Belén, Cristo y nosotros

Burkhard Vetsch (1920–2008)

Fue el pueblito judío de Belén, donde debía nacer el Salvador del mundo. ¿Qué significa eso para nuestra vida?

En Belén, Israel –¡y en ningún otro lado del mundo!– debía nacer el Salvador del mundo como niño judío. Dios se lo hizo saber al profeta Miqueas con más de 700 años de anticipación: “Pero tú, Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad” (Mi. 5:2).

Belén Efrata, un lugar pequeño en medio de viñedos y olivares, ese es el pueblo judío en el que nació el rey David. Y justamente allí ahora nace el Mesías, el venidero Rey de reyes. Belén = casa de pan, Efrata = fértil. ¡Belén, pequeña ciudad! ¡Cuánto amamos este lugar! ¡Belén! ¡Navidad! ¡Júbilo y alegría vuelven en la Navidad! –Pero para el Mesías, Rey y Señor no se puede encontrar un hospedaje digno, ni un lugar adecuado.

El establo y el comedero de animales no tienen nada que ver con el romanticismo encantador, sino que testifican de la pobreza más amarga. Dios quiso que a Su Hijo no se le ofreciera ningún palacio como albergue. Su vida en la Tierra desde el primer día se caracterizó por pobreza y privación. El camino de Jesús llevó desde el comedero de madera a través del sufrimiento a la cruz de madera.

Como el único Cordero de sacrificio determinado por Dios, Él nos trajo la expiación por nuestros pecados por medio de Su sangre. En el madero de maldición, Él obtuvo la salvación para nosotros los pecadores. Isaías lo profetizó mucho tiempo antes de que sucediera: “Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca” (Is. 53:7).

Fue la manera de Dios de hacernos un regalo de Navidad en Su Hijo. ¿Y qué hemos hecho nosotros de Su cumpleaños? ¡Una fiesta de lujo! ¿Pensamos todavía en el nacimiento de Jesús, cuando disfrutamos de un banquete opulento y de nuestros regalos?

¡Belén! Encima de ti se abrió el cielo, porque los ángeles en esa noche en la pradera le trajeron el mensaje eternamente gozoso a una casta de pastores baja e intimidada, un mensaje que también a nosotros nos hace felices una y otra vez: “Y he aquí, se les presentó un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor; y tuvieron gran temor. Pero el ángel les dijo: no temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor. Esto os servirá de señal: hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre. Y repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y decían: ¡gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!” (Lc. 2:9-14).

¡Había llegado! La luz prometida, la estrella brillante de la mañana de la que hablaron los profetas. “El pueblo que andaba en tinieblas vio gran luz; los que moraban en tierra de sombra de muerte, luz resplandeció sobre ellos” (Is. 9:2). Jesús como cumplimiento de las promesas antiguotestamentarias le habló a Su pueblo y dijo: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Jn. 8:12). “Yo, la luz, he venido al mundo, para que todo aquel que cree en mí no permanezca en tinieblas” (Jn. 12:46). ¡Él nos habla hoy a usted y a mí! Quien sea que permita que su vida sea examinada por esta luz de misericordia, se le hará entrar en el reino de Su paz y gozo.

¡Belén! ¡Maravilloso lugar de conmemoración, cuna de la cristiandad! ¡Cuánto nos emociona esto! – ¿Y hoy? Lugar triste de miseria y desolación bajo el islam. El poder de la maldad y del odio intenta apagar la luz del evangelio. Lo que debe recordar a la historia judía, cae presa de la destrucción con violencia brutal.

Donde nació el Hijo de Dios, hoy exclaman “¡Alá Akbar!”. En el Corán 8,30 dice: “Los cristianos dicen: Cristo es el Hijo de Dios. Ellos se atreven a expresar esto abiertamente. Esta gente maldita. Que Alá los mate a palos. ¡Cómo pueden ser tan estrafalarios!”. ¿Será que el poder de las tinieblas ahora realmente triunfe sobre la Palabra eterna de Dios? ¿Por qué será que Jesús permite que el lugar de Su nacimiento sea profanado? ¿Podrá ser que los lugares de conmemoración hayan sido convertidos demasiado en santuarios por así llamados cristianos, en lugar de honrar al Señor mismo en fiel obediencia y fe? ¿Le daremos mayor honor a lo creado que al Creador?

Jesús odiaba y condenaba toda hipocresía piadosa y toda ceremonia exterior. Eso no ha cambiado en el día de hoy. Él busca corazones sinceros, que producen obras de amor por medio del Espíritu. Colosenses 1:10 nos llama a que andemos “como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios.” Todo fingimiento falso Le es un horror: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, mas por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia. Así también vosotros por fuera, a la verdad, os mostráis justos a los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía e iniquidad. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque edificáis los sepulcros de los profetas, y adornáis los monumentos de los justos” (Mt. 23:27-29).

¿De qué sirve estar de rodillas ante el lugar de nacimiento de Jesús, de qué sirven las peregrinaciones a la Tierra Santa, si las inmundicias en el corazón no son reconocidas y quitadas? ¿De qué sirve la celebración más pomposa de Navidad, si en los corazones siguen proliferando la impureza y la desobediencia? Si deseamos la buena voluntad de Dios sobre nuestra vida, debemos estar dispuestos al camino de humildad por el cual anduvo Jesús. Él solamente entra allí donde encuentra corazones honestos. A esas personas les promete que verán a Dios.

Pero Jesús no quiere ser invitado solamente para una celebración. ¡Él quiere ser nuestro Señor y así dirigir nuestra vida! ¡Por eso no alcanza con una celebración de Navidad emocionante, que se organiza debidamente en diciembre!

Cuando en Navidad una y otra vez festejamos el nacimiento de Jesús de hace 2 000 años atrás, no nos quedemos con el niñito precioso en el pesebre. Jesús es el Señor, el Rey de todos los reyes, el que pronto regresará triunfante. ¡Hacia eso queremos orientarnos y dejarnos preparar!

Donde todavía domina la oscuridad del pecado, debe penetrar Su luz de misericordia. En Juan 8:12, el Señor nos dice también a nosotros: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.” Hoy más que nunca, Jesús necesita portadores de luz como mensajeros de paz, que proclaman el evangelio a aquellos que aún viven sin paz en la miseria de sus pecados. A eso se contrapone el poder de las tinieblas, que quiere destruir el plan de paz de Dios. ¡Pero Jesús sigue siendo vencedor! ¡Pongámonos de Su lado! Porque tiene que cumplirse, lo que ya pudo ver Isaías en el Espíritu: “También te di por luz a las naciones, para que seas mi salvación hasta lo postrero de la tierra” (Is. 49:6). Entonces Zacarías 2:14 también es para nosotros, y sumámonos alegres diciendo: “Canta y alégrate, hija de Sion; porque he aquí vengo, y moraré en medio de ti, ha dicho Jehová.” Nuestro gozo será perfecto, cuando también Belén e Israel puedan unirse a esa alegría cuando Jesús venga otra vez.

También en el año 2019 y a pesar de todas las adversidades, la Navidad puede convertirse en una fiesta de gozo para todos los que, a través de la sangre de Jesús, han recibido el perdón. ¡En Jesucristo les deseo verdadero gozo y una Navidad bendecida!

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