El anciano expresamente se cuenta a sí mismo entre ellos, cuando habla de la falta de entrega al Señor. Falta el celo ferviente de servir al Señor. Falta la voluntad de vivir para que Él sea glorificado y de ponerse a Su total disposición. La tibieza ha aumentado mucho. ¿Esto será ya el juicio de Dios, que comienza en la casa de Dios?

El anciano desea que el Señor dé convicción espiritual para el arrepentimiento. Que sacuda a Su iglesia para que despierte del sueño de la indiferencia. Que Él nos abra los ojos a las realidades espirituales. El anciano desea que muchos aún retomen el servicio de centinela y señalen los engaños de nuestro tiempo, para que Su iglesia pueda ser luz y sal para el mundo.

“Despierta, espíritu de los primeros testigos, que están sobre el muro como fieles centinelas, que día y noche nunca callan y confiadamente enfrentan al enemigo. Sí, cuya voz atraviesa el mundo entero y atrae hacia Ti a la multitud de entre las naciones. Tú completarás Tu maravillosa obra, Tú que eres Redentor y Juez de los mundos; Tú cambiarás la miseria de la humanidad, por más oscuro que ahora sea Tu camino, oh Santo. Por eso, la fe nunca deja de clamar a Ti; ya que Tú haces más de lo que pedimos y comprendemos” (Karl Heinrich von Bogatzky).

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