Fuerza espiritual para cada día
“Envió su palabra, y los sanó, y los libró de su ruina.” Salmo 107:20
Demasiadas veces menospreciamos el maravilloso poder de la Palabra de Dios. Ella tiene una acción eterna, sanadora y renovadora: “Siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de icorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre.” Si esta Palabra tiene el poder de dar vida eterna, ¿no estará en condiciones de confortar, sanar y renovar a nuestra insignificante y pasajera vida? Fue lo que le dijo el oficial a Jesús: “...solamente dí la palabra, y mi criado sanará. ” Cuando nosotros estamos enfermos, generalmente, invertimos la secuencia: Buscamos la sanidad del cuerpo, sin que antes el alma haya sido sanada por la Palabra. Pero si tu alma no está sanada, entonces, colocaste los bueyes detrás del carreta, y el sufrimiento comienza de nuevo. En ese caso sólo trataste de quitar la consecuencia, pero no la causa. Cuando rayó el alba en Peniel, Jacob exclamó: “Vi a Dios cara a cara, y fue librada mi alma.” ¿Tu alma ya ha sido sanada? ¿Has sanado interiormente? Comprende – antes de buscar la sanidad del cuerpo – busca, con fe, la sanidad de tu alma a través de la Palabra y, entonces, experimentarás maravillas en relación a tu cuerpo.