Apocalipsis 12 y el futuro de Israel

Dr. Thomas Ice

Una y otra vez, las publicaciones de Llamada de Medianoche hacen referencia a la futura restauración de Israel. Como respuesta a esto, los críticos intervienen afirmando: “¡el Nuevo Testamento no dice nada de esto!”. He aquí, una postura al respecto.

Algunos críticos dicen respecto a nuestra perspectiva profética, que el Nuevo Testamento no habla acerca de una futura nación de Israel. El teólogo supersesionista, Gary DeMar explica: “No hay ni un solo versículo en el Nuevo Testamento que apoye la afirmación de que la restauración de Israel como nación tiene una importancia profética”. Dijo también: “Después del año 70 d. C., Israel como nación no desempeña ningún papel profético. El Nuevo Testamento solo habla de la futura destrucción de Israel, nunca de su lejana restauración”. Es evidente que DeMar no ha leído nunca Romanos 11:25-27. De nuestra parte, creemos que existen referencias en el Nuevo Testamento, sobre todo en Apocalipsis, acerca de una futura nación de Israel en la Tierra. Todo el capítulo 12 de Apocalipsis habla acerca de esto.

Las referencias del Nuevo Testamento a un Israel futuro
Para apoyar la convicción del supersesionismo o teología de la sustitución, la cual afirma que Israel no tiene un destino profético en la Biblia, habría que hallar al menos un pasaje del Nuevo Testamento que lo enseñe. Luego, partiendo de este versículo, demostrar que la Iglesia es el nuevo Israel. Sin embargo, ningún pasaje enseña esto. Por el contrario, contamos con pasajes del Nuevo Testamento que hablan, de manera profética, de un Israel nacional o de la existencia de una futura nación de Israel.

En 2013, Michael Rydelnik expuso este tema en la conferencia del grupo de estudio Pre-Trib, donde presentó un esquema, acompañado de una serie de pasajes bíblicos, los cuales ordenó de la siguiente manera: el Nuevo Testamento afirma que las promesas son para Israel (Hch. 3:25; Ro. 9:4-5, 11:28-29); el Nuevo Testamento afirma que Dios dio la tierra a Israel (Hch. 7:5; 10:37, 39; Hch. 11:8-10); el Nuevo Testamento dice que Israel vivirá en esta Tierra en el futuro (Mt. 24:15-20; Ap. 7:4-9, 11-12; 16:14-16); el Nuevo Testamento habla de un futuro templo en Israel (Mt. 24:15; 2 Ts. 2:1-4); el Nuevo Testamento nos revela una futura restauración de los judíos en el territorio de Israel (Mt. 23:37-39; 24:30; Lc. 21:24; Ro. 11:25-27); el Nuevo Testamento nos habla de un futuro reino judío en el país de Israel (Mt. 19:28; Hch. 1:6-7).

Israel en el período de la Tribulación
Todo el capítulo de Apocalipsis 12 nos habla del futuro de Israel en el plan de Dios. Robert Thomas nos enseña el lugar que ocupa este capítulo en la revelación general de Apocalipsis:

La séptima trompeta abrió el camino para la revelación de las siete copas del juicio. Sin embargo, para que esta revelación sea significativa, es necesaria una visión general de las fuerzas ocultas que están detrás de este apogeo de la historia de la humanidad y de sus protagonistas.

Apocalipsis 12 hace referencia a los judíos de Israel, ubicados en Jerusalén y la región circundante de Judá. Trata de los acontecimientos de la segunda mitad del período de la Tribulación y cómo estos afectan a los judíos. Se examina además el futuro conflicto angelical y su impacto en Israel. Cuando Dios abre el telón espiritual, vemos la batalla histórica entre la descendencia de la serpiente y la de la mujer, la victoria final de Cristo sobre sus enemigos y la salvación de la nación de Israel.

Apocalipsis 12 y 13 se consideran los capítulos más simbólicos de todo el libro, el cual, por otra parte, ha sido considerado durante mucho tiempo la obra más simbólica de la Biblia. Paul Tan define “símbolo” como “…una descripción representativa y descriptiva de un acontecimiento real, una verdad o un objeto. Lo representado no es el acontecimiento real, sino que transmite un significado representativo de ese acontecimiento”. Aunque reconocemos el uso de símbolos en Apocalipsis, esta no es razón para abandonar la interpretación literal del libro. Brian Hand señala: “Siempre que se utilizan símbolos, hay una interpretación contextual, una interpretación bíblica general o una pista clara para que el intérprete entienda qué está ocurriendo”. Los intérpretes literales del Apocalipsis reconocen unos veinticinco símbolos en esta obra. Cerca de la mitad de ellos son explicados en el propio texto, por ejemplo: “El misterio de las siete estrellas que has visto en mi diestra, y de los siete candeleros de oro: las siete estrellas son los ángeles de las siete iglesias, y los siete candeleros que has visto, son las siete iglesias” (Ap. 1:20).

