DIOS es siempre bueno – No desesperaré

Llamada

Estos días estaba leyendo un capítulo del libro “Cinco promesas de Dios para tiempos difíciles”, de James MacDonald. Y pensando en lo que estamos experimentando, lo tomé como introducción para este mensaje.

Estamos viviendo en una situación global y nacional que produce desesperación en muchas personas. Precisamente leía que la Unicef, haciendo referencia a la Argentina1, advertía acerca de la pérdida de trabajo durante la pandemia que ya afectó a 4 de cada 10 hogares con niños. Vemos pérdidas de empleos, crisis matrimoniales y, sobre todo, lamentables pérdidas de vidas. Pero a esto se le pueden sumar muchas cosas y circunstancias adicionales que también podrían producir desesperación. Al menos en lo que se refiere a nuestra familia, hemos pasado por situaciones muy complicadas de toda índole como pérdidas de seres queridos, enfermedades, angustias económicas, separaciones, etc. Una y otra vez nos vimos retados y nos preguntamos: ¿cómo debemos reaccionar? ¿qué actitud debemos tener?

El peligro de caer en la desesperanza es grande.

1. La desolación de la desesperanza

La desesperación es un estado que no le deseamos a nadie pero que le puede pasar a cualquiera. Vamos a analizar un poco este tema.

A. Ejemplos de desesperanza

Veamos algunos ejemplos bíblicos.

David, en el momento que estaba huyendo de la revolución que armaron contra él su hijo Absalón y su mejor amigo Ahitofel, escribió en el Salmo 55:4-7: “Mi corazón está dolorido dentro de mí, Y terrores de muerte sobre mí han caído. Temor y temblor vinieron sobre mí, Y terror me ha cubierto. Y dije: ¡Quién me diese alas como de paloma! Volaría yo, y descansaría. Ciertamente huiría lejos; Moraría en el desierto”.

Elías, en su huida al desierto se tira debajo de un arbusto deseando morir. Esto casi lo podríamos catalogar como un intento de suicidio. Vemos desesperanza en él por la frustración de que la gran victoria que había logrado quedara truncada, sin sentido y su vida en peligro. Luego que Dios lo deja descansar y lo alimenta, el profeta se queja diciendo: “solo yo he quedado” (1 R. 19:10). Podemos observar la desesperanza de la soledad y la traición. Entonces, Dios se le revela en forma especial, le dice que no está solo, y le da la orden de buscar a Eliseo e involucrarlo en la obra (1 R. 19:16).

El profeta Jeremías, al observar la destrucción que había sobrevenido sobre su pueblo, escribió: “Mis ojos desfallecieron de lágrimas, se conmovieron mis entrañas, mi hígado se derramó por tierra a causa del quebrantamiento de la hija de mi pueblo, cuando desfallecía el niño y el que mamaba, en las plazas de la ciudad” (Lm. 2:11).

Cuando Pablo, después de su desastroso viaje marítimo con un naufragio y mordedura de serpiente incluidos, llega preso cerca de Roma, ve a un grupo de hermanos que fueron a recibirle. El resultado fue que: “al verlos, Pablo dio gracias a Dios y cobró aliento” (Hch. 28:15). En otras palabras, aun el gran apóstol tuvo su momento de desaliento donde necesitó del ánimo y la comunión de los hermanos.

Pero al llegar al momento de escribir la segunda carta a Timoteo, es donde más notamos esta necesidad en el apóstol. Pablo le cuenta a Timoteo acerca de todos los hermanos que ya no estaban con él por diferentes razones y le pide: “Procura venir pronto a verme” (2 Ti. 4:9). Luego le solicita a Timoteo que traiga también a Juan Marcos (2 Ti. 4:11). Su lamento final fue: “En mi primera defensa ninguno estuvo a mi lado, sino que todos me desampararon…” (2 Ti. 4:16).

Aun Jesús, allí en Getsemaní, rogó a sus discípulos que lo acompañaran en oración. Pero como sabemos, le fallaron y quedó solo en su mayor angustia. Las palabras que utilizan los escritores de los evangelios para describir Su agonía son impresionantes. Allí, después de esta profunda angustia frente a lo que se le venía, vino un ángel y lo confortó (Lc. 22:43; comp. Is. 53:7). También Jesús necesitó ser fortalecido.

