Cronología del tiempo final, según Joel - Parte 2

Norbert Lieth

¿Cómo será el fin del mundo? Las Sagradas Escrituras revelan más  sobre este de lo que quizás podamos imaginar. Israel tiene un papel  clave. ¿Por qué? El profeta Joel responde a estas preguntas.

Es tal cual el Señor anunció por medio de Joel: “repartieron mi tierra”. El llamado Conflicto de Medio Oriente es precisamente la disputa entre Israel y los líderes palestinos por la misma tierra. Este problema ya lleva décadas, provocando varias guerras. Tiro, Sidón y las regiones de Filistea se han declarado, hasta el día de hoy, enemigos de los judíos. El Dr. Roger Liebi señala que la expresión Filistea refiere a la tierra de los filisteos. Esta región se encontraba, en un principio, en el área de la Franja de Gaza y más allá de esta. La palabra palestinos se remonta a la palabra latina para filisteos. En árabe resulta más claro. La palabra para filisteos en la Biblia árabe es filastini. Una traducción moderna posible de Joel 3:4 sería entonces: “Tiro y Sidón, y todo el territorio palestino”.

De hecho, con el reingreso de judíos a su milenaria patria, comenzaron las disputas por la tierra. Los judíos reclamaban su nación, las potencias mundiales luchaban por una solución, los Estados árabes pretendían una “solución final”.

La ONU, donde se reúnen las naciones, no toma en cuenta las palabras de Dios, quien dice: “Mi tierra han dividido”. Las naciones creen que por medio de resoluciones disputarán la tierra a Israel. No se dan cuenta que al hacerlo se rebelan contra Dios, el cual les pedirá cuentas.

La Europe Israel Press Association escribió:

El 29 de noviembre de 1947, la Asamblea General de la ONU votó y aceptó la resolución sobre la partición, con 33 votos contra 13. El plan exigía la partición de Palestina en dos Estados: uno judío y el otro árabe. Según este plan, un tercio del Estado judío debía ser la llanura de la costa con Galilea, y unos dos tercios la gran región infértil del desierto del Néguev, en total un 56% contra un 43% de Palestina, sin contar Jordania. El desierto del Néguev, en ese tiempo, no podía ser aprovechado para la agricultura, ni podían levantarse ciudades. […]Según el plan de partición de la ONU, el área de Jerusalén y Belén se convertiría en una zona internacional. Los líderes sionistas aceptaron públicamente el plan de partición de la ONU, aunque esperaban de alguna manera expandir las fronteras asignadas al Estado judío. Pero los árabes palestinos y los Estados árabes circundantes rechazaron el plan de la ONU y consideraron la votación de la Asamblea General como una traición internacional antes de lanzar un ataque coordinado contra los judíos, tan solo días después de la adopción del plan de partición de la ONU.

En las guerras subsiguientes, han tratado incesantemente de dividir la tierra, de establecer un Estado palestino, de rechazar a Jerusalén como la capital de Israel y eliminar a todos los judíos posibles. Las Naciones Unidas se esforzaron y se esfuerzan por encontrar una solución con dos Estados. Se consiguió la autogestión de los territorios palestinos. Términos como los acuerdos de Camp David (I y II) o los de Oslo (I y II) entraron en la historia. En el Camp David II del año 2000, el primer ministro de Israel, Ehud Barak, ofreció al líder palestino, Yasir Arafat, ceder el 95 % de la Franja de Gaza y Cisjordania, y a declarar una parte del este de Jerusalén como capital palestina. No obstante, Arafat rechazó la propuesta. Los palestinos insisten en dos Estados separados, dentro de las fronteras de 1967, lo que para los israelíes es imposible de aceptar, ya que equivaldría a un suicidio.

A causa del terrible terrorismo que mató a numerosos civiles, el gobierno israelí se vio obligado a levantar alambrados y muros, separando las regiones judías de las palestinas. Transjordania fue adjudicada a los jordanos y siguen las disputas por Cisjordania. Los EE. UU. se esfuerzan por encontrar una solución con dos Estados y, vez tras vez, se ofrecen como intermediarios. Hasta ahora, sin embargo, estas iniciativas han fracasado. Recientemente, el presidente de los EE.UU., Donald Trump, dijo: “Yo veo un Estado y dos Estados. Puedo vivir con ambas opciones”.

Visto desde la profecía bíblica, es posible que se llegue a una partición tanto de Israel como de Jerusalén. Eso no solo es mencionado por Joel, sino por el mismo Jesús. Jerusalén será pisoteada por las naciones, hasta que el tiempo de estas se haya cumplido (Lucas 21:24; Apocalipsis 11:2). El tiempo de las naciones, no obstante, termina recién con la gran tribulación y la subsiguiente segunda venida de Jesús en gloria. El futuro, según esto, aún será emocionante; y podemos ver lo actual que resulta la profecía de Joel.