La mujer y el dragón
Apocalipsis 12:1 dice: “Apareció en el cielo una gran señal: una mujer vestida del sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas”. El primer versículo del capítulo 12 comienza: “Apareció en el cielo una gran señal”, lo que se vuelve a repetir en el versículo 3: “También apareció otra señal en el cielo”. Es así que el propio texto señala la figura de la mujer y el dragón como símbolos –en este contexto la expresión “señal” indica el uso de un símbolo–. La palabra señal nos hace buscar qué intención divina hay detrás. ¿A quién simboliza la mujer de Apocalipsis 12? Tanto los católicos, como muchos supersesionistas protestantes, creen que la mujer de este pasaje representa a la Iglesia, a María, o al pueblo de Dios a través de los tiempos. Por ejemplo, Hipólito (c. 200 d. C.) dijo: “Con la mujer vestida de sol, claramente se refería a la Iglesia”. En la actualidad, una opinión más aceptada por los teólogos suplantacionistas es que la mujer de Apocalipsis 12 simboliza al pueblo de Dios. Por ejemplo, dicen: “La mujer no simboliza a Israel, sino a los judíos y gentiles salvados a lo largo de la historia” o “Ella es el pueblo de Dios, tanto antes como después de la venida de Jesús, representando a Israel, a María (la madre de Jesús) y a la Iglesia, todo a la vez”. 

Sin embargo, J. B. Smith explica: “La mujer en este texto de Apocalipsis no puede representar otra cosa que Israel, como lo demuestran claramente todos los hechos y evidencias”. Incluso un preterista como DeMar reconoce que el simbolismo bíblico de Génesis 37:9-11 requiere que sea Israel. Sin embargo, los adherentes al preterismo se equivocan cuando ubican esta referencia en el pasado, y no en el futuro. La única vez que se utiliza el trío simbólico “sol, luna y estrellas” es en Génesis 37:9-11. En el sueño de José, el sol era Jacob, la luna, Raquel –la esposa de Jacob–  y las once estrellas, sus hijos, es decir, quienes completaban con José las doce tribus de Israel (Jacob). Basándonos en el análisis bíblico, no debería haber ninguna duda de que este símbolo representa a la nación judía.

La mujer embarazada
Apocalipsis 12:2 dice: “Y estando encinta, clamaba con dolores de parto, en la angustia del alumbramiento”. Israel es representada como una mujer con dolores de parto en el momento del nacimiento del Mesías, en la primera venida de Cristo; esta imagen era muy común en el Antiguo Testamento. Thomas dice: “Aquí se alude al nacimiento de Jesús en su primera venida, un evento histórico que ya había tenido lugar cuando Juan escribió estas líneas. Por lo tanto, se trata de la representación celestial de un acontecimiento pasado, al igual que otras partes de esta visión representan acontecimientos que aún están por suceder”. Puesto que la mujer es Israel, aunque el acontecimiento real vincule a María, debe señalar hacia algún evento que experimentará esta nación en la historia. Allen señala: “Los verdaderos dolores de parto de Israel no se produjeron en el momento del nacimiento real, sino que se producirán de forma terrible durante el período de la Tribulación”. Este pasaje también está relacionado con la batalla entre la simiente de la serpiente y la de la mujer en Génesis 3:15. Lo que inició en el primer libro de la Biblia, culmina en el último.

Esta visión de la mujer (Israel) dando a luz a un hijo varón (el Mesías Jesús), muestra cómo Israel ha sido el principal protagonista en la lucha entre estas simientes a lo largo de la historia. Debido a este papel en la venida del Mesías y su dominio definitivo sobre el diablo y sus seguidores, satanás ha atacado y perseguido a Israel, y seguirá haciéndolo, utilizando muchas veces herramientas humanas (como en el caso del rey Herodes durante el nacimiento de Cristo). Kelly opina: “Al igual que Dios ha dado a la mujer símbolos de poder, el diablo se reviste aquí de autoridad terrenal”.

Jeremías 30:6-7 habla acerca del “parto”: “¡Inquirid ahora, y mirad si el varón da a luz!, porque he visto que todo hombre tenía las manos sobre sus lomos, como mujer que está de parto, y se han vuelto pálidos todos los rostros. ¡Ah, cuán grande es aquel día! tanto, que no hay otro semejante a él; tiempo de angustia para Jacob; pero de ella será librado”. 

Randall Price explica los dolores de parto del Mesías de la siguiente manera:

Los dolores de parto son significativos en el período de la Tribulación (Mateo 24:8), como deja en claro Jesús durante su discurso en el monte de los Olivos. Jesús dijo de manera explícita que los acontecimientos de la primera parte del período de la Tribulación (v. 4-7) son tan solo el “comienzo”, y que aumentarían las contracciones durante la segunda mitad (en el tiempo de la “Gran Tribulación”). Basándose en esta analogía, todo el período de la semana setenta puede ser comparado con los dolores de parto. Así como una mujer tiene que vivir todo el embarazo antes de dar a luz, Israel deberá experimentar el período de siete años de tribulación. Al igual que el proceso de parto natural se intensifica cada vez más antes del parto, el tiempo de tribulación también avanzará cada vez más hacia la Segunda Venida (v. 30-31), la que tendrá lugar “inmediatamente después” de que termine este período (v. 29). La división del período de tribulación en dos partes ilustra que, al igual que los dolores de parto pueden dividirse en dos fases (latente y activa), también el período de siete años de la Tribulación se divide en signos más y menos activos de la ira terrenal y cósmica, como se muestra en el discurso del monte de los Olivos y en los juicios de Apocalipsis 6 al 19.