B. Aceleradores de desesperanza

Existen ciertos eventos, circunstancias o sentimientos que aceleran la aparición de la desesperanza. James McDonald escribe:2

“Les hablaré de tres cosas que son acelerantes para la desesperanza. Vigile estos tres elementos:

1) Sorpresa: ‘No lo vi venir. Todo iba muy bien y, de repente ¡Pam! Me noquearon’. Un ataque cardíaco. Un accidente de automóvil. Una traición… y de repente, la vida se pone al revés. No hay tiempo para sujetarse: la sorpresa le llevará rápidamente a la desesperanza.

2) Gravedad: Usted no se desespera por una multa de tráfico. Ni siquiera se desesperaría por perder un empleo, pero es muy probable que le desespere la pérdida de una carrera que amaba: el pianista que pierde agilidad en los dedos, el pintor que pierde la vista, el atleta que pierde movilidad, el profesor que pierde la voz, un padre que pierde a un hijo. Una pérdida grave es una invitación a desesperarse.

3) Convencimiento: La desesperanza nos lleva a la conclusión que algo malo es irreversible. Ya ha pasado la oportunidad. Se ha acabado la relación. El tren ya ha salido de la estación y no va a volver”.

Cuántas veces nos convencemos de cosas que tuvieron que haber sucedido o que seguramente sucederán, sin tener siquiera evidencia de ello. Por ejemplo, una madre busca ubicar a su hija por el teléfono celular. Ya debería haber llegado a casa, pero no lo hizo. El corazón se estruja, la mente empieza a imaginar los peores escenarios. Y de repente, se abre la puerta y entra la hija. Simplemente se quedó tomando un helado con una amiga y la batería de su teléfono móvil se había agotado.

“Aceptar cualquiera de estas tres ideas es como echar combustible a la desesperanza. Es mejor apartarse de las llamas y enfocar el problema desde el punto de vista de Dios. David sabía esto; escuchó la voz del tentador que le animaba a renunciar, pero en lugar de hacerlo volvió sus ojos hacia Dios: ‘Hubiera yo desmayado, si no creyese…’. Podría haberlo hecho, de no ser porque eligió creer en Dios”.3

Pues sigue diciendo: “si no creyese que veré la bondad de Jehová en la tierra de los vivientes” (Sal. 27:13).

C. Definición de desesperanza

Buscando una definición al respecto encontré una completamente sencilla: “Es el estado de ánimo del que no tiene esperanza o la ha perdido”.4 Cuando se está desesperado ya no se ve nada positivo en el futuro. Puede suceder que no se nos venga a la mente ninguna solución. A veces ni siquiera quedan palabras para orar. No se puede recordar tiempo mejor porque no existe. No se pueden eliminar las circunstancias, porque la oportunidad se ha desvanecido. No se puede recuperar ningún grado de relación, porque la persona se ha ido. No se puede arreglar la situación, porque ya ha pasado el momento.

2. La disposición de la esperanza

Obviamente no nos queremos quedar con esta actitud. Por lo tanto, tenemos que enfocarnos a lo opuesto.

A. Definición

La definición de la RAE respecto a la esperanza es: “Estado del ánimo en el cual se nos presenta como posible lo que deseamos”.5 Pero esto queda tan corto frente a lo que la Biblia nos presenta como esperanza.

El tristemente célebre filósofo alemán Friedrich Nietzsche llamó a la esperanza6 “el peor de los males, porque prolonga los tormentos del hombre”.

¡Qué afirmación tan deprimente! ¡Qué bendición que la vida del creyente sí tiene esperanza y, como dice Pedro, es una “esperanza viva” (1 P. 1:3ss)! Nuestra esperanza está enraizada en Dios y Su Palabra. En Romanos 5:5 Pablo escribe: “y la esperanza no avergüenza”. La razón es “porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado”. La esperanza del creyente no radica en un estado de ánimo, un sentimiento o una percepción. Nuestra esperanza radica en Dios, en Sus atributos, en Sus promesas (o sea, Su Palabra) y en Su presencia.

Charles L. Allen ha escrito:7 “Cuando decimos que una persona o una situación son desesperadas, lo que hacemos es cerrarle la puerta en la cara a Dios”. Entonces, más que una esperanza en términos humanos, se transforma en una convicción.

