Fuerza espiritual para cada día
“Entonces Eliseo le envió un mensajero, diciendo: Vé y lávate siete veces en el Jordán, y tu carne se te restaurará, y serás limpio. Y Naamán se fue enojado...” 2 Reyes 5:10-11
El Jordán es un río extraño y maravilloso. El hombre leproso recibe órdenes de lavarse en el mismo. Sólo allí puede ser sanado de su lepra. Pero el hombre natural se opone a eso, pues el Jordán es una figura de Jesucristo, quien fue crucificado. Jesús, Aquél que vino del Padre, Aquél que no tenía pecado, descendió y derramó Su vida, de forma tal que llegó a ser un río purificador para todos aquellos que quieren lavarse en él. El nombre Jordán significa descender. En eso consiste el vaciamiento de Jesús, ya que El también descendió y se humilló. Pero, por medio de este acto de vaciarse de Sí mismo, de descender, se abrió un torrente que fluye para toda la eternidad. Si tú sigues a Jesús en este Jordán, identificándote con El en Su muerte, entonces también estarás descendiendo: El dijo: “Si alguno me sirve sígame...” Entonces sucederá contigo lo mismo que sucede con el Jordán, cuyas aguas nunca se secan. Aquél que sigue el camino del Cordero, desciende; se vacía cada vez más de su naturaleza. Pero justamente por eso, según las Escrituras, una persona así es “... como huerto de riego, y como manantial de aguas, cuyas aguas nunca faltan.”