Para el judaísmo rabínico, los dolores de parto eran una clara expresión del período de tribulación. Estos comienzan con el inicio de la Tribulación y culminan con la segunda venida de Cristo. La palabra griega ôdinon significa ‘dolores al dar a luz a un niño’, ‘dolores de nacimiento’, ‘dolores de parto’. Es descrita como “una agonía insoportable” y se le relaciona con el sufrimiento que los judíos experimentarán antes de la llegada del Mesías. 

Raphael Patai ha recopilado en su libro The Messiah Texts (Los textos del Mesías), docenas de referencias a comentarios extrabíblicos de las escrituras judías, en un capítulo titulado “Los dolores de los tiempos”. Patai dice: “…uno se imagina los trabajos de parto de los tiempos mesiánicos como fuentes y expresiones tanto celestiales como terrenales […]. Los sucesos llegarán a tal extremo que la gente abandonará la esperanza de la salvación. Tardará siete años. Y entonces, inesperadamente, vendrá el Mesías”. 

Esta noción judía, bastante extendida, encaja a la perfección con lo expresado por Jesús en el monte de los Olivos y con el pasaje de Apocalipsis 12. Los dolores de parto del Mesías también son conocidos como “las huellas del Mesías”, lo que respalda la idea de que Apocalipsis 12 habla de un tiempo para Israel durante el período de la Tribulación, representado por la mujer con dolores de parto.

Pablo utiliza el ejemplo de los dolores de parto en 1 Tesalonicenses 5:3: “…que cuando digan: ‘Paz y seguridad’, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina, como los dolores a la mujer encinta, y no escaparán”. Apocalipsis 12 se refiere al período de la Tribulación, lo que coincide con la referencia que otros pasajes hacen acerca de los dolores de parto. Isaías 66:7 dice: “Antes que estuviese de parto, dio a luz; antes que le viniesen dolores, dio a luz hijo”. Por lo tanto, los verdaderos dolores de parto de la nación de Israel no ocurrieron en el momento del nacimiento real, sino que se darán en los terribles sufrimientos del período de la Tribulación.

El ardiente gran dragón rojo
En Apocalipsis 12:3 leemos: “También apareció otra señal en el cielo: he aquí un gran dragón escarlata, que tenía siete cabezas y diez cuernos, y en sus cabezas siete diademas”. El hecho de que el versículo 3, al igual que el 1, hable del cielo, indica que se trata del conflicto angelical que se ha desarrollado durante toda la historia, y su impacto sobre Israel; sobre todo durante el período de la Tribulación. Los conflictos pasados han sentado las bases, y demuestran una tendencia que nos ayuda a entender el conflicto futuro descrito en los versículos 6 al 17. El ardiente dragón rojo es, sin temor a equivocarnos, el diablo (véase Apocalipsis 12:9; 20:2). Las siete cabezas simbolizan siete imperios mundiales, surgidos de manera sucesiva. En base a esto, podemos sugerir que esta sucesión ya había comenzado cuando Juan escribió Apocalipsis. En el liderazgo de estos reinos hay un rey o gobernante significativo: el faraón de Egipto; Senaquerib, rey del Imperio asirio; Nabucodonosor, rey del Imperio babilónico; Asuero, rey del Imperio aqueménida; Antíoco Epífanes, rey del Imperio seléucida; los césares del Imperio romano y el nuevo Imperio romano o Imperio del Anticristo, en el período de la Tribulación. Allen explica: 

Durante cada uno de estos reinados y reyes hubo un intento deliberado de eliminar a Israel, para evitar que Cristo viniera a través del linaje prometido. Esta visión histórica, dada por Dios, muestra que, detrás de cada uno de estos intentos, estaba el diablo. No fueron coincidencias, o acontecimientos que puedan explicarse desde lo político, sino ataques dirigidos por satanás al linaje de Cristo.

Los diez cuernos de la séptima cabeza representan una confederación rebelde que se unirá al diablo y al Anticristo durante el período de la tribulación, tal como aclaran Daniel 7:7-24, Apocalipsis 13:1-8 y 17:7-18. Las siete coronas simbolizan siete reyes y siete reinos históricos, los cuales corresponden a las siete cabezas mencionadas anteriormente en este versículo. Las coronas indican reinos; por lo tanto, aunque la visión se centra en el futuro, está conectada a los conflictos pasados.

