A pesar de todo, será Navidad

Norbert Lieth

No era un momento de contemplación, armonía o comodidad: las circunstancias no eran propicias para la Navidad. Es precisamente por eso que llegó.

Hace unos dos mil años, algo similar al coronavirus se apoderó de todo el planeta. El mundo era dominado por el Imperio romano y el rey Herodes gobernaba Israel como vasallo de Roma. El pueblo sufría sus represiones; había convertido al país en un Estado policial y espía. Por momentos, prohibió a los ciudadanos reunirse, tanto en público como en privado. Llevó a cabo un control social por medio de la coacción de guardias contratados –si alguien transgredía sus órdenes era castigado severamente–.(1)

El emperador romano Augusto solo tenía en mente sus propios intereses. Ordenó que todos se registraran para tener un mayor control y recaudar más impuestos. Lucas relata cómo todo el pueblo aceptó sumiso, cuando escribe: “Y todos fueron a inscribirse…” (Lc. 2:3).

Por estas circunstancias, José y María se vieron obligados a viajar desde su casa en Nazaret hasta su lugar de nacimiento en Belén, y ella estaba en su última etapa de embarazo. El viaje era largo, arduo y peligroso. Las circunstancias políticas y las presiones a la población eran deprimentes. Se respiraba de todo, menos un espíritu navideño. El historiador Markus Spieker señaló: “Parece que el diablo se estaba desahogando en esos momentos. Y de repente vino Dios”(2).

Sí, sin que nadie se diera cuenta, Dios se puso en medio de las circunstancias, utilizándolas a su favor. Se cumplió lo predicho: Jesús vino al mundo en Belén.

Si miramos los acontecimientos en retrospectiva, todo encaja a la perfección como piezas de un mismo rompecabezas. Casi nadie prestó atención a este evento; sin embargo, Dios gobierna el mundo, por lo que, a través de estos acontecimientos supuestamente fortuitos, llevó a cabo su plan.

Más de setecientos años antes del nacimiento de Jesús, Miqueas ya había predicho dónde nacería el Señor: “Pero tú, Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad” (Mi. 5:2).

Jesús, el Hijo eterno de Dios, nacería como un hombre en Belén para redimir a un mundo perdido. Dios utilizó las enredadas circunstancias políticas para cumplir su propósito. Al final, nada más que Su promesa se hizo realidad.

Pensemos en la incertidumbre de nuestros días, en el temor que se ha apoderado de todo el planeta: el panorama se presenta sombrío ante nuestros ojos. ¿Acaso no escuchamos también acerca de estar registrados o de una mayor vigilancia y control?

Pese a esto, no se nos ha abandonado a nuestra suerte —Dios prometió que su Hijo volvería a la tierra. El Todopoderoso utilizará de nuevo los eventos mundiales para cumplir Su promesa. Jesús tomará el destino del mundo en sus manos para traernos paz, justicia y seguridad.

El gran objetivo de Dios es el divino Gobierno de su Hijo Jesucristo. La Biblia dice sobre Él: “Por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos” (He. 17:31).

¡Hoy mismo puedes experimentar la salvación!

Quizás muchas cosas van mal en tu vida, por lo que te encuentras agobiado y decepcionado. Has intentado de todo, sin embargo, terminas siempre en un callejón sin salida, perdiendo nuevamente la esperanza. La presión aumenta, todo se vuelve insoportable. Estás decepcionado con la vida, con tus compañeros y contigo mismo. Sí, la vida se ha vuelto peligrosa, los obstáculos insuperables, el miedo es grande y la confusión inescrutable. Mucho de lo que haces no sale como lo habías previsto; es como si el diablo hubiera puesto tu vida sobre un carrusel. ¡Basta! ¡Dios tiene un plan para ti! Jesús te dice en la situación en que estés ahora: “…yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Jn. 10:10).

Todavía puede surgir la Navidad en ti. Debes entender que Dios utiliza las circunstancias de tu vida para atraerte hacia Él. Eso es más que disfrutar del espíritu navideño, tomar vino caliente y comer galletitas; es mucho más que un momento de alegría, de amor o de regalar y recibir regalos.

Jesús es la vida que vino a la Tierra. Él nos trajo el mejor de los mensajes. No solo para los cuatro Advientos, sino para la eternidad. Cualquiera que lo desee puede salvarse, no importa lo bajo que haya caído, pues no se trata del esfuerzo propio, sino de la gracia divina, la cual te otorga una completa amnistía. Para esto, Jesús entregó su vida y resucitó de entre los muertos. Él quiere darte una vida plena, una que te conduzca hacia la vida eterna. Él realmente puede hacerlo. ¡Puedes experimentarlo!

Un poeta expresó el significado de la Navidad de esta manera:

El hombre era a la imagen de Dios.
Dado que esta imagen se ha perdido,
Dios se vuelve a la imagen del hombre,
que esta noche ha nacido.

No solo debes unirte a la celebración de la Navidad, sino que debes dejar que el nacimiento de Jesús se convierta en tu propia celebración personal. Acéptalo en fe como el mayor regalo del Padre para ti. La Palabra del Señor promete: “Por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos” (He. 7:25).

¡Que la Navidad surja en tu corazón a pesar de todo, o precisamente por ello!

(1) Markus Spieker: Jesus. Eine Weltgeschichte, Fontis, p. 222.
(2) Ibídem, p. 198.

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