COVID-19 y la segunda venida de Jesucristo

Johannes Pflaum

El título suena sensacionalista. Pero no se trata de revelaciones o especulaciones sensacionalistas, sino más bien de examinar las señales del tiempo a la luz de la Biblia, y clasificarlos de manera sobria. 

El Señor Jesús exhortó ya a los fariseos y saduceos a entender las señales del tiempo (Mt. 16:1-4). Se trata de evaluar los progresos a la luz de la Palabra profética (2 P. 1:19). Esto, no obstante, está subordinado a un principio bíblico básico importante. Solamente el Dios viviente dirige la historia hacia su objetivo según Su plan. Solo Él sabe los tiempos exactos (cp. Hch. 1:7) y los posibles retrasos o aceleraciones de los sucesos apocalípticos. 

Uno se plantea la pregunta, de que tiene que ver todo eso con la pandemia del coronavirus. ¿No estuvo la gripe española a finales de la Primera Guerra Mundial, y la peste en la Edad Media? ¿No pensaban muchos ya en ese entonces, que comenzaban acontecimientos que hacían pensar en la segunda venida de Jesús y en la cercanía del juicio final? Es verdad que esas expectativas ya existieron antes. Aun así vale la pena considerar más a fondo la situación actual. 

En los discursos de Jesús sobre el tiempo final (Mt. 24; Mr. 13; Lc. 21) podemos ver diversas líneas de referencia, que se hacen visibles en los acontecimientos que preceden la segunda venida del Señor. Entre los intérpretes fieles a la Biblia existen interpretaciones diferentes en cuanto a estos discursos sobre el tiempo del fin. Algunos, por ejemplo, ven como anterior a la gran tribulación al comienzo de los dolores de parto anunciado por Jesús. Para otros los sucesos pronosticados comienzan recién con la tribulación. Independientemente de lo que nosotros pensamos de eso, los acontecimientos de la historia de la salvación siempre proyectan sus sombras por adelantado. También podemos decir que se anuncian antes de que el cumplimiento aparezca claramente. Es así como las líneas apocalípticas pueden ser vistas con una claridad cada vez mayor, hasta que todo se cumpla definitivamente. 

Para evaluar las señales del tiempo, la Sagrada Escritura revela también otro indicador extraordinario. Este es Israel. Ya Deuteronomio 30:1-11 habla de una recolección futura de Israel, y del cumplimiento de las promesas que va de la mano. También en Isaías, Ezequiel, Zacarías y otros profetas, el juicio venidero sobre las naciones y el establecer del dominio real visible de Dios (visto desde el Nuevo Testamento: “segunda venida de Jesús”) se encuentran en una conexión inseparable con los acontecimientos con respecto a la tierra y el pueblo de Israel. Por eso en Mateo 24:32-33, la higuera que comienza a brotar es la señal de un verano próximo. La higuera es un símbolo de la tierra y el pueblo de Israel (cp. Oseas 8:10; Joel 1:7, y otros). También en el evangelio de Mateo, nuestro Señor mismo compara el juicio venidero sobre Israel con la higuera infértil (Mt. 21:18-22). La señal del último tiempo, por lo tanto, son los sucesos que se relacionan con la “higuera que brota” y se despierta nuevamente, que es Israel. Desde este punto fijo también se puede ordenar las demás señales que Jesús mencionó como señales previas a Su venida. 

Otra cosa más que debe ser tenida en cuenta. Los “dolores de parto” o señales previas de la pronta venida de Jesús son sucesos que ocurren en el mundo entero. Eso ya lo deja claro el carácter del discurso de Jesús sobre el tiempo del fin. Esto se expresa literalmente en la proclamación del evangelio a nivel mundial (Mt. 24:14) y la expectativa angustiosa y el desconcierto ante los acontecimientos venideros que abarcan la Tierra entera (Lc. 21:25-26). También el libro del Apocalipsis muestra que los sucesos de la segunda venida de Jesús serán globales, es decir, que abarcarán el mundo entero. Eso hace que haya una diferencia clara con tiempos anteriores, cuando los acontecimientos en general se limitaban a una región determinada, aún cuando eran a gran escala, o abarcaban más de un continente. En Mateo 24:7 leemos de grandes guerras, hambrunas, pestes y terremotos. A las pestes, entre las que también cuentan las pandemias, quisiera resaltarlas aquí. 

