Controversia en Jerusalén: Israel entre mentira y verdad – Parte 1

Johannes Pflaum

El 6 de diciembre de 2017 marcó un hito en la historia reciente de Israel: el presidente estadounidense Donald Trump reconoció oficialmente a Jerusalén como capital de Israel y dio la orden de iniciar el proceso de traslado de la embajada de Tel Aviv a Jerusalén. A pesar de que este proceso durará varios años, el anuncio provocó gran indignación en el mundo entero.

No solamente el mundo musulmán sino también los países occidentales protestaron contra esta resolución unilateral a favor de Israel. Inmediatamente, alzaron la voz aquellos que exigen a Jerusalén oriental como ciudad árabe y potencial capital de un Estado palestino, en una futura solución con dos Estados.

Probablemente, Trump no es consciente de la importancia que tiene su decisión por el significado profético de Jerusalén en la historia de la salvación. El profeta Zacarías, de una manera muy especial, le da a Jerusalén un rol central en sus escritos. En los 14 capítulos de su libro, habla 38 veces de Jerusalén y 8 veces de Sion, que es otro nombre para Jerusalén. A pesar de que en algunos capítulos no se menciona la ciudad, en otros abundan sus menciones, y en promedio es citada más de tres veces por capítulo.

46 veces (la misma cantidad de veces que se nombra a Jerusalén o Sion) en el libro de Zacarías Dios es llamado “Jehová de los ejércitos”. Este nombre también se puede traducir como “Todopoderoso”, precisamente la manera en la que Dios es llamado en el libro de Apocalipsis. Los ejércitos de Dios se componen de los poderes y ángeles celestiales, que cumplen constantemente Sus órdenes en la tierra; ellos también están sometidos a Sus planes y le tienen que servir. Todo esto es parte del poderoso actuar de Dios y de Su intervención directa en el acontecer mundial y a través de Sus juicios.

Zacarías pone el nombre “Jehová de los ejércitos” en relación directa con la ciudad de Jerusalén. Este hecho ya demuestra la tremenda importancia y actualidad del tema. Leamos, por ejemplo, algunos versículos en el primer capítulo: “Oh Jehová de los ejércitos, ¿hasta cuándo no tendrás piedad de Jerusalén, y de las ciudades de Judá, con las cuales has estado airado por espacio de setenta años? (…) Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Celé con gran celo a Jerusalén y a Sion. (…) Yo me he vuelto a Jerusalén con misericordia; en ella será edificada mi casa, dice Jehová de los ejércitos, y la plomada será tendida sobre Jerusalén. Clama aún, diciendo: Así dice Jehová de los ejércitos: aún rebosarán mis ciudades con la abundancia del bien, y aún consolará Jehová a Sion, y escogerá todavía a Jerusalén” (vv. 12,13,16,17).

Vayamos a la época de Zorobabel y de Esdras: la reconstrucción del Tempo de Jerusalén por los repatriados de Babilonia se ha detenido; no ha avanzado por 16 años. En el año 520 antes de Cristo, se levantan los profetas Hageo y Zacarías para seguir adelante con la reconstrucción del Templo. Pero Jerusalén no recupera la gloria pasada que tuvo bajo David y Salomón, ni tampoco se puede ver en ella el cumplimiento de las promesas que le fueron dadas para el futuro. Visto desde afuera, todo parece quieto y silencioso.

Este es exactamente el informe de los ángeles que recorren la tierra, de los cuales Zacarías habla en el capítulo 1:7-17: cuentan que “toda la tierra está reposada y quieta” (Zac. 1:11). No se ve nada del actuar de Dios. Parece que Sus promesas para Jerusalén, al final, no se cumplirán. Por eso, el ángel del Señor le pregunta cuándo tendrá misericordia de Jerusalén y de Judá. Y entonces, recibe una respuesta que muestra claramente la importancia de Jerusalén en el plan de Dios, siendo la ciudad que Él mismo ha elegido como centro de Su actuar:

“Clama diciendo”, responde el Señor: “Así ha dicho Jehová de los ejércitos: celé con gran celo a Jerusalén y a Sion. Y estoy muy airado contra las naciones que están reposadas; porque cuando yo estaba enojado un poco, ellos agravaron el mal. Por tanto, así ha dicho Jehová: yo me he vuelto a Jerusalén con misericordia” (Zac. 1:14-16).

Aunque todo parece quieto e inmóvil, hace mucho que Dios está actuando de una manera aún no visible. Él, el Señor de los ejércitos, el Todopoderoso, cela a Jerusalén con gran celo. Esto implica juicio para las naciones que quieren tomar a Jerusalén para ellas. Lo que el Señor dice aquí, no solo vale para aquella época. Los versículos 16 y 17 muestran claramente que la reconstrucción del Templo y de la ciudad de Jerusalén en aquel entonces, solamente podían ser un cumplimiento preliminar de las promesas de Dios: “…aún consolará Jehová a Sion, y escogerá todavía a Jerusalén”, dice el versículo 17. El Señor de los ejércitos cela a Jerusalén con gran celo y está muy airado contra las naciones que se sienten tan seguras (v. 15). Debemos tener esto muy en cuenta en todo lo que tiene que ver con Jerusalén.

