Racismo y la Biblia

Thomas Lieth

El tema racismo está en la boca de todos. ¿Cómo debemos tratar con esto desde el punto de vista bíblico?

En los meses pasados, repetidamente hubo manifestaciones contra el racismo, sin embargo, en parte, estos iban de la mano de ataques violentos de aquellos que supuestamente están en contra del racismo. Hubo verdaderas tormentas de imágenes, en los que monumentos e inscripciones fueron manchados y destruidos. En todo esto, llamaba y llama la atención que este vandalismo se descargó principalmente contra personas conservadoras, civiles o de la derecha. Verdaderamente absurdo es entonces, que al mismo tiempo en Gelsenkirchen, Alemania, agrupaciones marxista-leninistas levantaran un monumento para Iósif Stalin. Eso hay que saborearlo: Stalin, que en nada fue mejor que Hitler. Stalin, un dictador y racista como no podría ser peor; un bárbaro que asumió la responsabilidad por la muerte de millones de personas. Hasta la fecha, a nadie se le ocurrió ensuciar este estigma, y también a nuestros medios prácticamente no les valía la pena indignarse. En Tréveris, Alemania, hace no mucho tiempo atrás, se colocó un monumento a Karl Marx, y eso sin temer que este fuera manchado, y mucho menos destruido. Uno puede pensar de Karl Marx lo que quiera, pero un demócrata intachable no era. Muchas calles han sido nombradas por personas radicales de izquierda, socialistas, antisemitas y comunistas, personas que en su ideario no eran mejores que aquellos, que ahora son inculpados de racismo y cuyos recuerdos son ensuciados y destruidos.  

Esto plantea preguntas como: ¿quién, en realidad, es la norma para determinar quien es un racista, y qué significa ser racista? ¿Quién tiene la competencia para decidir cuáles nombres deben desaparecer de la memoria de la gente y cuáles no? Muchos de aquellos que, en las semanas y los meses pasados, han protestado contra el racismo, ¿no es cierto que –al menos en cierto modo– son racistas ellos mismos? ¿No es racista y discriminador acusar en bloque a la policía y a partes de las fuerzas armadas de racismo y extremismo de derecha? Con esta manera simplista, ¿no se podría culpar del mismo modo al Movimiento Friday-For-Future (los viernes por el futuro) de extremismo de izquierda o al ministerio de salud alemán de ideario racista? Sea como fuere, deseo iluminar esta temática de un ángulo muy diferente, es decir desde la Biblia. 

Preguntémonos primero: el término «raza», ¿siquiera aparece en la Biblia? Y tenemos que notar que… ¡no! La Biblia habla de la creación de Dios, quien creó a los humanos como hombre y mujer. En lo subsiguiente, por supuesto, existieron diversas etnias, pero todas estas descendían de la primera pareja humana creada por Dios, y después del Diluvio de Noé y su familia. Eso significa que, sí, existen etnias, naciones y pueblos diferentes, pero en ese sentido no existen diferentes razas, porque todos los seres humanos tienen los mismos ancestros (Gn. 1:27-28; 3:20; 9:1,18-19).  

Por consiguiente, debería quedar claro que en la Biblia no existe ninguna justificación para el racismo. Siempre que algunos cristianos pensaban poder justificar con la Biblia el marginar y discriminar a ciertas personas, ellos no estaban en consonancia con las Sagradas Escrituras. Y, sin lugar a duda, en nombre de la cristiandad, también se ha cometido mucha injusticia. Pensemos tan solo en los EE. UU. o en África del Sur, donde gente con la Biblia en manos se ha levantado sobre todo contra los negros. Incluso la esclavitud a veces era fundamentada y legitimada bíblicamente. Pero enfatizo otra vez: en esos casos, la gente ha sacado versículos bíblicos fuera de su contexto y no se han comportado bíblicamente, a pesar de haberse remitido a la Biblia. 

Además de los pasajes bíblicos mencionados de Génesis, citemos Hechos 17:24-26, donde dice: «El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay… de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra…». Con esto debería quedar claro que un cristiano nunca debe marginar y ofender a otras personas. Todo tipo de racismo y discriminación con toda claridad es llamado pecado por la Biblia (ver también Stg. 2:8-9). No existe justificación alguna para elevarse a sí mismo por encima de personas de otra religión, otra procedencia, otra apariencia, etc. Pero del mismo modo, no existe ningún derecho para rebelarse contra un policía, un cristiano, un conservador, un soldado, un tradicionalista, uno de la derecha o una cara pálida. Y la destrucción de un monumento es un hecho delictivo; que sea la imagen de Bismarck o de Karl Marx, eso no hace diferencia alguna.  

Y con eso, llego a otro punto, y uno muy esencial, es decir el hecho que los humanos son iguales no solamente en lo positivo, sino también en lo siguiente: «Como está escrito: no hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno… Y no conocieron camino de paz. No hay temor de Dios delante de sus ojos… por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios» (Ro. 3:10ss). 

Lo que queda es que, delante de Dios todos son iguales, es decir, igualmente malos, igualmente corrompidos, igualmente perdidos. Y solo en Jesucristo todos los humanos son igualmente buenos, igualmente justificados, igualmente redimidos e igualmente perdonados. En Hechos 10:34-35, dice lo siguiente: «Entonces Pedro, abriendo la boca, dijo: en verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas, sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace justicia.»

La norma de Dios para cualquier tipo de distinción, entonces, no es procedencia, color de piel, lengua, religión, género, inclinaciones, rama profesional o membresía de partido, sino la posición en Cristo Jesús: «Pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús… Ya no hay judíos ni griego, no hay esclavo ni libre, no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús» (Gá. 3:26, 28). 

En ese sentido, desearía que la gente fuera a las calles y se arrodillara para arrepentirse públicamente, para testificar de la Biblia y demostrar a la gente, que solo en Jesucristo –¡quien después de todo en su encarnación fue judío!– no hay racismo, sino verdadera paz y salvación. Mientras solo sean Bismarck y compañía quienes son removidos de su pedestal no cambiará nada, y mucho menos cuando al mismo tiempo se venera a Marx y a Stalin. Y el evitar palabras como «moro» y «gitano» tampoco hace a nadie una persona mejor, mientras el corazón esté lleno de egoísmo y estemos luchando contra la verdad divina. «Por lo cual eres inexcusable, quienquiera que seas tú que juzgas; pues en lo que juzgas a otros, te condenas a ti mismo; porque tú que juzgas haces lo mismo» (Ro. 2:1). 

Lo que forzosa y urgentemente debe ser tirado del pedestal, es nuestro orgullo, nuestra falta de amor, nuestra superioridad moral y sobre todo nuestra impiedad. Que nuestro fiel Dios y Señor pueda dar, que a unos cuantos todavía les serán abiertos los ojos, que todavía haya personas que se conviertan y acepten a Jesucristo. En este sentido: «Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree…» (Ro. 1:16).

ContáctenosQuienes somosPrivacidad y seguridad