Como ejemplo se puede nombrar la peste (1346-1353) que abarcó el “mundo antiguo” (Europa, Oriente Próximo y África del Norte), pero que aún así todavía no era global. Es interesante ver que la calificación “mundial” en las listas de pandemias recién aparece a fines del siglo XIX. En los cuadros de las pandemias de los siglos XX y XXI repetidamente encontramos el término “mundial”. Como ya mencionado, el Estado de Israel es la señal del tiempo del fin. Es así, que la primera pandemia mundial (1889/1890) sucedió exactamente en el tiempo cuando comenzaron las primeras grandes migraciones de retorno y surgió el sionismo como movimiento. En Mateo 24:7 leemos también de naciones y reinos, que se levantan unos contra otros. Arnold Fruchtenbaum señala, que el término “nación contra nación” en el tiempo de Cristo era la designación para una guerra mundial que precede la venida del Mesías. Solo que las dos guerras mundiales todavía no eran la última gran guerra de la que habla la Biblia. Pero las dimensiones globales de la Primera, y mucho más de la Segunda Guerra Mundial nunca antes habían existido en toda la historia de la humanidad. Y entre esas dos guerras mundiales vemos, entre otras cosas, también la gripe española mundial con sus 50 a 70 millones de fallecidos (algunos cálculos parten de la base de hasta 100 millones de víctimas). Si bien los números de víctimas eran muchos menores, las gripes asiática, de Hongkong, rusa, aviar y porcina también caen bajo la calificación “mundial”. Del mismo modo son mencionadas las infecciones con VIH desde 1980 como pandemias mundiales con hasta ahora 36 millones de víctimas mortales. A eso se agrega la información mundial sobre epidemias o pandemias, que se mantuvieron limitadas a regiones determinadas, pero representaban una posible amenaza mundial (por ej.: SARS, MERS y ébola). 

Los datos de fallecidos por coronavirus hasta ahora son claramente más bajas que de las otras pandemias mundiales. A pesar de eso existen algunas características, que diferencian la crisis del coronavirus de las pandemias anteriores. 

Por un lado, en conexión con el virus COVID-19 se expandió una avalancha global de informaciones, como nunca antes sucedió con respecto a una pandemia. Primero eran sobre todo los medios impresos que informaban a principios del siglo XX. Luego llegó la radio y más tarde la televisión como medios de comunicación amplios. El internet ya estaba presente durante las gripes aviar y porcina. Pero la avalancha informática de la crisis del coronavirus sobrepasó toda presencia de medios de comunicación de las pandemias pasadas. En Mateo 24:6, Cristo habla de que sus discípulos “escucharán” de guerras y rumores de guerras. Este “escuchar” en su contenido también puede aplicarse al versículo 7, en el que Cristo expone más detalladamente lo dicho, complementándolo, entre otros, con hambrunas, pestes y terremotos. El coronavirus se ha convertido en tema dominante por semanas tanto en las noticias, como también en muchos diálogos personales.  

Otra característica extraordinaria del COVID-19 es la rapidez con que el virus se propagó por el mundo entero. Ya la propagación de la Gripe Española fue conectada con la circulación internacional que se había desarrollado a consecuencia de los sucesos de la Primera Guerra Mundial. Tanto la velocidad de la propagación viral como también la tasa de contagios, que en conexión con las gripes aviar y porcina todavía fue leve, verdaderamente explotaron con el coronavirus. Esto fue favorecido por el tráfico aéreo y turístico internacional cada vez más intenso. En el correr de unas pocas semanas, el virus se propagó prácticamente por el mundo entero. 