B. Aplicación

Para tener esperanza hay que aferrarse de las promesas de Dios. Miremos un ejemplo bien ilustrativo. Después de su salida impresionante de Egipto, encontramos al pueblo de Israel cercado por montañas inaccesibles por los costados, el Mar Rojo cerrándoles el paso, y por atrás, los egipcios. No había camino para escapar. La situación realmente era desesperante y esto también se observa en la reacción del pueblo: “…los hijos de Israel temieron en gran manera, y clamaron a Jehová. Y dijeron a Moisés: ¿No había sepulcros en Egipto, que nos has sacado para que muramos en el desierto? ¿Por qué has hecho así con nosotros, que nos has sacado de Egipto? ¿No es esto lo que te hablamos en Egipto, diciendo: Déjanos servir a los egipcios? Porque mejor nos fuera servir a los egipcios, que morir nosotros en el desierto” (Ex. 14:10b-12). La desesperanza se manifiesta en pánico, se busca culpables de la situación, se ataca a los siervos de Dios y se llega a conclusiones distorsionadas. Preferían una muerte en vida como ya la habían vivido. No quedó ningún rayo de esperanza, ningún recuerdo del actuar poderoso de Dios, ninguna promesa divina para aplicar.

Pero allí Moisés animó al pueblo de Israel a confiar en la presencia y la promesa de Dios: “No temáis; estad firmes, y ved la salvación que Jehová hará hoy con vosotros; porque los egipcios que hoy habéis visto, nunca más para siempre los veréis. Jehová peleará por vosotros, y vosotros estaréis tranquilos” (Ex. 14:13,14; comp. Is. 30:15; Salmo 46:10).

Cuando no podemos hacer nada, dejemos que lo haga Dios.

Frente a las promesas de Dios, no hay que hablar de más, quejarse, lamentarse, sino callarse y aferrarse de sus promesas.

Tenemos que aprender a descansar en el hecho que cuando le dejamos el problema en las manos a Dios, Él se encarga. Personalmente, creo que una de las órdenes más difíciles de obedecer de la Biblia es la de Filipenses 4:6: “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias”. O la semejante en 1 Pedro 5:7: “echando toda vuestra ansiedad sobre Él, porque Él tiene cuidado de vosotros”. ¿No sucede muchas veces, que oramos presentando nuestro problema a Dios y apenas un momento después seguimos atribulados buscando desesperadamente una solución? Es como un mochilero que viene caminando por la ruta cargado con su enorme mochila, esperando que algún auto lo lleve. De repente, se detiene un vehículo que está dispuesto a llevarle. El mochilero sube, pero sigue doblado bajo el peso de su mochila.

Muchas veces le hablamos de nuestra “mochila” al Señor. Le contamos de lo pesada que está, pero no estamos dispuestos a depositarla en el vehículo de la fe. Por lo tanto, “echemos nuestra ansiedad” sobre el Señor.

En el contexto del Salmo 55 –del cual ya citamos la parte de la desesperanza de David– encontramos también la solución a la cual él llegó. Nos recomienda: “Echa sobre Jehová tu carga, y él te sustentará; No dejará para siempre caído al justo” (Sal. 55:22). Otra vez tenemos aquí la misma orden de echar nuestra carga sobre Él. A mí me gustaría que este versículo dijera: “y él te quitará la carga y te solucionará el problema”. Aunque esto de hecho sucede muchas veces, no es lo que dice aquí, sino: “y él te sustentará”. En otras palabras, te va a dar la fuerza necesaria para sobrellevarla; va a sobrellevar esta carga con nosotros. Jesús dijo algo similar: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas” (Mt. 11:28,29). Pareciera contradictorio: hay un yugo asociado con el descanso. El yugo era esa madera que se ponía sobre el cuello de dos animales con el cual luego tiraban de un carro, arado u otro peso. Tirar solo sería complicado, si no, imposible. Pero de a dos, se vuelve parejo. Aquí tenemos que añadir la afirmación del Señor: “sin mí, nada podéis hacer” (Jn. 15:5). ¡No intentemos nada, no enfrentemos nada sin la ayuda del Señor! Si nuestra carga la llevamos con Cristo, encontraremos descanso.

C. Confirmación

Seguramente nos habrá pasado a todos, el haber estado en alguna fiesta, recepción o evento, en el cual había algunos platillos que parecían deliciosos y tuvimos que disimular nuestra impaciencia para probar alguna de esas exquisiteces. En el Salmo 34:8 David nos invita a experimentar que Dios es bueno: “Gustad, y ved que es bueno Jehová; dichoso el hombre que confía en Él”. Aquí David nos está invitando a degustar más que un exquisito plato de comida, nos invita a experimentar el actuar y la presencia de una persona con la garantía que será bueno.

