
Vivimos en la era de la comunicación global
Muchas veces nos basta con ver el titular para hacernos una imagen completa del asunto.
Vivimos en la era de la comunicación global. Apenas sucede algo en algún lugar del mundo, se saca el teléfono inteligente, se toma una foto, se escribe alguna frase… y la información corre por el espacio cibernético hasta los últimos rincones de la Tierra. Nos guste o no, estamos expuestos a una inimaginable avalancha de información que muchas veces nos abruma.
Este fenómeno hace que tomemos los contenidos de manera cada vez más superficial. Muchas veces nos basta con ver el titular para hacernos una imagen completa del asunto. Esto puede significar un problema, pues la sobreinformación combinada con un conocimiento superficial de lo sucedido no nos permite reaccionar de manera adecuada. Se sacan conclusiones falsas y se forman opiniones erróneas; se crea una confusión.
Esta lectura superficial puede observarse en todos los medios de comunicación. Recientemente tuve que enviar por correo electrónico con cierta información a todos nuestros colaboradores en las oficinas de Llamada Suiza. Para este fin, tenemos un grupo de contacto con una dirección en común. Fue una experiencia interesante ver cuántos me habían respondido, a pesar de que les había pedido otra cosa. Se cumplió lo descrito más arriba: se leyó por encima, sin comprender bien el contenido, se formó una opinión apresurada y se dio una respuesta equivocada. Aunque parece ser una forma rápida de llevar a cabo todos los asuntos, estos se hacen de manera desacertada y sin soluciones. Un segundo correo electrónico, con el consejo de leerlo con mayor exactitud, logró el resultado deseado.
¿Qué atención damos a nuestra más importante fuente de información, la Biblia? ¿Cómo la leemos? ¿De manera rápida, superficial, fijándonos tan solo en sus títulos? Ya que nos resulta familiar, fácilmente la miramos por encima… Quien lea la Biblia de esta manera, no sacará ningún provecho. Sucederá lo mismo que ocurre con las noticias que se leen con rapidez y superficialidad: se sacarán conclusiones falsas y se formarán opiniones erróneas, creando así una confusión.
Con estas palabras quisiera animarnos a leer la Biblia, la maravillosa Palabra de Dios, con toda nuestra atención, a interiorizarla, a meditarla y a examinar lo que realmente quiere decirnos. Incluso el salmista reconoció la gloria de las Escrituras. Todo el salmo 119 subraya cuán maravillosas son ellas. La lectura y estudio de la Biblia nos hacen avanzar: “La exposición de tus palabras alumbra; hace entender a los simples” (v. 130). Amar su Palabra y vivir conforme a ella trae quietud y paz a nuestras vidas: “Mucha paz tienen los que aman tu ley, y no hay para ellos tropiezo” (v. 165).
A veces, al leer la Palabra de Dios con atención, se nos enciende de manera repentina una luz. Esto mismo me pasó hace poco tiempo. Leía acerca de la alimentación de los cuatro mil en el evangelio de Marcos (¡cuántas veces antes lo había leído!). Allí Jesús dijo: “Tengo compasión de la gente, porque ya hace tres días que están conmigo, y no tienen qué comer; y si los enviare en ayunas a sus casas, se desmayarán en el camino, pues algunos de ellos han venido de lejos” (Mr. 8:2-3). Esta última oración: “pues algunos de ellos han venido de lejos”, me llamó la atención y me hizo reflexionar. ¡El Señor Jesús sabía de dónde venía cada una de estas personas! Este pensamiento me llenó de gozo durante ese momento: había entendido una vez más que el Señor ve, sabe y puede.
Tomémonos un tiempo para estudiar su Palabra, porque así es como vendrá gozo a nuestra vida, como lo testifica Salmos 119:162: “Me regocijo en tu palabra como el que halla muchos despojos”.