¿Como en los días de Noé?

Samuel Rindlisbacher

La prosperidad es grande. Pero así lo es la decadencia moral. ¿Cómo debemos evaluar los acontecimientos del tiempo presente? ¿Y qué rol juega en eso el cambio climático? Algunos pensamientos. 

En el diario suizo Anzeiger von Uster un lector elogió el período de transición global y ­memorable en que vivimos: “Pareciera que en las sociedades progresistas y seculares se está transformando fundamental y profundamente la manera de pensar y actuar. También la fe en Dios, como ya sucedió con la creencia en espíritus, ídolos y dioses, ha pasado su cénit y es un modelo caduco. Cada vez son más las personas que reconocen que la religión es un placebo de efecto poderoso y que el Dios antropomorfo, masculino, todopoderoso, omnisciente y todo-bondadoso es un constructo de carácter temporal de nosotros los humanos, lo que explica el aumento del ateísmo.” Él afirma que: “Cuánto más ateos libres de Dios haya en una sociedad, tanto más alto el nivel intelectual-cultural.” 

Me pregunto, a qué nivel intelectual-cultural él se pueda referir. Anualmente ocurren 50 millones de abortos –en parte hasta en el noveno mes de embarazo. Quedan atrás madres a menudo profundamente traumatizadas. ¿Y dónde está el nivel intelectual-cultural en la propagación de la ideología de género, que simplemente elimina las diferencias entre mujer y hombre, y que a muchas personas jóvenes las deja totalmente inseguras? Ellas no reciben ninguna respuesta a preguntas que a menudo son planteadas por toda una vida: “¿Quién y qué soy yo?”. ¿Acaso la sexualización temprana de nuestros niños, en parte a través de la presentación de prácticas sexuales anormales, es expresión del nivel intelectual-cultural en aumento? Sus consecuencias son almas infantiles turbadas, alteradas y dañadas. 

Y si ya estamos hablando de nuestro nivel intelectual-cultural alto, ¿qué de la legalización de drogas? Esta produce cada vez más personas jóvenes con psicosis e incapacidad laboral. El portal de Internet “Neurólogos y Psiquiatras en la Red” escribe sobre el consumo de cannabis: “Característico para el efecto de cannabis es el espectro amplio de efectos psíquicos, que influyen en el sentir, el pensar, la memoria y la percepción. El consumo intensivo de cannabis en los años jóvenes posiblemente pueda fomentar la aparición de las psicosis.” 

Cuánta razón tiene la Biblia cuando dice: “¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo!” (Is 5:20). ¡Hemos llegado lejos con nuestro ateísmo libre de Dios! El semanario evangélico ideaSpektrum informó de la recomendación que el Ministerio Federal de Asuntos de la Familia hizo a escuelas y maestros, “de reconocer la diversidad sexual en las escuelas y de apoyarla”. Ellos debían informar sobre “temas del área de los estilos de vida homosexuales y de la diversidad sexual”. Colgando afiches, las escuelas podrían “hacer que la diversidad sea visible”. Ellos podrían adquirir “libros con personajes lesbianos, homosexuales y bisexuales” para la biblioteca escolar, y en diálogos mencionar como algo natural al compañero del mismo sexo de un amigo: “Además actúa como apoyo, si en la escuela hay adultos que abiertamente hablan de su propio estilo de vida con personas del mismo sexo.” 

Así vivimos en el día de hoy. ¡Las consecuencias de eso son trágicas! En mayo, se difundió una noticia por los medios de comunicación, de un hombre que llegó a un hospital en los EE. UU.  con fuertes dolores abdominales recurrentes de manera regular. Lo trágico: a la enfermera le dijo que había nacido como mujer. El hombre era “transexual”, originalmente una mujer. Aún así, al principio ninguno de los médicos hizo una prueba de embarazo. Cuando ellos finalmente se dieron cuenta que se trataba verdaderamente de un embarazo, era demasiado tarde para el bebé. Acertadamente lo expresa una vieja canción cristiana: “Sin Dios se va a la oscuridad, pero con Él vamos a la luz”.