Quizás en un primer momento no lo veamos, no lo sintamos, pero tarde o temprano llegaremos a la misma conclusión que Dios es bueno. Acordémonos que la vida de David no fue de color rosa. Quizás solo lo asociemos con la victoria sobre Goliat. Pueda ser que vemos esta victoria más como las películas de super héroes y no como una historia real. Allí había un gigante real, frente al cual huían todos los soldados de Israel. El reto era un enfrentamiento cuerpo a cuerpo entre un elegido de cada ejército. Pero del lado de Israel no se presentaba nadie, hasta que apareció David. Pero allí, frente a él, había un guerrero experimentado y armado hasta los dientes con el doble de su altura y fuerza. David no lo enfrentó en su propia fuerza o agilidad, sino “en el nombre de Jehová de los ejércitos” (1 S.17:45).

Pero en su vida no solo tuvo que enfrentar a un gigante. Tuvo que padecer desprecio en su familia, injusticias de diferente índole, enfrentar grandes peligros, traición, rebelión, calumnias, graves problemas familiares, intentos de asesinatos, etc. Pero él escribe: “Con tremendas cosas nos responderás tú en justicia, Oh Dios de nuestra salvación, Esperanza de todos los términos de la tierra, Y de los más remotos confines del mar. Tú, el que afirma los montes con su poder, Ceñido de valentía; El que sosiega el estruendo de los mares, el estruendo de sus ondas, Y el alboroto de las naciones. Por tanto, los habitantes de los fines de la tierra temen de tus maravillas. Tú haces alegrar las salidas de la mañana y de la tarde” (Sal. 65:5-8).

Cuando David trajo el arca a Jerusalén, después que fracasara el primer intento con la muerte de Uza, cantó: “Aclamad a Jehová, porque él es bueno; Porque su misericordia es eterna” (1 Cr. 16:34).

A pesar de ser traicionado escribió en el Salmo 52:9: “Te alabaré para siempre, porque lo has hecho así; Y esperaré en tu nombre, porque es bueno, delante de tus santos”. Luego de otra traición vuelve a decir: “Voluntariamente sacrificaré a ti; Alabaré tu nombre, oh Jehová, porque es bueno. Porque él me ha librado de toda angustia” (Sal. 54:6,7a).

Nuestra realidad es la que canta el salmista: “Porque Jehová es bueno; para siempre es su misericordia, Y su verdad por todas las generaciones” (Sal. 100:5). Toda nueva generación de creyentes, cuando se toman de Dios y Sus promesas vuelven a vivir la misma experiencia. Podemos citar varios ejemplos de otras personas que llegaron a la misma conclusión:

- Lo mismo cantó Salomón cuando inauguró el templo: “Porque él es bueno, porque su misericordia es para siempre” (2 Cr.5:13; comp. 2 Cr.7:3).

- Asaf después de estar desesperado por comparar el éxito que tienen los injustos con una vida que busca vivir en integridad, concluye en que: “Ciertamente es bueno Dios para con Israel, Para con los limpios de corazón” (Sl.73:1).

- Ezequías en la reinstauración de la Pascua (2 Cr. 30:18).

- Jeremías, lamentándose de la destrucción de Jerusalén, del templo y el cautiverio de su pueblo escribe: “Bueno es Jehová a los que en él esperan, al alma que le busca” (Lam. 3:25). Luego, anticipando el regreso del cautiverio babilónico, vuelve a decir que Dios es bueno (Jer. 33:11).

- Esdras, al retornar de la cautividad y poder inaugurar el templo reconstruido (Esd. 3:11).

- Una promesa maravillosa es la que declara el profeta Nahúm en medio de un mensaje de anticipación de juicios sobre Nínive: “Jehová es bueno, fortaleza en el día de la angustia; y conoce a los que en él confían” (Nah. 1:7). Dios se fija en aquellos que realmente confían en Él y en Sus promesas. Para los que depositan su confianza en las promesas de Dios, estas se vuelven como los fuertes muros de una fortaleza, donde el enemigo tiene que quedar afuera.

- A estos podemos añadir muchos pasajes más que confirman que Dios es bueno (Salmos 106:1; 107:1; 118:29; 135:3; 136:1; 147:1).

Puede ser que la bondad del Señor no se palpe inmediatamente, pero luego se comprenderá. Nuestros tiempos no son los suyos, nuestros caminos no son los de Él y sus pensamientos son muchísimo más elevados (Is. 55:9).