Apocalipsis 12:4 dice: “…y su cola arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo, y las arrojó sobre la tierra. Y el dragón se paró frente a la mujer que estaba para dar a luz, a fin de devorar a su hijo tan pronto como naciese”. El antiguo conflicto entre la simiente de la mujer y la de la serpiente (Génesis 3:15) se retoma en los versículos 4 y 5. El tercio de estrellas arrastradas por la cola del dragón, alude al tercio de ángeles que han caído del Cielo, uniéndose a la satánica rebelión original, y que permanecerán fieles a él durante el período de la Tribulación. Por otra parte, el diablo es descrito como “lucero de la mañana” (Isaías 14:12). Una vez que entendemos que las estrellas de este pasaje simbolizan a los ángeles, podemos ver que se trata de la gran rebelión del diablo contra el Altísimo, la que tuvo como consecuencia la caída a la Tierra de un tercio de los seres angelicales (Apocalipsis 12:7-9).

El dragón “…se paró frente a la mujer…”, confrontándola como un depredador que se prepara para, en el momento oportuno, saltar sobre su presa. El hecho de que esté de pie, nos resulta extraño, pues hablamos de una serpiente (véase Génesis 3:14); sin embargo, esta era la postura normal de los dragones y serpientes que buscaban devorar a los niños en la antigüedad. 

Robert Thomas resume de la siguiente manera la historia del Antiguo Testamento sobre la batalla entre la simiente de la mujer y las malas intenciones del dragón:

Su actitud hostil se evidenció cuando Caín asesinó a Abel (Génesis 4:8), cuando el linaje de Set fue corrompido (Génesis 6:1-12), en los intentos de violación a Sara (Génesis 12:10-20; 20:1-18) y Rebeca (Génesis 26:1-18), cuando Rebeca intentó privar a Esaú de su primogenitura y la posterior enemistad de Esaú con Jacob (Génesis 27), en el asesinato de los hijos varones en Egipto (Éxodo 1:15-22), cuando intentaron asesinar a David (1 Samuel 18:10-11, entre otros), cuando la reina Atalía intentó acabar con la descendencia real (2 Crónicas 22:10), cuando Amán se propuso matar a los judíos (Ester 3-9) y en los constantes intentos de los israelitas de brindar a sus propios hijos como sacrificio (véase Levítico 18:21; 2 Reyes 16:3; 2 Crónicas 28:3; Salmos 106:37-38; Ezequiel 16:20). El asesinato de los niños de Belén por parte de Herodes (Mateo 2:16) y muchos otros incidentes durante la vida terrenal de Jesús, incluida su tentación, marcan el persistente designio del dragón de “devorar” al hijo nacido de la mujer. 
El intento más directo, por supuesto, fue la crucifixión de Cristo.

Apocalipsis 12:5 dice: “Y ella dio a luz un hijo varón, que regirá con vara de hierro a todas las naciones; y su hijo fue arrebatado para Dios y para su trono”. El hijo varón es Jesús, el Mesías. Él es la simiente de la mujer con la que el dragón está en guerra, incluso si la historia impacta sobre el pueblo elegido por Dios, Israel. Apocalipsis 2:27 identifica a Jesús como aquel que “…las regirá con vara de hierro, y serán quebradas como vaso de alfarero; como yo también la he recibido de mi Padre”. El hecho de que el niño varón haya sido “arrebatado” (palabra utilizada en 1 Tesalonicenses 4:17 para referirse al rapto de la Iglesia), evidencia la victoria de la primera venida de Cristo. Cristo, no la Iglesia, fue arrebatado al trono de Dios. Empero, todavía no reina en su trono, como lo hará durante el Milenio. Ahora, Cristo está a la derecha del Padre (Apocalipsis 3:21), aunque después de su segunda venida gobernará desde su trono en el Reino milenial (1 Corintios 15:24-28; Apocalipsis 20:4).

Petra, el segundo éxodo
Apocalipsis 12:6 dice: “Y la mujer huyó al desierto, donde tiene lugar preparado por Dios, para que allí la sustenten por mil doscientos sesenta días”. Muchos comentaristas bíblicos sitúan este acontecimiento en la mitad del período de la Tribulación, llamándolo “el segundo éxodo” (véase Mateo 24:15-22). Dios cuidará del remanente judío, tal como lo hizo durante los cuarenta años del Éxodo. Thomas explica que “Él [Dios] ha preparado un lugar para su pueblo en el desierto, donde los protegerá y proveerá durante los terribles días de tribulación, días que traerán mucho sufrimiento a Israel […]. La futura huida de Israel a un lugar seguro, en medio de la semana setenta, es la mejor manera de comprender esta visión profética”. Aunque no podemos estar por completo seguros de qué desierto se trata, la antigua ciudad amurallada de Petra, en el suroeste de Jordania, parece ser la más probable. Algunos pasajes del Antiguo Testamento llaman a esta zona Bozra (Isaías 34:1-7; 63:1-6; Jeremías 49:13-14; Miqueas 2:12-13; Habacuc 3:3), relacionándola con una ciudad cercana a Petra.