Otro aspecto es el miedo cada vez más grande y también el desconcierto que acompañan la pandemia. Si al principio, la epidemia fuera de China todavía era trivializada por muchos gobiernos, esta postura cambió en el correr de unos pocos días, convirtiéndose en un pánico histérico generalizado y en una actividad de medidas sin precedentes. Políticos europeos y otros se contradecían a sí mismos dentro de unas pocas semanas con valoraciones y declaraciones totalmente contradictorias. En Lucas 21:25-26, una señal del tiempo del fin es el desconcierto global, al igual que el miedo y el temor de sucesos por venir que lo acompañan. De un momento al otro, todo el pánico por el clima fue reemplazado por el miedo al coronavirus. El último tiempo antes de la segunda venida de Jesús será un tiempo de expectativa global llena de miedo, independientemente de si lo que se teme suceda o no. 

Con el virus COVID-19, un suceso totalmente inesperado sobrevino a la humanidad. Esto repentinamente cambió la vida entera, también en los países industrializados. Las restricciones inesperadas de la libertad de la persona, de acción y reunión, tan solo unas pocas semanas antes parecían sumamente improbables en los estados democráticos. Todo sucedió prácticamente de la noche a la mañana –sin largos procesos o desarrollos precedentes. Lo que en este respecto debería sacudirnos de nuestra “seguridad aparente” es el hecho, que de la misma manera brusca puede cambiar la situación general en esta tierra y en Europa. Esto no se refiere solo a la libertad religiosa, por la cual en este momento todavía estamos muy agradecidos. Se necesita solo de un “pestañeo” para que comiencen a cumplirse los últimos eventos antes de la segunda venida de Jesucristo. 

A eso se añade, que por la crisis del coronavirus, muchos países en diversos continentes fueron sincronizados. De Asia pasando por Australia, algunos países de África, Europa hasta llegar a América, la gente de repente se encuentra en “el mismo bote”, con los mismos problemas, amenazas y medidas. Independientemente de los diversos Estados en que viven, hubo gente dispuesta a renunciar a derechos de libertad en la lucha contra la amenaza de la pandemia. Eso también lleva a una solidaridad global entre las naciones. No se trata aquí de si las medidas son apropiadas o exageradas, sino de que reconozcamos la línea de base; porque aparentemente de la noche a la mañana puede llegar un evento amenazador inesperado, que lleva a una emergencia estatal global, que es soportada por todos. Un suceso de este tipo, también en otras áreas, podría servir en el futuro como estribo para el ascenso del anticristo (cp. Ap. 13:1-3). 

Ya hace años se sabe de las posibilidades de vigilancia que conlleva la comunicación digital. Por el coronavirus ahora diferentes estados (Taiwán e Israel, entre otros) comienzan a aplicar esta vigilancia oficialmente. De la mano de eso también va una aceleración de obtención y recopilación de datos y perfiles digitales. Para supervisar las reglas de salidas y contactos de la población, por primera vez también se utilizan sistemáticamente objetos voladores no tripulados. Es comprensible que esto debe servir a las “buenas intenciones” –para interrumpir las cadenas de infecciones. Pero con eso a su vez se excede oficialmente una inhibición más en la vigilancia electrónica. Podemos partir firmemente de la base, que como consecuencia de esto, la vigilancia estatal, digital y electrónica también será mucho más fácil de introducir en otros “escenarios de amenaza” futuros. Esto hace, que bajo el signo de salud y bien, en toda una parte de la población se pierdan los reparos al respecto. Eso también queda claro en la disposición creciente de exponer su propio perfil de movimientos en un “coronapp”. 