Dios nos habla a través de las señales del tiempo. La gente tiene miedo. Eso lo vemos en su trato con el cambio climático. Sea lo que fuere que pensemos sobre eso, el hecho es que la gente de a miles van a las calles para manifestar contra el calentamiento del clima, por temor a lo que aún está por venir. Sorprendentes son las sugerencias de soluciones que presentan: dicen que debemos reducir el consumo de carne; no traer más niños en el mundo, ya que ellos supuestamente significan una contaminación al medio ambiente, y no usar más vehículos diesel. 

Sí, yo también creo que algo anda mal con nuestro clima. Aún así me pregunto, si no habría una causa diferente. Pedro dice: “Pero los cielos y la tierra que existen ahora, están reservados por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombres impíos” (2 P. 3:7). Con eso, él se refiere al “primer mundo” en los días de Noé (vs. 1-6), que sucumbieron por el agua. La razón fue que la gente ya no quería nada que ver con Dios. Hoy vamos rumbo a la segunda venida de Jesucristo, y la gente cada vez quiere tener menos que ver con Dios. 

El tiempo previo al diluvio es descrito de la siguiente manera: “Vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal. Y se arrepintió Jehová de haber hecho hombre en la tierra, y le dolió en su corazón. Y dijo Jehová: Raeré de sobre la faz de la tierra a los hombres que he creado, desde el hombre hasta la bestia, y hasta el reptil y las aves del cielo; pues me arrepiento de haberlos hecho” (Gn 6:5-7). 

La maldad de la humanidad en ese tiempo era muy grande (v.5), los pensamientos de sus corazones eran malos (v.6). La tierra ­entera estaba corrompida (v.11), totalmente llena de perversión (v.12). La gente que vivía antes del diluvio hacía lo que hacemos nosotros hoy: le dieron la espalda a Dios, Lo excluyeron de su pensar, de sus corazones y vidas, de sus familias, escuelas y congregaciones. ¡Cuando se le revoca la invitación a Dios, Él se va! Y cuando Él se va, también lleva consigo a Su mano que guarda, bendice y protege. Quizás deberíamos tener en cuenta este aspecto cuando hablamos del cambio climático. 

Como ejemplo para nosotros, Dios presentó a Israel la bendición y la maldición: “Pero acontecerá, si no oyeres la voz de Jehová tu Dios, para procurar cumplir todos sus mandamientos y sus estatutos que yo te intimo hoy, que vendrán sobre ti todas estas maldiciones, y te alcanzarán […] Jehová traerá sobre ti mortandad, hasta que te consuma de la tierra a la cual entras para tomar posesión de ella. Jehová te herirá de tisis, de fiebre, de inflamación y de ardor, con sequía, con calamidad repentina y con añublo; y te perseguirán hasta que perezcas. Y los cielos que están sobre tu cabeza serán de bronce, y la tierra que está debajo de ti, de hierro. Dará Jehová por lluvia a tu tierra polvo y ceniza; de los cielos descenderán sobre ti hasta que perezcas” (Dt. 28:15,21-24). 

Dios nos escucha y nos deja hacer nuestra voluntad. Él deja que hagamos lo que queremos. ¿Será que por eso la bendición faltante de Dios sea una de las causas del cambio climático? ¿Será esta Su exhortación? Dios nos habla, porque Él “no quiere la muerte del impío, sino que se vuelva el impío de su camino, y que viva” (Ez. 33:11). Todavía vale lo siguiente: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo” (Hch. 2:21). Y nosotros que amamos a Jesús, esperamos Su segunda venida y tenemos que vivir en un mundo cada vez más oscuro, tenemos el privilegio de hacer lo que en aquel tiempo hizo Noé. Hasta el final él siguió siendo un predicador de la justicia (2 P. 2:5). Él no abandonó su misión de señalar la salvación en el arca (Jesucristo), y siguió viviendo con Dios –a pesar de toda la resistencia. Eso también queremos hacerlo nosotros.

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