Arnold Fruchtenbaum dice acerca de Petra:
Petra está situada en un valle del monte Seir, completamente rodeada de montañas y acantilados. La única forma de entrar y salir de la ciudad es por un estrecho corredor de un kilómetro y medio de longitud, que solo puede recorrerse a pie o a caballo. Esto significa que la ciudad es fácil de defender […]. Petra tiene la forma de un enorme redil, con un pasaje estrecho que se abre a un amplio círculo rodeado de acantilados […]. La ciudad de Bozra, en las montañas de Seir, se encuentra en la antigua Edom, en el sur de Jordania. Como esta zona está más allá del dominio del Anticristo, tiene sentido que los judíos huyan a este lugar. Dios le dará al remanente que huye, un lugar de refugio fuera de la zona de influencia anticristiana.

Hacia la mitad del período de la Tribulación, habrá una cantidad suficiente de creyentes judíos que habrán tomado en serio la advertencia de Jesús: “Por tanto, cuando veáis en el lugar santo la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel (el que lee, entienda), entonces los que estén en Judea, huyan a los montes” (Mt. 24:15-16, véase Marcos 13:14). El ministerio de los dos testigos (Apocalipsis 11), en la primera mitad de la semana setenta de Daniel, llevará a muchos judíos a creer en el Mesías Jesús (ver Apocalipsis 11:13). Allen comenta al respecto: “Ahora, la huida de la mujer debe interpretarse de acuerdo con los símbolos, y queda claro que no es un remanente […] [,] sino la propia nación de Israel la que huye hacia el desierto”.

La preparación precede a la fuga, para que el lugar esté listo cuando lleguen. El tiempo perfecto en el griego sugiere que Dios ha estado preparando este lugar durante algún tiempo. Esto apoya aún más la creencia de que se trata de Petra. Fruchtenbaum dice: “Dios preparó de antemano el lugar en el desierto, lo que sugiere un lugar de refugio absolutamente adecuado y existente en la actualidad”. Así como Jesús dijo que prepararía un lugar en la casa de su Padre (en el Cielo), el Señor ha preparado un lugar de refugio para la huida de Israel en la segunda mitad del período de la Tribulación, que los guardará durante 1,260 días (Apocalipsis 12:6). La preparación de Petra de parte del Señor podría incluir su propia formación, cuando en la creación y en el Gran Diluvio, levantó esta cordillera. Smith comenta: “Como durante la estadía en el desierto en los días de Moisés, sin duda, Israel será milagrosamente provista en el futuro”. John MacArthur señala: “Dondequiera que esté su escondite, Dios los alimentará y defenderá [véase vv. 14-16], tal como lo hizo con sus antepasados durante los cuarenta años de peregrinación por el desierto”. Algunos lo llaman el “segundo éxodo de Israel”, ya que son conducidos por el Señor al desierto, donde perecerían si no fuera por su intervención sobrenatural.

Apocalipsis 12:6 parece encajar a la perfección con la enseñanza del Antiguo Testamento de que Israel será escondido y protegido en el desierto en algún tiempo del período de la Tribulación. Por ejemplo, Isaías 26:20-21 y 27:1 dice: “Anda, pueblo mío, entra en tus aposentos, cierra tras ti tus puertas; escóndete un poquito, por un momento, en tanto que pasa la indignación. Porque he aquí que Jehová sale de su lugar para castigar al morador de la tierra por su maldad contra él; y la tierra descubrirá la sangre derramada sobre ella, y no encubrirá ya más a sus muertos. En aquel día Jehová castigará con su espada dura, grande y fuerte al leviatán serpiente veloz, y al leviatán serpiente tortuosa; y matará al dragón que está en el mar.”

Isaías 24-27 es conocido como el “Apocalipsis de Isaías”, pues describe el juicio final del Señor sobre las naciones. Este es un pasaje paralelo a Apocalipsis 12 y, al igual que este, describe con claridad el período de la Tribulación. El pueblo judío permanecerá escondido hasta que la ira termine y venga el juicio a Leviatán, otro símbolo del diablo. Encontramos una imagen similar en la analogía de Oseas y su esposa Gomer, con un claro paralelismo con el Señor e Israel: “Pero he aquí que yo la atraeré y la llevaré al desierto, y hablaré a su corazón” (Os. 2:14). La nación de Israel irá al desierto y el Señor la reclamará para sí. Fruchtenbaum observa: “Israel será atraído de nuevo al desierto (a la tierra de Edom y a la ciudad de Bozra), donde Dios la cortejará. Si ella responde, recuperará entonces todos sus viñedos”.

Dios contra el diablo
Los primeros seis versículos del capítulo 12 muestran la visión de Juan de la mujer y el dragón. Desde el versículo siete hasta al final de este capítulo, se nos da una explicación de ella, además de sumar otros detalles. El conflicto histórico entre Cristo y el diablo alcanza su clímax en el Cielo, donde el diablo y sus demonios son arrojados a la Tierra en la mitad del período de siete años de tribulación (Apocalipsis 12:7-12). La derrota del diablo por parte de Miguel y sus ángeles tiene lugar primero en el Cielo. Es una preparación para la victoria final sobre el dragón, producida tres años y medio después, en la segunda venida de Cristo a la Tierra (Apocalipsis 20:1-3).