Frente a tantas confirmaciones que Dios es bueno, a pesar de estar o haber pasado por situaciones difíciles, aunque no siempre entendamos lo que pasa y por qué pasa, nunca permitamos dudas respecto de esta realidad. Precisamente ayer, comentando una serie de situaciones adversas, pero también observando la maravillosa provisión de Dios, alguien me escribió: “Cuando nos parece que Dios llega tarde, es cuando llega a tiempo”.

Recordemos que la voluntad de Dios es “buena, agradable y perfecta” (Ro. 12:2).

3. La demostración de la esperanza

A. La escuela de Dios

Todos nosotros, tarde o temprano tendremos que pasar por la escuela del sufrimiento. Pueden ser pérdidas, ataques, injusticias, sufrimiento, enfermedades y miles de cosas más.

Pero serán para nosotros como las pruebas o exámenes en el colegio o en la facultad. Supongo que a pocas personas les atraen estas pruebas. Pero, por un lado, nos sirven para profundizar y realmente aprender la temática, y luego seguir avanzando. Vamos adquiriendo madurez, capacidad, conocimiento y después estaremos preparados para muchas tareas y situaciones.

La Biblia dice lo mismo del objetivo de las pruebas:

- Santiago 1:2-4 “Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna”.

- 1 Pedro 1:6-7 “En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo”.

Evidentemente, cada prueba produce algo, tiene un efecto y recompensa eterna.

B. El propósito de Dios

Todas las circunstancias que le toque vivir al creyente que ama a Dios, por más duras y difíciles que sean, son para su bien, como dice Pablo en Romanos 8:28: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados”.

Estas palabras son fáciles de escribirlas, ¿pero será lo mismo cuando uno las tenga que vivir?

Usemos el ejemplo de Pablo quien escribió estas palabras, cuando da testimonio de la realidad de este hecho en Filipenses 1:12-14: “Quiero que sepáis, hermanos, que las cosas que me han sucedido, han redundado más bien para el progreso del evangelio, de tal manera que mis prisiones se han hecho patentes en Cristo en todo el pretorio, y a todos los demás. Y la mayoría de los hermanos, cobrando ánimo en el Señor con mis prisiones, se atreven mucho más a hablar la palabra sin temor”. La prisión romana a cuya experiencia fue expuesto el apóstol, en lugar de ser algo negativo, redundó en bendición y propagación del Evangelio en lugares a los cuales difícilmente hubiese tenido acceso y, además, sirvió de ánimo para otros hermanos perseguidos.

Creo que todos los creyentes podemos dar testimonio de momentos complicados, no deseados, pero que luego sirvieron para bien.

Me acuerdo muy bien cómo uno de los momentos más complicados que tuvimos que vivir como recién casados con mi esposa, resultaron luego en una dependencia profunda al Señor y una tremenda unión en la pareja. Nos teníamos a nosotros y a Dios.

Además, ¡cuántas veces Dios nos protegió de males mayores por diferentes imprevistos!

En una ocasión un creyente, el cual era objeto continuamente de burla por parte de sus compañeros a causa de su fe, estaba en la pausa del almuerzo en un edificio en construcción. Cuando cerró los ojos para dar gracias por sus alimentos, sus compañeros le quitaron el sándwich y se lo tiraron a un perro. El perro salió corriendo y el creyente corrió detrás para recuperar su almuerzo. En el momento que se alejó del edificio en construcción, éste cayó, sepultando a sus compañeros y salvándole la vida.

Seguramente somos conscientes de situaciones similares y de otras nos enteraremos en el Cielo. Pero la clave para que todas las cosas ayuden para bien es amar y confiar plenamente en Dios.

C. Los planes de Dios son buenos

Cuando Jeremías escribe respecto de la destrucción de Jerusalén, la cautividad del pueblo, la lejanía del hogar y la seguridad que iban a estar mucho tiempo fuera de su tierra (70 años), Dios igual les promete: “Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis” (Jer. 29:11).

Aquí observamos varias cosas.

1) El conocimiento previo de Dios: “yo sé”. Dios tenía unos planes bien meditados respecto a lo que iba hacer con el pueblo. No había casualidades o imprevistos. Ten presente esta realidad: Dios tiene planes y objetivos para tu vida, hacia los cuales Él avanza. Quizás estés desesperado buscando soluciones para lo inmediato, como empleo, estudios, casamiento, etc., pero Dios no se centra tanto en los detalles, sino que quiere desarrollar tu carácter y dependencia de Él. De lo demás, no te preocupes, Él se encarga.