La indignación contra Trump fue grande cuando reconoció a Jerusalén como capital oficial de Israel. Nadie puede decir con seguridad cuál fue el objetivo del presidente estadounidense al tomar esta resolución. ¿Fue simplemente una decisión a favor de Israel? ¿O se esconde detrás de ella una maniobra táctica en vista de las próximas negociaciones de paz en Oriente Medio? Sea como fuere, y a pesar de toda la indignación, hay que considerar los siguientes hechos:

En 1990, el Congreso estadounidense declaró en una resolución a Jerusalén como capital de Israel. En ese documento leemos, entre otras cosas: “Jerusalén es la capital del Estado de Israel y lo seguirá siendo”.

En 1995, tanto demócratas como republicanos del Congreso, aprobaron con gran mayoría la llamada Jerusalem Embassy Act, una ley que reconoce a Jerusalén como la eterna y no dividida capital de Israel y prevé el traslado de la embajada estadounidense de Tel Aviv a Jerusalén antes de mayo de 1999.

El 5 de junio de 2017, el senado estadounidense aprobó unánimemente una resolución en ocasión del 50 aniversario de la reunificación de Jerusalén, confirmando en ella la Jerusalem Embassy Act. Con todo esto, nos preguntamos qué ocurrió entre 1995 y el 6 de diciembre de 2017. ¿Por qué no se llevó a la práctica esta resolución ya mucho antes?

En sus campañas electorales, tanto Bill Clinton (presidente de Estados Unidos entre 1993 y 2001) como George W. Bush (2001-2009) y Barack Obama (2009-2017) prometieron reconocer a Jerusalén como capital de Israel. Bush incluso había prometido que como su primer acto oficial iniciaría el traslado de la embajada de Tel Aviv a Jerusalén. Bill Clinton interrumpió en virtud de su cargo la resolución por seis meses, lo que sus sucesores también hicieron reiteradamente. De esta manera, una disposición derogatoria siguió a la otra entre 1995 y 2017, hasta que el 6 de diciembre de 2017, Donald Trump puso finalmente en vigor la ley de 1995.

Notemos entonces que lo único que hizo Trump fue llevar a cabo lo que se había resuelto ya 22 años antes. Contrariamente a sus tres predecesores, llevó a la práctica lo que había prometido con respecto a Jerusalén en su campaña electoral. Esta realidad objetiva, si bien algunos medios de comunicación la mencionaron, lamentablemente se perdió de vista por las oleadas de indignación.

La gran pregunta en todo esto es si la resolución de Estados Unidos corresponde o no a los hechos históricos. Los medios sugieren una y otra vez que Israel tiene injustamente ocupada Jerusalén oriental, es decir, la parte árabe de la ciudad. Deberíamos considerar al respecto que desde la destrucción del Templo de Jerusalén en el año 586 a.C. hasta la recuperación del antiguo centro por Israel, el 7 de junio de 1967, Jerusalén nunca ha sido capital de un Estado árabe. Además, Jerusalén, que hoy es considerada la tercera ciudad santa para el islam después de La Meca y Medina, incluso estando bajo ocupación y dominación musulmana, nunca ha sido ni capital provincial ni centro cultural del islam.

Con respecto a la división de Jerusalén, es imprescindible que averigüemos bien desde cuándo Jerusalén es una ciudad dividida, pues esto es algo que muchas veces se pasa por alto en la discusión actual.

Jerusalén fue dividida en mayo de 1948, en la Guerra de Independencia de Israel. La división no fue efectuada por las tropas israelíes sino por Jordania, cuyo ejército invadió Israel y Jerusalén. Retengamos entonces: a pesar de que Israel no existía como Estado entre el año 70 y 1948, Jerusalén nunca había sido dividida por ninguna potencia ocupante. Recién en 1948, la ciudad fue dividida a través de la anexión de Jerusalén oriental a Jordania, en contra del Derecho internacional.

Por esta razón, es correcto utilizar el término de “reunificación de Jerusalén” cuando hablamos del 7 de junio de 1967. En este sentido, quisiera citar una reveladora carta de Walther Peinsipp, representante austriaco en Tel Aviv en aquel entonces. La carta tuvo carácter de informe secreto y fue escrita el 9 de junio de 1967. Entre otras cosas, planteaba:

“A través de negociaciones directas, en las cuales no se excluye la mediación de un tercero (aunque la experiencia enseña que muy poco se puede esperar de ello, y menos aún de la ONU) se intentará lograr un arreglo de paz definitivo con los árabes. Israel tiene la ventaja de que sus fuerzas militares conocen profundamente la mentalidad árabe. El estatus de Jerusalén como ciudad dividida se ha acabado, y también se aseguró el acceso a los sitios religiosos”.

Aquí se está hablando del fin de la división de Jerusalén, exactamente como se habla del fin de la división de Berlín en el año 1989. Con esto se nos impone la pregunta de si Jerusalén oriental realmente ha sido la parte árabe de la ciudad de Jerusalén y por lo tanto, si debería pertenecer exclusivamente a los palestinos, como se sugiere hoy por todos lados.