Para este momento de la historia, Dios elige utilizar a los ángeles; sin embargo, no lo hace con la rebelión final, donde simplemente dice: “Y descendió fuego del cielo, de parte de Dios, y los consumió” (Ap. 20:9). Los ángeles elegidos son absolutamente capaces de derrotar, por el poder de Dios, al líder satanás y a sus compañeros, los ángeles caídos. Es así que el pasaje dice respecto a ellos: “Pero no prevalecieron, ni se halló ya lugar para ellos en el cielo” (Ap. 12:8). Supongo que Dios utiliza a los ángeles por el lugar en la historia que ocupa este evento. El propósito de la historia es dar a las criaturas un escenario para actuar. Las Escrituras describen a Miguel como el defensor de Israel. David Hocking dice: “Miguel ya ha contendido con el diablo antes (Judas 1:9) y ha defendido a Israel (Daniel 10:13, 21)”. Por otra parte, Smith observa acertadamente:

La guerra entre Miguel y el dragón es el cumplimiento de Daniel 12:1, donde dice: “En aquel tiempo se levantará Miguel, el gran príncipe que está de parte de los hijos de tu pueblo”. Por “tu pueblo” se entiende que habla de Israel, el pueblo de Daniel. Leemos, además: “…y será tiempo de angustia, cual nunca fue desde que hubo gente hasta entonces; pero en aquel tiempo será libertado tu pueblo”. Esto apunta inequívocamente al hecho de que la mujer de Apocalipsis 12 es Israel. Su huida al desierto es, en definitiva, la salvación de la que habla Daniel.

Apocalipsis 12:9 dice: “Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él”. En el versículo 9 encontramos una referencia literal de las partes de la visión que, al principio del capítulo, habían sido representadas de manera simbólica. El dragón es “…la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás”, y la tercera parte de las estrellas arrojadas a la Tierra son los ángeles del diablo.

Por fin desterrado del Cielo
Apocalipsis 12:10 dice: “Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía: Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo; porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche”. Las palabras pronunciadas por la voz en el Cielo son anticipadas. Dios toma las riendas del gobierno que el gran enemigo ha tratado de usurpar durante tanto tiempo–un primer paso hacia una total limpieza en el Cielo. Precisamente esta es “la salvación”: el Señor está limpiando el Cielo del mal y hará lo mismo con la Tierra tres años y medio después. Este hecho tan esperado es recibido con alabanza desde el Cielo. Allen dice: “Su exclamación triunfal parece una conclusión adecuada a la tan esperada rehabilitación, pues reconocen que este acto representa un paso definitivo hacia la derrota final del diablo y el establecimiento del reino de Dios”. Como sucede tantas veces en este libro, podemos ver todo el proceso en el primer paso.

Este pasaje nos muestra al menos lo que el diablo ha hecho históricamente en el Cielo como miembro del concilio angelical. El libro más antiguo del canon, Job, deja en claro que el enemigo lanza falsas acusaciones contra Dios y sus siervos (Job 1-2). Walvoord explica: “Parece extraño que el diablo tenga acceso al trono de Dios, pero esta es la misma imagen que vemos en Job 1, donde se presenta ante Dios, acompañado de otros ángeles y acusa a Job de temer al Señor solo porque Él es bueno con su siervo”.

Sin embargo, el Nuevo Testamento enseña que Jesucristo es nuestro defensor, representando a los elegidos cuando el diablo acusa a un creyente. Podemos ver esto en dos pasajes referentes a Cristo: “Por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos” (He. 7:25); “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo” (1 Jn. 2:1). El diablo ha sido desterrado para siempre de la sala de justicia de Dios–nunca más presentará cargos imprudentes contra Sus hijos.

Apocalipsis 12:11 dice: “Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte”. Debido a la muerte redentora de Jesús, somos justos ante Dios. Sin embargo, eso no basta para Cristo, sino que debemos creer confiadamente que Él ha pagado en persona por nuestros pecados, a través de su obra en la cruz. Ningún hombre, judío o gentil, se ha salvado o se salvará si no cree personalmente en el Mesías. Esto se evidencia desde el principio, por ejemplo, en la fe de Abraham: “Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia” (Gn. 15:6). El tercer factor del versículo 11 se relaciona con la santificación, es decir, con vivir una vida a la estatura de Cristo. Los creyentes que se disponen a morir por Cristo, al igual que Él lo hizo por ellos, también están dispuestos a vivir por Él. Lindsey señala: “El arma más fuerte de un creyente en la batalla contra el diablo es estar dispuesto a morir”. John MacArthur añade: “Veremos […] cómo estos santos se niegan a tomar la marca de la bestia y a adorarla, porque son fieles a Jesucristo. Sufrirán penurias, incluso el martirio por ello”.

