Dos templos diferentes y dos señales para la huida

Reinhold Federolf

Cuando los discípulos escucharon de la destrucción del templo profetizada, ¿qué habrá pasado por sus cabezas? Seguramente pensaron enseguida en el Renuevo del Señor, el Zemach, el Mesías, que regresará como rey y sacerdote y que Él mismo edificará un templo nuevo: 

“Y le hablarás, diciendo: así ha hablado Jehová de los ejércitos, diciendo: he aquí el varón cuyo nombre es el Renuevo, el cual brotará de sus raíces, y edificará el templo de Jehová. Él edificará el templo de Jehová, y él llevará gloria, y se sentará y dominará en su trono, y habrá sacerdote a su lado…” (Zac. 6:12-13). 

Por eso hicieron sus tres preguntas, aunque otros opinan que solo fueron dos: “Y estando él sentado en el monte de los Olivos, los discípulos se le acercaron aparte, diciendo: dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo?” (Mt. 24:3). 

Marcos registra los nombres de cuatro discípulos: “Y se sentó en el monte de los Olivos, frente al templo. Y Pedro, Jacobo, Juan y Andrés le preguntaron aparte: dinos, ¿cuándo serán estas cosas? ¿Y qué señal habrá cuando todas estas cosas hayan de cumplirse?” (Mr. 13:3-4). 

En realidad, los discípulos veían el cambio futuro de este mundo como un gran acontecimiento a través de la venida del Mesías celestial: la destrucción del templo y luego el nuevo templo mesiánico, el fin del tiempo del mundo y la venida del reino de Dios con el gran rey, el David celestial. Entonces los discípulos, como había sido prometido, se sentarían en doce tronos para juzgar a las tribus de Israel en el reino de paz (Mt. 19:28). 

El deseo de la madre de los dos hijos de Zebedeo y discípulos, llamados hijos del trueno por Jesús, deseo según el cual los dos se sentarían uno de cada lado de Jesús en Su reino, si bien era egoísta, también era realista. El niño nacido en Belén sería el que dominaría en Israel (Mi. 5:1), y a quien Dios dejará que continúe el reinado de Su patriarca David, eternamente (Lc. 1:32:33). Eso no es inventado; tampoco son fantasías judías. Jesús confirma todo en Sus profecías: “Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro” (Mt. 24:31). 

¿Dónde serán reunidos estos escogidos? 

“Pero llega el día en que Yahvé trillará las espigas –desde el torrente de Egipto hasta el río Éufrates. ¿Ahí seréis reunidos, vosotros los israelitas! En ese día sonará la gran trompeta [Shofar Gadol –también traducido como trombón]. Entonces regresan los extraviados de Asiria, y los dispersados en Egipto. Entonces ellos adoran a Yahvé en Jerusalén sobre el monte santo” (Is. 27:12 –traducido de la NeÜ). 

Israel es reunido en el mundo entero: 

“Entonces Jehová hará volver a tus cautivos, y tendrá misericordia de ti, y volverá a recogerte de entre todos los pueblos adonde te hubiere esparcido Jehová tu Dios. Aun cuando tus desterrados estuvieren en las partes más lejanas que hay debajo del cielo, de allí te recogerá Jehová tu Dios, y de allá te tomará; y te hará volver Jehová tu Dios a la tierra que heredaron tus padres, y será tuya; y te hará bien, y te multiplicará más que a tus padres” (Dt. 30.3-5). 

Estos escogidos son aquellos que, durante los siete años apocalípticos, demostraron su obediencia y su fe, y persistieron hasta el fin a pesar de persecución anticristiana y de tentación demoníaca. No obstante, aún hay un aspecto negativo en eso que Jesús menciona en otra parte: 

“De manera que como se arranca la cizaña, y se quema en el fuego, así será en el fin de este siglo. Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad, y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes” (Mt. 13:40-42). 

“Así será al fin del siglo: saldrán los ángeles, y apartarán a los malos de entre los justos, y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes” (Mt. 13:49-50). 

El fin mencionado es el colapso total del mundo pagano, de los poderes del mundo y de todos los gobiernos humanos. Entonces comienza un mundo nuevo, y el pueblo escogido de Dios es tamizado. Que uno de los dos en la cama será quitado, uno desaparecerá del campo y una de las que están en la piedra del molino es descalificada (Mt. 24:40-41), no tiene nada que ver con el arrebatamiento, sino con la clasificación y separación de Israel. Jesús entonces, como anunciado, limpiará Su era (Mt. 3:12, también Lc. 3:17). Cito algunos versículos del Antiguo Testamento para que lo describan aún más intensiva y claramente: 

“Cuando clames, que te libren tus ídolos; pero a todos ellos llevará el viento, un soplo los arrebatará; mas el que en mí confía tendrá la tierra por heredad, y poseerá mi santo monte” (Is. 57:13). 

“No me arrebates juntamente con los malos, y con los que hacen iniquidad, los cuales hablan paz con sus prójimos, pero la maldad está en su corazón” (Sal. 28:3). 

“Como escorias hiciste consumir a todos los impíos de la tierra; por tanto, yo he amado tus testimonios” (Sal. 119:119). 

“Porque los malignos serán destruidos, pero los que esperan en Jehová, ellos heredarán la tierra. Pues de aquí a poco no existirá el malo; observarás su lugar, y no estará allí. Pero los mansos heredarán la tierra, y se recrearán con abundancia de paz” (Sal. 37:9-11). 

“El justo no será removido jamás; pero los impíos no habitarán la tierra” (Prov. 10:30). 