Las disputas por la tierra siempre han dado lugar a distintas guerras, y es probable que empeore. De esta cuestión también habla Zacarías: “He aquí yo pongo a Jerusalén por copa que hará temblar a todos los pueblos de alrededor contra Judá, en el sitio contra Jerusalén. Y en aquel día yo pondré a Jerusalén por piedra pesada a todos los pueblos; todos los que se la cargaren serán despedazados, bien que todas las naciones de la tierra se juntarán contra ella” (Zac. 12:2-3).

Esto nos lleva al próximo punto en la profecía cronológica de Joel: “Proclamad esto entre las naciones, proclamad guerra, despertad a los valientes, acérquense, vengan todos los hombres de guerra. Forjad espadas de vuestros azadones, lanzas de vuestras hoces; diga el débil: Fuerte soy. Juntaos y venid, naciones todas de alrededor, y congregaos; haz venir allí, oh Jehová, a tus fuertes. Despiértense las naciones, y suban al valle de Josafat; porque allí me sentaré para juzgar a las naciones de alrededor. Echad la hoz, porque la mies está ya madura. Venid, descended, porque el lagar está lleno, rebosan las cubas; porque mucha es la maldad de ellos. Muchos pueblos en el valle de la decisión; porque cercano está el día de Jehová en el valle de la decisión” (Jl. 3:9-14).

Jesucristo, en su conocido discurso en el monte de los Olivos sobre los tiempos finales, habló de guerras y rumores de guerra, de naciones que están en conflicto entre sí. Todo esto lo llamó principio de dolores (Mateo 24:6-8). En Apocalipsis, al abrirse el segundo sello para dar lugar al comienzo del día del Señor, también se mencionan las guerras (Apocalipsis 6:3-4). Al profeta Daniel le fue anunciado: “Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, mas no por sí; y el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario; y su fin será con inundación, y hasta el fin de la guerra durarán las devastaciones [plural]” (Dn. 9:26).

Este es exactamente el transcurso de nuestra historia universal. El Mesías fue crucificado. Más tarde, llegaron los romanos, destruyendo Jerusalén y su templo en el año 70 y en el 135, luego de una masacre. De ese tiempo en adelante, la historia de la ciudad estuvo repleta de guerras y destrucción, en especial vinculadas al judaísmo, lo que seguirá sucediendo hasta que llegue el fin.

Las guerras, las revueltas, los ultrajes antisemitas, los pogromos, las persecuciones, la opresión islámica, las inquisiciones, la Primera y la Segunda Guerra Mundial, los conflictos y el terrorismo, después del regreso de los judíos a su tierra, continuarán, hasta la segunda venida del Señor. Y ese final será la culminación de la era y el fin de las naciones (Mateo 24:3; Lucas 21:24). “Mas el que persevera hasta el fin, este será salvo. Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin” (Mt. 24:13-14).

Apocalipsis 16 relata acerca de la batalla de Armagedón: “Y los reunió en el lugar que en hebreo se llama Armagedón” (v. 16). Esta declaración está respaldada en Joel 3:11, ya que aparentemente se trataría del mismo acontecimiento. “¡Juntaos y venid, naciones todas de alrededor, y congregaos!”. La batalla final comenzará en Armagedón, y luego “subirán al valle de Josafat” (Joel 3:12).

Sin embargo, en medio de la calamitosa historia mundial, Dios escribe la historia de su salvación. A través de los tiempos de guerra y crisis en la historia, volvió a formarse un Estado judío. El judaísmo, todavía existente, es una señal de que Dios sigue fiel al pacto con Israel. Él es quien reúne a los pueblos para el juicio. Josafat significa “Jehová juzga”. Allí juzgará a las naciones y aparecerá en gloria. En ese mismo lugar, Israel será salva en su hora más difícil.

“El sol y la luna se oscurecerán, y las estrellas retraerán su resplandor” (Jl. 3:15). Esta declaración aparece anteriormente en Joel 3:3-5. De modo que, antes de que el Espíritu Santo sea derramado sobre toda carne, llegará la gran tribulación. Israel caerá en una gran aflicción. Las naciones firmarán alianzas para oponerse a Israel; habrá un pacto occidental. Las naciones atacarán a Israel bajo el mando del anticristo. También se aliarán las naciones del norte y del este (Daniel 11; Apocalipsis 16) –pero Dios intervendrá desde el cielo.