Apocalipsis 12:12 dice: “Por lo cual alegraos, cielos, y los que moráis en ellos. ¡Ay de los moradores de la tierra y del mar! porque el diablo ha descendido a vosotros con gran ira, sabiendo que tiene poco tiempo”. Por segunda vez en este pasaje, vemos cómo los “habitantes del Cielo” se alegran, en contraste con los que habitan en la Tierra. El Cielo se goza de que el diablo y sus ángeles se hayan ido; sin embargo, la Tierra ha recibido una advertencia.

¿Cómo reacciona el diablo al ser arrojado a la Tierra, sabiendo además que le queda poco tiempo? Como en las películas, cuando el malvado no puede derrotar al héroe, va en busca de su mujer y sus hijos. El diablo no puede derrotar a Dios en un combate directo, por lo que, después de haber sido expulsado del Cielo, decide atacar a sus hijos. En este caso se trata de Israel, el remanente judío. La naturaleza del mal lleva implícita la ley de llevarse consigo, cuando no se ha podido alcanzar los objetivos, el mayor número posible de personas inocentes. Frente a la realidad de que tan solo cuenta con tres años y medio, el diablo redobla sus esfuerzos, haciendo el mayor daño posible al pueblo de Dios. Apocalipsis 12:13 dice: “Y cuando vio el dragón que había sido arrojado a la tierra, persiguió a la mujer que había dado a luz al hijo varón”. Esto desencadenará la mayor persecución antisemita de la historia, ya que el propio diablo liderará todo desde la Tierra. Morris escribe: “El pueblo judío ha sido perseguido durante más tiempo que cualquier otra nación en la Historia, y esta persecución final tendrá como objetivo su completa y definitiva destrucción. Sin embargo, Dios volverá a intervenir por el bien de Israel y los protegerá en el desierto”. S. Lewis Johnson agrega: “Habiendo fracasado en destruir al Hijo, el diablo se dirige ahora a la mujer que lo dio a luz. Este es el tiempo de la tribulación de Jacob”.

¿Por qué la terquedad del diablo de perseguir a los judíos? Dado que Apocalipsis 12 trata de la gran batalla entre Dios y el diablo, nuestro enfoque debe estar en el futuro. El diablo quiere derrotar a Dios para impedir la segunda venida de Cristo, la cual no tendrá lugar hasta que la nación judía se haya vuelto al Mesías y ruegue por salvación, por lo que intentará acabar con la nación judía antes de que esto ocurra. El enemigo cree que, si puede frustrar el plan de Dios, entonces lo vencerá; esto no sucederá. Allen señala: “Esta nación está siendo atacada por ser la nación por la que vino Cristo. El diablo tiene un plan y persigue a Israel para aniquilarlo”.

Huyan a las montañas
¿Cómo reacciona Dios ante esta persecución diabólica a Su pueblo? Apocalipsis 12:14 dice: “Y se le dieron a la mujer las dos alas de la gran águila, para que volase de delante de la serpiente al desierto, a su lugar, donde es sustentada por un tiempo, y tiempos, y la mitad de un tiempo”. Dios interviene ante la persecución del diablo, protegiendo de manera sobrenatural al remanente, como aclara la expresión “dos alas de la gran águila”. Este simbolismo se remonta al Éxodo (Éxodo 19:4; Deuteronomio 32:10-11), mostrándonos cómo Dios protegerá a los judíos cuando abandonen Jerusalén y sus alrededores, refugiándolos en Petra. Una vez más, la persecución de Israel durará tres años y medio.

El diablo tratará de rastrear al pueblo judío, pero la protección de Dios obstaculizará sus esfuerzos. Apocalipsis 12:15 dice: “Y la serpiente arrojó de su boca, tras la mujer, agua como un río, para que fuese arrastrada por el río”. Esta imagen parece sugerir que el agua lanzada desde la boca del diablo contra la mujer hace referencia a una fuerte acción militar. Enviará a sus ejércitos a buscar al pueblo judío. Su única intención es destruirlos por completo, como deja en claro la frase: “…para que fuese arrastrada por el río”. Dado que el origen de esta corriente es simbólico (la boca del gran dragón), puede entenderse como una figura retórica que muestra el impresionante poder militar del adversario. Con el dragón cazando a la mujer, la Bestia podrá continuar con su invasión en la Tierra. Si esto es cierto, la huida de la mujer solo tendrá lugar después de la abominación desoladora (Mateo 24:15). Luego de esto, continuará la invasión del Anticristo a través de la persecución a la mujer.