Obviamente, a nosotros nos gustaría conocer estos planes. Probablemente radique ahí la tensión. Él los sabe, y nosotros los queremos saber, pero no los conocemos. No te preocupes, a Su tiempo Él los habrá de mostrar.

Este verbo saber, demuestra un conocimiento empírico (comprobado), que cada creyente que se aferra a Dios ya ha o lo habrá de experimentar. Romanos 8:28 empieza con la misma palabra, solo que en lugar que la afirmación venga de parte de Dios, la dicen los creyentes: “y sabemos” que todas las cosas ayudan a bien. Tarde o temprano llegaremos a esta misma afirmación por haberla vivido. Si todavía no la vemos, igual creámosle, porque lo dice la Palabra de Dios.

Mientras, consolémonos con las verdades que siguen en el pasaje de Jeremías.

2) Son pensamientos de paz. La palabra “shalom” del hebreo, significa un estado completo de bienestar, plenitud, prosperidad, tranquilidad.

Todas las situaciones por las cuales tenemos que pasar obrarán para bien. Los únicos que solemos estropear el plan de Dios somos nosotros con nuestra impaciencia, y a veces con desobediencia o pecado. Cada vez que nos rebelamos contra la voluntad de Dios, frenamos o hasta hacemos descarrilar el tren que nos lleva a la meta prevista por el Señor. En cambio, cuando somos sensibles a Su hablar y nos aferramos de Él, podemos estar seguros que todo obra para nuestro beneficio.

3) En Jeremías 29:11 el plan de Dios es resumido con estas palabras: “para daros el fin que esperáis”. La NVI expresa mejor esta frase: “fin de darles un futuro y una esperanza”. Una conocida banda de Rock (Sex Pistols) titulaba a una de sus canciones “No future”. Si uno observa algunas pinturas u obras de arte de los artistas más conocidos, se nota su vacío, falta de esperanza e inseguridad. ¡Qué triste es ver a tanta gente por el mundo sin futuro! En cambio, ¡qué diferente es la perspectiva del creyente! ¡Para él siempre existe un futuro!

Y este futuro es esperanzador. Pero no estamos hablando de la esperanza del Mundo, donde simplemente es un deseo, un sentimiento, una expectativa que muchas veces no se concreta. ¡No! Nuestra esperanza es segura: es una convicción, porque está basada en Dios.

Dios sabe lo que hace, por lo tanto, es absolutamente digno de nuestra confianza. Llegará el momento en que oraremos con David: “...Pacientemente esperé a Jehová, Y se inclinó a mí, y oyó mi clamor. Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso Puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos. Puso luego en mi boca cántico nuevo, alabanza a nuestro Dios. Verán esto muchos, y temerán, Y confiarán en Jehová. Bienaventurado el hombre que puso en Jehová su confianza” (Sal. 40:1-4). Y también: “¿Por qué te abates, oh alma mía, Y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, Salvación mía y Dios mío” (Sal.43:5).

Quizás sería bueno orar dando gracias a Dios por Su Palabra, promesas, presencia y planes. Aunque quizás no los entendamos, podemos estar seguros que son buenos. Hay futuro y hay esperanza para nosotros, los que le amamos.

Por lo tanto, espero que puedas afirmar: “a pesar de mis circunstancias, no desesperaré, porque creo que Dios es bueno y que hará que todas las cosas contribuyan a mi bienestar y para Su gloria”.


1 https://www.infobae.com/sociedad/2020/ 12/15/unicef-advierte-que-la-perdida-de-trabajo-durante-la-pandemia-ya-afecta-a-4-de-cada-10-hogares-con-ninos-y-ninas/
2 Cinco promesas de Dios para tiempos difíciles – James MacDonald (pág. 89-90)
3 Ibid
4 https://www.google.com/search?rlz=1C1CHBF_esCH857CH857&sxsrf=ALeKk03CCRamXUkczm27hsBtSEKlzBgenw%3A1600793274765&lei=uipqX5ewLorE5OUPw826yAI&q=desesperanza%20rae&ved=2ahUKEwiX9YDUm_3rAhUKIrkGHcOmDikQsKwBKAN6BAgbEAQ&biw=1093&bih=486&dpr=1.25
5 https://www.rae.es/drae2001/esperanza
6 Comience su día con Warren W.Wiersbe – W.Wiersbe (Portavoz – pág.287)
7 Ibid

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