En este contexto también se volvió a avivar por medio de la crisis del coronavirus, la discusión por la abolición del dinero efectivo. La abolición del mismo evitaría un posible “portador de virus” (dinero efectivo) y eliminaría el peligro de contagio de las personas directamente involucradas en los servicios de pagos. Si la discusión al respecto es avivada por conclusiones virológicas reales, o si solo ocurre como pretexto para una abolición planificada del dinero efectivo, es secundario. Más importante es ver, que tanto la “familiarización” con un servicio de pagos totalmente sin efectivo como también la vigilancia creciente que va de la mano de eso, son más avances que le preparan el camino a la aparición futura de un “solucionador mundial de problemas” (anticristo), (cp. Ap. 13:16-17).  

Por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, en las democracias occidentales a través del coronavirus se llegó a medidas de emergencia, que hacían que los gobiernos repentinamente tuvieran mucho más poder en sus manos para dirigir la vida de sus ciudadanos de manera muy centralista. Queda la preocupación justificada, que también después de un final de las posibles olas de la pandemia algo de eso siga vigente. Por un lado, en el futuro les será más fácil a los gobiernos democráticamente elegidos, imponer decretos de emergencia correspondientes en situaciones difíciles. Por el otro lado, algunos decretos podrían ser mantenidos en diversas intensidades. A eso se añaden las consecuencias económicas del COVID-19, que llevarán a una crisis económica mundial, aún cuando la intensidad de la misma todavía no puede ser prevista. Una recesión de ese tipo ya puede ser el próximo paso para seguir ampliando las intervenciones o decretos estatales que “demostraron ser eficaces en la crisis del coronavirus”. Posibles intervenciones económicas necesarias del lado estatal pueden ser otro paso para que la humanidad global se acostumbre a formas centralistas de gobierno. Todo eso entonces sería otro paso en la preparación del camino para la aparición del anticristo. 

Ahora, el hecho es que las “incisiones del coronavirus” tocan a todos los ciudadanos de la misma manera, totalmente independiente de su religión o sus otros intereses (por ej., eventos deportistas). Como iglesia de Jesús es importante que respaldemos tales medidas de emergencia y que nos sometamos al estado (cp. Ro. 13:1-7), siempre y cuando eso no lleve a la desobediencia hacia Dios y Su Palabra. Eso exige, que estemos muy atentos a los acontecimientos. Insisto en que no se trata de si la iglesia de Jesús debe cumplir con las medidas del coronavirus. Esto, como arriba mencionado, no debería ser un punto de discusión en conexión con Romanos 13. Más bien se trata de ver el desarrollo general: cómo posiblemente ciertos derechos básicos repentinamente pueden ser restringidos o derogados a través de una emergencia, sin muchos cambios radicales o disturbios previos. Esto, como iglesia de Jesús, debería librarnos de toda falsa seguridad en cuanto a la libertad religiosa. 

Como ya se mencionó al principio, no se trata de alimentar al sensacionalismo piadoso ni de comenzar a especular. Sin embargo, lo que se vislumbra en la estela del COVID-19 sin lugar a dudas formará parte del preludio de los últimos acontecimientos globales antes del retorno de Jesucristo. 

La crisis del coronavirus es un toque de atención para la Iglesia de Jesús en occidente. Se trata de despertar de nuestro cristianismo intoxicado por la prosperidad, comprender nuestras seguridades piadosas aparentes, y espiritualmente preparados, dirigir la mirada conscientemente a la segunda venida cercana de Jesús y a los acontecimientos anunciados. Tal como lo escribe el apóstol Pablo en Romanos 13:11-12: 

“Y esto, conociendo el tiempo, que es ya hora de levantarnos del sueño; porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos. La noche está avanzada, y se acerca el día. De­sechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos las armas de la luz.”

La perspectiva arriba descrita y emergente de grandes cambios y escaladas cercanos después de todo no es algo que nos guste. Aun como cristianos creyentes en la Biblia, puede que entonces comencemos a tener miedo y temor. Por esta razón, al final de Su discurso sobre el tiempo del fin en Lucas 21:18 nuestro Señor animó a Sus discípulos. Para terminar, quisiera trasmitir a este versículo como traducción libre a la lengua actual: ¡ánimo – nuestro Señor viene pronto!

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