Apocalipsis 15 y el futuro de Israel

Norbert Lieth

En Apocalipsis 15, Juan ve un panorama acerca del comienzo de los últimos juicios del tiempo final. Conectado con esto también está la restauración y salvación del pueblo de Israel.

Así como los deportistas se preparan para la salida, como los soldados se preparan para un ataque, como los marineros levantan las velas para zarpar, así en el tiempo del fin se prepararán los siete ángeles para el último juicio de Dios: «Vi en el cielo otra señal, grande y admirable: siete ángeles que tenían las siete plagas postreras; porque en ellas se consumaba la ira de Dios» (Ap. 15:1). Relacionado con esto, el apóstol Juan ve lo siguiente en su visión del apocalipsis: «Vi también como un mar de vidrio mezclado con fuego; y a los que habían alcanzado la victoria sobre la bestia y su imagen, y su marca y el número de su nombre, en pie sobre el mar de vidrio, con las arpas de Dios» (Ap. 15:2). 

El escenario hace pensar en varios «mares» en la Biblia. Primeramente, hace recordar el gran lavabo delante del templo, que también era denominado mar: «Hizo fundir asimismo un mar de diez codos de un lado al otro, perfectamente redondo; su altura era de cinco codos, y lo ceñía alrededor un cordón de treinta codos» (1 R. 7:23). Luego, nos recuerda al Mar Rojo que Israel atravesó para llegar a la libertad. Después de que ellos lo pasaron, los israelitas con Moisés cantaron una canción (cp. Ap. 15:3-4). También conocemos el «mar de las naciones»: «El que sosiega el estruendo de los mares, el estruendo de sus ondas, y el alboroto de las naciones» (Sal. 65:7). Y además, sabemos que el futuro gobernador mundial anticristiano sale de entre el mar de naciones (Ap. 13:1), contrario al anticristo que sale de la tierra (Erez Israel, Ap. 13:11). 

Apocalipsis 4:6 menciona el mar de vidrio: «Y delante del trono había como un mar de vidrio semejante al cristal; y junto al trono, y alrededor del trono, cuatro seres vivientes llenos de ojos delante y detrás». Este mar fácilmente podría referirse al mar de las naciones, que se encuentra delante del trono de Dios y que es visto desde el ángulo visual del Omnipresente. Eso significa: todo está en la presencia de Dios, todo se encuentra en Su ángulo visual, el mundo entero es manifiesto delante de Él, Él trasciende y ve todo. La gloria de Dios domina en toda la redondez de la tierra. Ningún ser es invisible delante de Él. 

Este mar está impregnado de fuego. Eso también señala los juicios. Los redimidos están parados frente al mar; ellos ya no se encuentran dentro del mismo. Ellos fueron salvados por la sangre del Cordero. En la gran tribulación, pasaron por el fuego del sufrimiento (bautismo de fuego) y los torrentes de aguas del anticristo y de las naciones pasaron por ellos. Pero el fuego no los pudo quemar y el agua no los pudo ahogar (Is. 43:2). Ahora los vencedores ya no están en el mar, sino que están liberados y desde arriba lo miran con triunfo. 

«Y cantan el cántico de Moisés siervo de Dios, y el cántico del Cordero, diciendo: grandes y maravillosas son tus obras, Señor Dios Todopoderoso; justos y verdaderos son tus caminos, Rey de los santos. ¿Quién no te temerá, oh Señor, y glorificará tu nombre? Pues sólo tú eres santo; por lo cual todas las naciones vendrán y te adorarán, porque tus juicios se han manifestado» (Ap. 15:3-4). 

Así como Israel en aquel tiempo, después de pasar el Mar Rojo, cantó una canción con Moisés (Éx. 15:1), así vuelve a suceder. Los egipcios fueron juzgados en el mar, Israel fue liberado por medio de la sangre del cordero y de pasar por el mar. Aquí sucede algo similar. El mundo es juzgado, pero los vencedores son salvados por la sangre del Cordero, a través de la tribulación. 

