Cuatro cosas ocultas en el libro de Ester y la historia de Purim

One For Israel

Purim conmemora cómo el pueblo judío a duras penas se salvó de la aniquilación que lo amenazaba y nos recuerda la valentía de la reina Esther, que se puso en la brecha por su pueblo. La palabra purim significa “suertes”, debido al método que el malvado Amán utilizó para decidir la fecha en que se acabaría con el pueblo judío en todas las provincias de Persia. Purim celebra el hecho de que lo que parecía una catástrofe total se convirtió en lo contrario bajo el gobierno soberano de Dios.

Los días de Purim se conmemoran “como días en que los judíos tuvieron paz de sus enemigos, y cómo el mes que de tristeza se les cambió en alegría, y de luto en día bueno; que los hiciesen días de banquete y de gozo, y para enviar porciones cada uno a su vecino, y dádivas a los pobres” (Ester 9:22).

Es una época de alegría y celebración en todo el mundo judío, un tiempo para hacer regalos a los necesitados y divertirse a lo grande. Tradicionalmente, la gente se disfraza, lo que en hebreo se llama lehitjapés (שפחתהל). La palabra hebrea está relacionada con la idea de buscar, de ocultarse o enmascararse, para que otros tengan que encontrarle a uno. Y de hecho, toda la historia de Ester es un poco como un juego de escondite…

En primer lugar, te habrás dado cuenta de que, en el libro de Ester, Dios mismo está escondido: no se le menciona en absoluto.

¡Ni una sola vez se nombra a Dios! Es el único libro de la Biblia en el que Dios permanece oculto, sin embargo, está ahí. Quien lo busca puede encontrarlo; Él acecha entre líneas y da al rey Asuero el extraño impulso de leer el libro de las memorias y crónicas del reino en mitad de la noche. Sin este impulso, la historia habría terminado de forma muy diferente. Dios está presente también en la fe de Mardoqueo y en la determinación de Ester. Y es a Él a quien los israelitas oran fervientemente con ayuno durante tres días. Aunque no se dice abiertamente, Dios es el autor de la historia de Purim y el Salvador del pueblo de Israel —una vez más.

En segundo lugar, Ester sigue las instrucciones de su primo Mardoqueo de ocultar su identidad judía.

Ester ni siquiera era su verdadero nombre. Era su nombre persa, que significa “estrella”. Su nombre judío era Hadassah, “árbol de mirto”. Obediente como era, Ester (o Hadassah) mantuvo su identidad en secreto, revelándola solo en el momento crucial a su marido, el rey. Y así pudo ser un vaso de bendición para la liberación de todo su pueblo. Pero si Ester hubiera fracasado —si no hubiera obedecido a Mardoqueo o no hubiera sido discreta, si no hubiera arriesgado su vida para pedir clemencia al rey—, ¿habría perecido todo Israel? ¡No! Como bien le advierte Mardoqueo:

“No pienses que escaparás en la casa del rey más que cualquier otro judío. Porque si callas absolutamente en este tiempo, respiro y liberación vendrá de alguna otra parte para los judíos; mas tú y la casa de tu padre pereceréis. ¿Y quién sabe si para esta hora has llegado al reino?” (Ester 4:13-14).

La descendencia de Abraham, el linaje del Mesías, continúa en el pueblo de Israel. Las Sagradas Escrituras que tenemos hoy y el conocimiento del Dios de Israel habían sido confiados al pueblo judío y debían difundirse a su debido tiempo por toda la faz de la Tierra. ¡Qué pueblo tan precioso! ¡Qué tesoros ha dado al mundo! ¿Permitiría Dios que los judíos fueran destruidos antes de que Yeshua viniera y las Buenas Nuevas pudieran ser llevada a las naciones? ¡No! Si Ester hubiera fallado, Él habría encontrado a alguien más; pero ella tuvo fe y coraje y fue recompensada al ser el vaso escogido de Dios. Tú y yo podemos leer esta historia hoy en nuestras Biblias, con la ayuda del Espíritu Santo, gracias a la fidelidad de Dios y a la valiente y obediente cooperación de Ester.