Estos versículos interesantes hablan de la tierra de Israel y quién vivirá en ella cuando, antes de la entrada al reino de paz mesiánico prometido, Dios apartará y revisará. ¡Justamente eso es lo que Jesús menciona en el contexto judío de Mateo 24 en los versículos 40 y 41! Los justos, los humildes, los mansos y los pacíficos también son llamados los santos del Altísimo que Daniel identifica como los herederos del reino: 

“Después recibirán el reino los santos del Altísimo, y poseerán el reino hasta el siglo, eternamente y para siempre… Y que el reino, y el dominio y la majestad de los reinos debajo de todo el cielo, sea dado al pueblo de los santos del Altísimo, cuyo reino es reino eterno, y todos los dominios le servirán y obedecerán” (Dn. 7:18,27). 

A los santos les será dado el reino, después de que todo poder humano concentrado le sea arrancado al anticristo (Dn. 7:6). Los escogidos, que son recogidos en todo el mundo por los ángeles, son del pueblo de Israel. Pablo hace recordar a los cristianos gentiles las promesas de Dios y Su fidelidad de pacto con Israel: “Si bien su actitud hacia el evangelio los convierte en enemigos –lo que redunda en bien para ustedes– pero visto desde la elección, ellos son amados –por causa de sus patriarcas” (Ro. 11:28b, traducido de la NeÜ). 

Los judíos aquí en el Nuevo Testamento son vistos como escogidos, si bien todavía no son salvos, pero escogidos. ¡Ahí no hay escapatoria teológica para una persona normal que lee la Biblia! 

En la huida de Jerusalén, el factor desencadenante fue la señal mencionada por Jesús: el sitio enemigo. A eso le siguieron la destrucción y el final temporal de Israel. Solo Lucas menciona esto en cuatro versículos (Lc. 21:20-24) y luego da un salto de 2 000 años hasta el final de la gran Tribulación. 

Llama la atención que Mateo y Marcos no mencionan a Jerusalén en los capítulos paralelos. Ellos tratan directamente con la situación de Israel en el tiempo de la tribulación. La huida mencionada allí es causada por un suceso diferente, no por los soldados romanos que se están acercando: el enemigo, como lobo en piel de oveja, se ha proclamado dios en el templo, y juntamente con una estatua espantosa, ha profanado el lugar santo. Una situación muy diferente a la del año 70 d.C., ¡cuando los judíos creyentes verdaderamente habían huido antes porque reconocieron las señales!

A Israel no se le amenaza con extinción, sino que se le aconseja huir del anticristo iracundo y del colapso apocalíptico. Prestemos atención al tono básico de los profetas de Israel: 

“Buscad a Jehová todos los humildes de la tierra, los que pusisteis por obra su juicio; buscad justicia, buscad mansedumbre; quizás seréis guardados en el día del enojo de Jehová” (Sof. 2:3). 

“Anda, pueblo mío, entra en tus aposentos, cierra tras ti tus puertas; escóndete un poquito, por un momento, en tanto que pasa la indignación. Porque he aquí que Jehová sale de su lugar para castigar al morador de la tierra por su maldad contra él; y la tierra descubrirá la sangre derramada sobre ella, y no encubrirá ya más a sus muertos” (Is. 26:20-21). 

“Y dijo: he aquí yo te enseñaré lo que ha de venir al fin de la ira; porque eso es para el tiempo del fin” (Dn. 8:19). 

Dios guardará maravillosamente a los Suyos. No habrá un holocausto apocalíptico, porque Dios mismo determinará quién del pueblo de Israel será aceptado. La profecía consuela y coloca todo en las dimensiones correctas: 

“También algunos de los sabios caerán para ser depurados y limpiados y emblanquecidos, hasta el tiempo determinado; porque aun para esto hay plazo” (Dn. 11:35). 

“Mas seréis entregados aun por vuestros padres, y hermanos, y parientes, y amigos; y matarán a algunos de vosotros” (Lc. 21:16). 

“¡Ah, cuán grande es aquel día! Tanto, que no hay otro semejante a él; tiempo de angustia para Jacob; pero de ella será librado” (Jer. 30:7). 

“Que ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles; y luego todo Israel será salvo, como está escrito: ‘vendrá de Sion el Libertador, que apartará de Jacob la impiedad…’” (Ro. 11:25-26). 

Creo que la profecía de Zacarías se cumplió cuando el pastor fue golpeado y el rebaño se dispersó (Zac. 13:7; Mt. 26:31), y cuando, después en el colapso y en los últimos 2 000 años juntos, gran parte del pueblo pereció. Eso también se cuadra con la advertencia de Moisés: 

“Si no cuidares de poner por obra todas las palabras de esta ley que están escritas en este libro, temiendo este nombre glorioso y temible: Jehová tu Dios, entonces Jehová aumentará maravillosamente tus plagas y las plagas de tu descendencia, plagas grandes y permanentes, y enfermedades malignas y duraderas; y traerá sobre ti todos los males de Egipto, delante de los cuales temiste, y no te dejarán. Asimismo toda enfermedad y toda plaga que no está escrita en el libro de esta ley, Jehová la enviará sobre ti, hasta que seas destruido. Y quedaréis pocos en número, en lugar de haber sido como las estrellas del cielo en multitud, por cuanto no obedecisteis a la voz de Jehová tu Dios” (Dt. 28: 58-62). 

Así como Israel como pueblo entero fue desechado, así también será aceptado otra vez como pueblo. Esa es la lógica de las exposiciones de Pablo: “Porque si su exclusión es la reconciliación del mundo, ¿qué será su admisión, sino vida de entre los muertos?” (Ro. 11:15).

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