Dios tiene algo más grande en mente

Norbert Lieth

«Dios es mucho más grande que la tierra entera, mucho más ancho que el amplio mar» (Job 11:9). Lo que eso significa para nuestra vida y para el futuro de este mundo.

En una tarjeta que recibí decía: «Dios es más grande que todo. Su amor es más grande que nuestro temor. Su ayuda es más grande que nuestra necesidad. Su esperanza es más grande que nuestra desesperación. Su misericordia es más grande que nuestro fracaso. Su poder es más grande que nuestro desamparo. Su consuelo es más grande que nuestras heridas. Su fidelidad es más grande que nuestra penuria.»

Eso es lo que nos muestra Hebreos 2:5-9: «Porque no sujetó a los ángeles el mundo venidero, acerca del cual estamos hablando; pero alguien testificó en cierto lugar, diciendo: ¿qué es el hombre, para que te acuerdes de él, o el hijo del hombre, para que le visites? Le hiciste un poco menor que los ángeles, le coronaste de gloria y de honra, y le pusiste sobre las obras de tus manos; todo lo sujetaste bajo sus pies. Porque en cuanto le sujetó todas las cosas, nada dejó que no sea sujeto a él; pero todavía no vemos que todas las cosas le sean sujetas. Pero vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles, a Jesús, coronado de gloria y de honra, a causa del padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos.»

Primero, Dios tiene un plan más grande: «Porque no sujetó a los ángeles el mundo venidero, acerca del cual estamos hablando» (He. 2:5). 

El «mundo venidero» (oikomene), del que habla el escritor de la carta a los hebreos, se refiere al futuro reino mesiánico. Se refiere a la tierra habitada y a toda la humanidad (Hch. 17:31). Este mundo y su futuro no está sometido a los ángeles, por poderosos que puedan ser, porque a ellos les pertenecen otras áreas de dominio. El mundo venidero más bien está sujeto al ser humano. Este es destinado a dominar. Actualmente eso aun no es el caso, pero la profecía bíblica firmemente lo mantiene en la mira. 

Dios tiene un propósito maravilloso que Él no ha perdido de vista. Dicho propósito toma un lugar nada pequeño en Su palabra, sino que está firmemente anclada en la misma. Por eso, tampoco nosotros jamás deberíamos perder este objetivo de vista. Tan solo en la carta a los hebreos, encontramos por lo menos seis referencias a la segunda venida de Jesús y a Su reino venidero: 

– «Y otra vez, cuando introduce al Primogénito en el mundo, dice: adórenle todos los ángeles de Dios» (He. 1:6; cp. Ap. 19:6). 

– «Porque no sujetó a los ángeles el mundo venidero, acerca del cual estamos hablando» (He. 2:5). 

– «Por tanto, queda un reposo para el pueblo de Dios» (He. 4:9). 

– «Así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan» (He. 9:28). 

– «No dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca» (He. 10:25). 

– «Porque aún un poquito, y el que ha de venir vendrá, y no tardará» (He. 10:37). 

El plan más grande de Dios es el dominio del Mesías en la tierra (Ap. 12:10). Y en este plan, Dios ha incluido al ser humano; ese es su destino. Eso quiere decir: 

Segundo, el ser humano tiene un llamado más grande: «Pero alguien testificó en cierto lugar, diciendo: ¿qué es el hombre, para que te acuerdes de él, o el hijo del hombre, para que le visites? Le hiciste un poco menor que los ángeles, le coronaste de gloria y de honra, y le pusiste sobre las obras de tus manos; todo lo sujetaste bajo sus pies. Porque en cuanto le sujetó todas las cosas, nada dejó que no sea sujeto a él; pero todavía no vemos que todas las cosas le sean sujetas» (He. 2:6-8). 