En el año 135 d. C., después de aplastar la rebelión del líder judío Bar Kojba contra el Imperio Romano, el emperador Adriano prohibió a los judíos vivir en Jerusalén. Solamente podían visitar la ciudad un día al año. Esta prohibición romana se aplicó por 300 años, después de los cuales los judíos volvieron a vivir en Jerusalén junto a los árabes. En 638 d. C., el conquistador musulmán Calif Omar permitió a los judíos el acceso y la permanencia en Jerusalén. Cuando los cruzados conquistaron a Jerusalén el 15 de julio de 1099, hicieron una espantosa masacre entre la población musulmana y también entre la judía, lo que nos muestra que no solamente había musulmanes sino también judíos que vivían en Jerusalén.

En 1844, los judíos fueron registrados como el grupo de población más numeroso de Jerusalén. En aquel entonces vivían allí 7,120 judíos, 5,000 musulmanes y 3,390 cristianos. Hasta 1922 la población judía ascendió a casi 34,000, llegando así a dos tercios de la población de Jerusalén. Hasta el año 1865, toda la población de Jerusalén vivía en la parte antigua de la ciudad, la que hoy se conoce como Jerusalén oriental. Es decir, en aquel entonces la población judía constituía el grupo más numeroso en lo que es hoy Jerusalén oriental. Luego, debido al fuerte crecimiento de su población, los judíos comenzaron a construir casas en la parte occidental. Y recién en 1948, cuando Jordania expulsó a la fuerza a los judíos que vivían en Jerusalén oriental y ocupó esta parte de la ciudad, quedó allí solamente la población árabe.

También debemos tener en cuenta que el corazón del judaísmo se encuentra en Jerusalén oriental: el Monte del Templo, el Muro Occidental (o Muro de los Lamentos), la Universidad Hebrea, la ciudadela de David, etc. Respecto a estos santuarios del judaísmo, Jordania (contrariando de su promesa) negó a los judíos el acceso a Jerusalén oriental, y delante del Muro de los Lamentos, por ejemplo, se construyeron casuchas. Es interesante leer la confirmación de este hecho en el informe secreto de la representación austríaca en Tel Aviv, del 25 de julio de 1967:

“Recordemos que, contrariamente a los convenios del tratado de armisticio israelí-jordano de 1949, durante 19 años se les negó a los judíos años el acceso al Muro de los Lamentos”.

Desde 1967, bajo el control israelí, todos los grupos religiosos tienen acceso a sus santuarios. Israel hasta sometió la administración civil del monte del Templo a la autoridad islámica Waqf.

Hoy se habla cada vez más de Jerusalén oriental como territorio ocupado por Israel. Para esto se busca respaldo en la conocida resolución 242 de la ONU, que supuestamente define a Jerusalén oriental como territorio ocupado. En esta resolución, bajo el punto 1, leemos literalmente lo siguiente:

“i) Retiro de las fuerzas armadas israelíes de territorios que ocuparon durante el reciente conflicto;

ii) Terminación de todas las situaciones de beligerancia o alegaciones de su existencia, y respeto y reconocimiento de la soberanía, integridad territorial e independencia política de todos los Estados de la zona y de su derecho a vivir en paz dentro de fronteras seguras y reconocidas y libres de amenazas o actos de fuerza.

Bajo el punto 2, leemos que se garantiza:

“c)… La inviolabilidad territorial e independencia política de todos los Estados de la zona, adoptando medidas que incluyan la creación de zonas desmilitarizadas”.

Jerusalén oriental no se menciona en esta resolución. Se podría alegar que la causa es que justamente pertenece a los “territorios ocupados durante el reciente conflicto”. Pero no es así. Arthur Goldberg, embajador estadounidense en la ONU y uno de los autores de esta resolución, hace énfasis en que intencionalmente no se menciona a Jerusalén porque la resolución no refiere a ella. En 1967, Goldberg expresó las siguientes palabras en un discurso ante las Naciones Unidas:

“Reiteradamente he señalado que desde el principio las líneas de armisticio de 1948 han sido consideradas una solución meramente pasajera. Esto valía, por supuesto, en primer lugar para Jerusalén. En ningún momento, en mis numerosos discursos, he llamado a Jerusalén oriental territorio ocupado”.

Por esta razón, es simplemente una equivocación referirse una y otra vez a la resolución 242 con respecto a Jerusalén. Es cierto que, ya antes de 1948, la ONU exigió la internacionalización de Jerusalén. Mientras que la parte judía estuvo de acuerdo, la parte árabe se opuso vehementemente. A causa de esto, Israel tampoco quiso hacer más concesiones. De 1948 hasta 1967, no hubo ninguna voz árabe pidiendo la internacionalización de Jerusalén. En aquellos años la parte oriental estaba bajo ocupación jordana. Recién con la recuperación de Jerusalén oriental en 1967, se comenzó a reclamar la internacionalización de la ciudad. Pero esto no es todo: ahora se quiere hacer de Jerusalén oriental la capital de un futuro Estado palestino.

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