A pesar de los grandes esfuerzos del diablo, Dios esconde y protege de forma milagrosa a Su pueblo. Apocalipsis 12:16 dice: “Pero la tierra ayudó a la mujer, pues la tierra abrió su boca y tragó el río que el dragón había echado de su boca”. Dado el lenguaje simbólico de todo el capítulo 12, este versículo podría significar que Dios utiliza el terreno escarpado y montañoso del desierto para contrarrestar la destrucción diabólica del remanente judío. Sin embargo, ya que hablamos del “segundo éxodo”, parece tener sentido que Él actúe de manera similar al primer éxodo. Si es así, podríamos remitirnos a la rebelión de Coré, cuando la tierra se abrió, tragándose a los rebeldes: “Y aconteció que cuando cesó él de hablar todas estas palabras, se abrió la tierra que estaba debajo de ellos. Abrió la tierra su boca, y los tragó a ellos, a sus casas, a todos los hombres de Coré, y a todos sus bienes” (Nm. 16:31-32). 

Morris explica lo que sucederá en el período de la Tribulación:
Un gran abismo se abrirá en la tierra, que ya está temblando y estremeciéndose en el período de la tribulación, debido a los movimientos a nivel mundial, y serán tragados. Este milagro terrestre es muy adecuado para el contexto. Toda la situación es comparable a la persecución del faraón a los hijos de Israel en la época del Éxodo, cuando los ejércitos egipcios fueron ahogados en el mar Rojo.

Además, señala otro paralelismo con el Éxodo: 
Así como los cuarenta años en el desierto prepararon al pueblo de Israel para entrar en Canaán, estos tres años y medio en el desierto los prepararán para recibir a Cristo y entrar en la gloriosa era del reino milenial.

Como en el Coyote y el Correcaminos, donde no importa lo que el Coyote haga para atrapar al Correcaminos, pues nunca lo logra, el diablo no logrará sus objetivos con sus incesantes ataques al pueblo de Israel. En el penúltimo versículo del capítulo 12, vemos la frustración del dragón con la mujer: “Entonces el dragón se llenó de ira contra la mujer; y se fue a hacer guerra contra el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo” (Ap. 12:17). El diablo abandona su búsqueda de los judíos escondidos en el desierto y, encolerizado, pone la mira en otros creyentes judíos: en los 144,000 testigos judíos dispersos por el mundo (Apocalipsis 7:1-8; 14:1-3), y en la simiente espiritual, la cual puede incluir a los creyentes gentiles. Sean quienes sean, esta simiente está formada por creyentes, pues “…guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo”. Como la intervención de Dios impide su malvado propósito de destruir al pueblo judío, el diablo se vuelve, con mayor furia, contra estos creyentes de fácil acceso. 

Walvoord dice al respecto:
El dragón está especialmente enfadado con el pueblo de Israel […]. Hacia los israelíes que se vuelven a Cristo como su Mesías y Salvador y mantienen un testimonio fiel, hay una doble enemistad en este momento crítico. Muchos de ellos, sin duda, sufrirán el martirio, pero otros, como los 144,000 sellados, mencionados en el capítulo 7, sobrevivirán durante este tiempo.

El desenfreno del dragón es el resultado de su frustración con la mujer y el niño varón, quien se ha convertido en el Redentor del mundo. Smith explica que “…el remanente o resto, es decir, grupos individuales de personas, son mencionados en los siguientes pasajes de Apocalipsis: 2:24; 3:2; 9:20; 12:7; 19:21; 20:5. Y siempre en un sentido general…”. 

Hocking sostiene que este grupo de creyentes está formado por judíos y gentiles: 
Esta expresión se aplica a los creyentes judíos en el período de la Tribulación, pero podría referirse igualmente a los creyentes no judíos […]. Deben ser creyentes en Jesucristo, ya sean judíos o gentiles. Todos los creyentes gentiles pertenecen a la “simiente” de Israel. Por la fe somos hijos de Abraham (Gálatas 3:6-9). 

Morris, por su parte, cree que la simiente son otros creyentes judíos:
En cualquier caso, habrá un número importante de israelíes que seguirá viviendo en Jerusalén y otras partes del país. También de ellos se habla en varias profecías bíblicas. Además, habrá muchos israelíes en otros Estados incluidos en las profecías. Todos ellos tendrán que soportar una severa persecución en los últimos tiempos, pues se trata de judíos que no han aceptado la marca de la Bestia.

Conclusión
No solo hay referencias al futuro de Israel en el Nuevo Testamento, sino que también es descrito con detalle en Apocalipsis 12 y en otros pasajes del mismo libro. Como se ha señalado al principio, muchos pasajes del Nuevo Testamento presentan a Israel como parte del futuro plan de Dios en la historia. Nada en el NT indica siquiera que Dios haya sustituido a Israel por la Iglesia. Al apreciar cómo Israel se ha convertido de nuevo en una nación (1948), rechazando en gran medida a Cristo, y que, mientras tanto, las naciones se vuelven contra Israel, no es difícil ver que el Señor está preparando el escenario para los acontecimientos que se darán durante el período de la Tribulación, los cuales se dirigirán contra Su amada nación. Hoy en día se compara mucho las condiciones del mundo musulmán con el antisemitismo nazi de la década de 1930. En última instancia, Apocalipsis 12 nos enseña que se trata de una batalla entre Dios y el diablo, cuyos efectos se harán visibles en un futuro en la creación.

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