El Apocalipsis es la prueba que, para los judíos, Dios todavía tiene reservado un rol central en Su plan para la salvación del mundo. En el Apocalipsis se cierra el círculo. La primera canción que encontramos en la Biblia es la canción de Moisés y los israelitas, en Éxodo 15. Además de esta, en Deuteronomio 32, nos es mostrada otra canción de Moisés, que él presentó al pueblo juntamente con Josué (31:30; 32:44). Y ahora, la primera y la última canción de la Biblia son mencionadas juntas en el Apocalipsis. Eso señala lo siguiente: la canción de Moisés está conectada a la canción del Cordero; y sigue reteniendo su significado. Comienza con Israel y termina con Israel, y el objetivo es el Cordero. Dios nos muestra, a través de esto, cómo todo está relacionado y nada es abandonado. El llamado profético de Moisés consistió en estar orientado hacia Jesús. Moisés sin Jesús es impensable. 

En las dos canciones vemos que el Antiguo y el Nuevo Testamento forman una unidad. La canción de Moisés en Deuteronomio 32 da un resumen completo de la historia de Israel. Los versículos anteriores, Deuteronomio 31:29-30, muestran que trata del fin de los días. La canción en Deuteronomio 32 se divide en las siguientes partes: los versículos 1 al 6 describen la grandeza y la fidelidad de Dios. Del 7 al 14: la historia temprana de Israel. Del 15 al 19: el tiempo de los profetas. Del 20 y 21: Dios se retira de Su pueblo. Del 22 al 33: Dios dispersa a Su pueblo y lo entrega a la persecución. Del 34 al 36: el tiempo del fin se acerca, tanto el día de la misericordia de Dios como también el de la venganza y retribución. Del 37 al 42: los juicios en el tiempo del apocalipsis. Versículo 43: bendición y redención definitivas para Israel. 

«Después de estas cosas miré, y he aquí fue abierto en el cielo el templo del tabernáculo del testimonio; y del templo salieron los siete ángeles que tenían las siete plagas, vestidos de lino limpio y resplandeciente, y ceñidos alrededor del pecho con cintos de oro. Y uno de los cuatro seres vivientes dio a los siete ángeles siete copas de oro, llenas de la ira de Dios, que vive por los siglos de los siglos. Y el templo se llenó de humo por la gloria de Dios, y por su poder; y nadie podía entrar en el templo hasta que se hubiesen cumplido las siete plagas de los siete ángeles» (Ap. 15:5-8). 

El templo celestial que es abierto, es el original, es la morada más sublime de Dios. El templo terrenal y el tabernáculo eran imágenes de este. Los ángeles están vestidos con vestiduras sacerdotales y realizan un servicio santo, justo y sacerdotal. Ellos están al servicio del Rey. Las copas de oro de los siete mensajeros corresponden a las vasijas utilizadas en el tabernáculo para esparcir la sangre (Éxodo 27:3). Esto demuestra que todos los juicios son justos y son parte de la santidad de Dios. 

La nube de humo y que nadie puede entrar al templo, nos recuerda el tiempo de Jeremías: «Te cubriste de nube para que no pasase la oración nuestra» (Lam. 3:44). El tiempo de la ira final de Dios ha llegado, tiempo en que se cubre con Su gloria inaccesible, y completa el juicio. Dios se retira y se muestra justamente por medio de eso. Quizás también sea una indicación de que a Dios no le agrada el juicio, pero que lo tiene que hacer por motivo de Su justicia. Porque con anterioridad decía en Lamentaciones: «Porque no aflige ni entristece voluntariamente a los hijos de los hombres» (Lam. 3:33). Sí, Él se cubre, está retirado y nadie puede acercarse a Él. ¿No se puede pensar aquí también en duelo? 

Lo que es notable es lo que el pueblo de Israel llegará a reconocer en el último tiempo según Apocalipsis 15 y Deuteronomio 32. ¡A qué confesión maravillosa de Dios y del Cordero ha sido llevado a través de la tribulación! Por milenios, el pueblo judío se ha resistido a eso, no lo ha querido reconocer, lo ha negado y burlado, representado a Jesús como Belcebú, maldecido y perseguido a Él y a Sus seguidores, ignorado Isaías 53 en sus lecturas de la Escritura… y ahora esta confesión acerca del Cordero. 

Eso hace pensar en personas que, por mucho tiempo, no quisieron saber nada de Jesús, y más tarde lo alababan por sobre todo. Sucede una y otra vez que personas que antes lo rechazaban, se convierten y llegan a profesarlo.

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