
Un nuevo Gobierno
Aun después de la prórroga para constituir un Gobierno, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, no logró formar la coalición, por lo que decidió, junto al partido Likud, disolver el parlamento recién elegido y celebrar nuevas elecciones el 17 de septiembre, con el propósito de evitar devolver el mandato al presidente y correr el riesgo de que se encomiende a otra persona la tarea de establecer el Ejecutivo.
La gran pregunta es si las nuevas elecciones podrán en verdad mejorar la posición de Netanyahu de manera que logre formar un nuevo Gobierno.
Al final de las últimas elecciones, el primer ministro pronunció un discurso triunfal en el que alabó la victoria “casi increíble” de su partido, pero los resultados electorales muestran muchas cosas, menos una gran victoria. Aunque es un hecho que el partido Likud ganó escaños, lo hizo a expensas de otros partidos de derecha. Al final, contaban incluso con dos asientos menos. Esta constelación hizo que el partido Israel Beitenu, de Avigdor Lieberman, responsable de las elecciones anticipadas, obtenga aún más poder para inclinar la balanza, ya que Netanyahu no fue capaz de formar un Gobierno viable sin él.
La verdadera lucha, dentro de los socios de la coalición, tuvo lugar entre la facción de Lieberman y los partidos religiosos. Una de las principales exigencias del líder político era el reclutamiento de los jóvenes religiosos al ejército y la reducción total de sus privilegios. Estos requerimientos estuvieron desde su origen en la “bandera” de su partido, por lo que no estaba ni está dispuesto a renunciar a este punto, el cual considera fundamental.
Como último recurso y, por así decirlo, “en el último minuto”, Netanyahu intentó persuadir a los partidos religiosos para que cedieran. Algunos señalaron una cierta disposición, pero los más ortodoxos rechazaron todo tipo de compromiso. Es interesante al respecto que, a menudo, no son los jóvenes quienes están reacios al servicio militar, sino los principales rabinos de los respectivos grupos religiosos quienes no permiten que sus jóvenes presten este servicio. Detrás de esto, está el temor, fundado en las ideas rabínicas de que durante su tiempo en las fuerzas armadas vean un “mundo diferente” y se aparten de la fe.
Después del fracaso del último intento por llegar a un acuerdo, todo lo que quedó fue huir hacia unas nuevas elecciones. Esto detonó varias acusaciones mutuas, proporcionando mucho combustible para la nueva campaña electoral.
Una de las acusaciones de Netanyahu contra Lieberman fue la de ser un “izquierdista”, algo que se ha convertido en un insulto para el actual clima político de Israel, aunque es probable que no haya un partido en Israel más derechista.
Israel Beitenu también lucha contra el intento de los partidos religiosos de convertir a Israel en un “Estado de la Halajá”, es decir, un Gobierno según las leyes religiosas ortodoxas judías. Por lo tanto, el conflicto actual de la sociedad israelí no es tanto una lucha entre la derecha y la izquierda, sino más bien un conflicto dentro de la autocomprensión judía. La pregunta es: ¿queremos ser un Estado de la Halajá o un país moderno según los parámetros occidentales?
Con la certeza de que Dios cumplirá con Sus propósitos a pesar de la gran confusión política que reina en este país, los saluda con un cordial shalom.