Con respecto al juicio, tanto en Joel 3:13 como en Apocalipsis 14:14-20 es usada la imagen de la cosecha y de la pisada del lagar. Jesucristo menciona que el sol y la luna se oscurecerán (Mateo 24:29). Apocalipsis 6:14 ilustra un cielo arrollado como un pergamino. Todas estas imágenes recorren la misma dirección.

“Y Jehová rugirá desde Sion, y dará su voz desde Jerusalén, y temblarán los cielos y la tierra; pero Jehová será la esperanza de su pueblo, y la fortaleza de los hijos de Israel. Y conoceréis que yo soy Jehová vuestro Dios, que habita en Sion, mi santo monte; y Jerusalén será santa, y extraños no pasarán más por ella” (Jl. 3:16-17).

En aquellos días volverá el Mesías de Israel. Los tiempos de las naciones llegarán a su fin, e Israel será salvo. Primero el Mesías aparecerá sobre el monte de los Olivos, luego vendrá a Sion para luchar en Jerusalén a favor de su pueblo. Él es el León de Judá (Apocalipsis 5:5), que rugirá por su pueblo y lo protegerá. Los israelitas lo reconocerán, se arrepentirán y lo aceptarán como su Mesías. Jerusalén será santa cuando el Señor more en ella. Las profecías de Joel 2:27, mencionadas al comienzo, se cumplirán: el Espíritu Santo será derramado y los judíos se convertirán en un pueblo misionero para las demás naciones.

“Sucederá en aquel tiempo, que los montes destilarán mosto, y los collados fluirán leche, y por todos los arroyos de Judá correrán aguas; y saldrá una fuente de la casa de Jehová, y regará el valle de Sitim. Egipto será destruido, y Edom será vuelto en desierto asolado, por la injuria hecha a los hijos de Judá; porque derramaron en su tierra sangre inocente. Pero Judá será habitada para siempre, y Jerusalén por generación y generación. Y limpiaré la sangre de los que no había limpiado; y Jehová morará en Sion” (Jl. 3:18-21).

La Tierra estará bajo la plenitud de las bendiciones de Dios. No habrá más escasez. La gloria del Mesías se esparcirá sobre todas las cosas. Una fuente saldrá del templo venidero y regará el valle de Sitim (en la orilla norte del mar Muerto). Esta aseveración recorre la misma dirección que las profecías de Ezequiel 47:1-12 y Zacarías 14:8. Es una imagen maravillosa de la victoria del Señor sobre el pecado, la muerte y el diablo.

Donde reina el Mesías, hay vida plena.

Sobre Egipto y Edom (Jordania), no obstante, vendrá lo contrario. Los alcanzará la soledad y el desierto por causa de su violencia contra el pueblo judío, porque se han levantado contra Dios y han tocado a la niña de sus ojos. Estos dos lugares podrían fácilmente representar a todas las naciones que se rebelaron contra su Palabra, su pacto y su pueblo. Estas dos naciones son mencionadas en casi todas las profecías acerca del día del Señor (Ezequiel 30:3 y ss.; Jeremías 46:2-10; Isaías 34:6-8; Abdías). En cuanto a esto, es muy interesante que Egipto y Jordania son los únicos Estados árabes que firmaron un acuerdo de paz con Israel (1979 y 1994). ¿Será posible que estas naciones traicionen estos pactos, atacando a Israel por la espalda, siendo esta la razón de ese juicio especial?

De esta manera, se enfrenta la bendición con la maldición: en Cristo, hay bendición y vida plena. Pero quien se oponga a Él con incredulidad y se rebele, se secará tanto espiritual como emocionalmente, sufriendo finalmente el juicio.

Judá y Jerusalén deben existir eternamente, lo que enfatiza la fidelidad de Dios. Israel será limpiado de su pecado de sangre, que está sobre este pueblo desde la crucifixión de Jesús y su proclamación: “¡Su sangre sea sobre nosotros y sobre nuestros hijos!” (Mt. 27:25). En el reconocimiento y la aceptación del Mesías estará el perdón. La cronología de Joel termina con una manifestación gloriosa: “Y Jehová morará en Sion”.

Es así como vemos en Joel, expresado de manera profética y cronológica, el Pentecostés –si bien su cumplimiento no es completo–, la era de la Iglesia –que el profeta no pudo apreciar–, la refundación del Estado de Israel, la partición de la tierra, las guerras, la gran tribulación, la segunda venida del Señor Jesús y el Reino mesiánico. La palabra profética de Dios, por lo tanto, promete a Israel un país restaurado, un pueblo salvo, una ciudad santa y un Rey glorioso.

Sin querer o poder calcular un tiempo específico, me animaría a decir que hemos entrado en un período cercano a la segunda venida de Cristo.

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