Ya Adán recibió la tarea de dominar sobre la tierra: «Entonces dijo Dios: hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra (…) y los bendijo Dios, y les dijo: fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra (…) Jehová Dios formó, pues, de la tierra toda bestia del campo, y toda ave de los cielos, y las trajo a Adán para que viese cómo las había de llamar; y todo lo que Adán llamó a los animales vivientes, ese es su nombre» (Gn. 1:26,28; 2:19). 

La cita que la carta a los hebreos indica con «en cierto lugar», proviene del Salmo 8: «¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites? Le has hecho poco menor que los ángeles, y lo coronaste de gloria y de honra. Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos; todo lo pusiste debajo de sus pies» (Sal. 8:4-6). 

A pesar de que, según el orden de creación, el ser humano es más bajo que los ángeles, Dios le ha dado el dominio sobre la Tierra. Él creó al ser humano para eso. 

Sí, ¿qué es el ser humano que Dios siquiera piense en él? ¿Qué es el ser humano, que el Altísimo le preste atención, lo cuide, se interese por él, provea lo que necesita y se responsabilice por él? ¿Qué es el ser humano, que aun los ángeles más inferiores sean más que él? Pero Dios no solamente piensa en el ser humano, sino que también le coronó de gloria y honra, y le sometió la creación entera, y eso sin excepción. Pero por el primer pecado, el ser humano al principio perdió ese derecho y lo cedió a satanás. El mundo habitado actualmente es dominado por él y sus ángeles demoníacos. El propósito de Dios no fue realizado con Adán. Por eso la carta a los hebreos sigue diciendo: «… pero todavía no vemos que todas las cosas le sean sujetas» (v. 8b). 

¿Qué vemos ahora? Caos, pecado, demonios, atrocidades de todo tipo, falta de amor, tiranía y dictadura, injusticia, contaminación del medio ambiente y del «ambiente interno» (alma), mala administración y explotación, esclavización, servidumbre, adicciones y ataduras. 

¿Qué es lo que no vemos todavía? El dominio del ser humano sobre la tierra futura. Pero Dios no sería Dios, si no completara también la obra comenzada. Él no deja que todo se descarrile hasta que nos destruyamos nosotros mismos, porque Él tiene un objetivo más grande todavía. Y es aquí donde Jesús entra en el juego: 

Tercero, Jesús obtiene algo más grande: aquello que Dios no realizó con el primer Adán, lo realiza Jesucristo ahora. Esto, entre otros, es expresado en su grito de muerte: «¡Consumado es!».

A la frase: «todavía no vemos que todas las cosas le sean sujetas», le sigue la afirmación: «pero vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles, a Jesús, coronado de gloria y de honra, a causa del padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos» (He. 2:9). 

Y aquí el Señor, que en Hebreos 1 es declarado como Dios y que es superior a todo ángel, es mencionado con Su nombre humano: Jesús. El Hijo de Dios hecho hombre fue rebajado como verdadero hombre, al igual que todos los humanos, y por debajo de los ángeles. Estos no pueden morir, pero Él murió. Y ahora, en Su obra y en Él mismo el ser humano, nuevamente es enaltecido, para tomar su posición perdida en el venidero reino mesiánico. En el Hijo del hombre Jesús, Dios realiza Su objetivo con los seres humanos. 

El Hijo del Dios se convirtió en Hijo del hombre, llegando a ser menos que los ángeles; Él sufrió y murió en la cruz, y ahora es coronado de gloria y honra. Él reconquistó todo lo que perdió el primer Adán. Sobre el primer Adán fue el diablo quien obtuvo la victoria, pero el segundo Adán venció al diablo (He. 2:14). 

En este Jesús, en Su retorno y en el establecimiento del reino mesiánico, el ser humano, que en su tiempo cayó nuevamente, será coronado de gloria y honra y todo le será sometido (Ap. 20:4). Su esperanza es más grande que nuestra desesperación. Tenemos buenas razones para no dejar nuestra mirada clavada en el mundo, sino dirigida hacia Jesús.

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