¿Un Dios de ira o un Dios de amor?

Llamada

En la revista online The Tablet, el historiador Tom Holland escribió sobre el poder revolucionario del cristianismo. En la actualidad damos por hecho los hospitales públicos, pero en el imperio romano solamente había enfermerías para los soldados, y para los esclavos que debían ser restaurados para volver a su trabajo. Pero cuando a fines del siglo II y mediados del III, pandemias terribles sacudieron el imperio romano entero, los cristianos mostraron el amor de Cristo a sus prójimos. Si bien ellos veían el cumplimiento del Apocalipsis en las plagas terribles, los creyentes al margen de la sociedad no proclamaban un Dios de ira, sino de amor. Sacrificialmente se ocuparon de todas las personas, y en especial a aquellos que eran excluidos de la sociedad romana. Estos servicios de amor nunca fueron olvidados por los ciudadanos romanos, y fue por eso que el cristianismo pudo imponerse con tanta facilidad, cuando Constantino el Grande escogió al Dios cristiano como “patrono”. Notable es cómo siguió todo después. Cuando llegaron al poder, los cristianos no renunciaron al amor a los pobres y enfermos. El aristócrata Gregorio de Nisa en sus prédicas exhortaba a los creyentes a pensar en los pobres. Su hermano mayor Basilio el Grande fue aún más lejos. Cuando en su ciudad natal Cesarea (en la actual Turquía) comenzó una hambruna devastadora, no solamente construyó un hospicio para pobres (lo que antes de él ya habían hecho otros cristianos), sino que invirtió su herencia completa en un lugar de acogida para todos los necesitados. Los observadores hablaban apasionadamente de toda una ciudad que él creó de cero. El primer hospital público del imperio romano había surgido, y el obispo cristiano allí trataba aún a los leprosos con un ósculo santo. De ahí en adelante, en la sociedad del imperio romano que se había convertido al cristianismo, para la élite ya no era prestigioso financiar teatros o coliseos, sino el convertirse en patrocinadores de hospitales públicos.

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