Tres reyes ocultos

Amán, el hombre detrás del complot para destruir al pueblo judío en el libro de Ester, era descendiente directo del rey Agag, el amalecita. El rey Agag es el primer “rey oculto”. Mucho tiempo atrás, los antepasados de Amán, los amalecitas, habían decidido imprudentemente atacar a los esclavos israelitas que acababan de ser liberados de Egipto; y no solo eso, decidieron atacar la parte trasera del convoy, donde estaban los ancianos, enfermos y débiles. Más tarde, estos dos pueblos volvieron a enfrentarse en una batalla en la que Moisés mantuvo alzadas sus manos en oración, y Dios dio la victoria a Israel. Pero muchos amalecitas quedaron vivos, y su odio férreo contra Israel perduró.

Dios dice a los israelitas más adelante en su viaje: “Acuérdate de lo que hizo Amalec contigo en el camino, cuando salías de Egipto; de cómo te salió al encuentro en el camino y te desbarató la retaguardia de todos los débiles que iban detrás de ti, cuando tú estabas cansado y trabajado; y no tuvo ningún temor de Dios. Por tanto, cuando Jehová tu Dios te dé descanso de todos tus enemigos alrededor, en la tierra que Jehová tu Dios te da por heredad para que la poseas, borrarás la memoria de Amalec de debajo del cielo; no lo olvides” (Dt. 25:17-19).

Pero los israelitas no fueron muy buenos en recordar que tenían que erradicar a sus enemigos. Los amalecitas siguieron acosando y atacando a Israel, y finalmente el rey Saúl (en 1 Samuel 15) recibió la orden de Dios de acabar con ellos. Saúl, hijo de Cis, es el segundo “rey oculto” en la historia de fondo. En contra de las estrictas instrucciones de Dios, Saúl perdonó la vida al rey amalecita y a su familia. Aunque el profeta Samuel reprendió a Saúl y mató a Agag con sus propias manos, el linaje del rey permaneció. La desobediencia de Saúl permitió finalmente la aparición de Amán el amalecita, que a su vez quiso destruir al pueblo elegido de Dios en el exilio. Sin embargo, Amán no estaba preparado para el enfrentamiento con Mardoqueo, que sorprendentemente también era descendiente de Cis.

Y esto nos lleva al último rey: el Rey de reyes. El rey Saúl había fracasado en cumplir las instrucciones de Dios de matar al rey Agag, por lo que más tarde Dios hizo que se repitiera el suceso en Persia. El espíritu antisemita de Amalec asomó de nuevo su fea cabeza en Amán, y el Espíritu de Dios llenó a otro hijo de Cis para cerrar el círculo y ponerle fin a este enemigo.

La batalla invisible

Se trata, pues, de una historia de múltiples capas, llena de misterios y sorpresas: satanás, el verdadero enemigo oculto, fracasó una vez más en su intento de aniquilar a Israel e impedir que el Mesías aún no nacido fuera revelado al mundo; es decir, el mal nunca visto tratando de impedir la aparición del bien supremo… pero lucha en vano contra el Dios invisible e imbatible. Podemos alegrarnos con Pablo por los israelitas, 

“…de los cuales son la adopción, la gloria, el pacto, la promulgación de la ley, el culto y las promesas; de quienes son los patriarcas, y de los cuales, según la carne, vino Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos. Amén.” (Ro. 9:4-5).

La historia de Ester es un gran testimonio del poder, la protección y la fidelidad de Dios a su pueblo, y también al mundo entero. Pero el espíritu satánico de Amalec no ha renunciado a su venganza contra el pueblo elegido del Padre. Se manifiesta en el inexplicable odio a los judíos a lo largo de los siglos, a veces incluso de parte de las instituciones eclesiásticas. Hitler estaba claramente poseído por él. También en el turbulento Oriente Medio podemos ver expresados con regularidad los mismos sentimientos de Amalec. Y, en efecto, de nuevo el peligro se cierne desde Irán, la antigua Persia. Si bien la nación de Israel nunca ha sido perfecta e irreprochable, la cantidad de intentos de aniquilarla por completo es, sin duda, extraordinaria y llama mucho la atención de un observador objetivo. Hay mucho más detrás de la superficie visible: una batalla cósmica en el mundo invisible.

Dios es firme y fidedigno en la ejecución de Sus planes. Él se preocupa por su pueblo, la “niña de sus ojos”, y lo protegerá. El hecho de que Él lo haya guardado con tanta resolución ha traído bendiciones inconmensurables a todas las naciones, y Él permanecerá fiel a Su promesa para siempre:

“Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra” (Gn. 12:3).

Traducido y publicado con permiso. Publicado por primera vez en https://www.oneforisrael.org/holidays/behind-the-scenes-of-the-book-of-esther/

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