¿Qué hacen los judíos con sus pecados?

Fredi Winkler

Muchas veces la gente nos pregunta: ¿qué hacen los judíos con sus pecados, ya que no tienen más Templo y, por lo tanto, ya no hay sacrificios para los pecados?

El autor de la carta a los Hebreos dice al respecto: “La sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados” (He. 10:4). Por eso, el Antiguo Testamento usa en este contexto la palabra kapara. Kapara no significa “perdonar” o “quitar”, sino tan solo “cubrir”. En el Antiguo Testamento, los pecados quedaban cubiertos bajo la paciencia divina, hasta que viniera Aquel que verdaderamente podría perdonarlos: Jesucristo, el Hijo de Dios, que dio su propia vida en sacrificio perfecto y eternamente válido, derramando Su sangre por los pecados de la humanidad entera. Por eso, Juan el Bautista, cuando vio a Jesús que venía hacia él, lo señalo y dijo: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Jn. 1:29).

Todo el sistema de sacrificios del Antiguo Pacto era solamente una imagen que anunciaba el futuro sacrificio perfecto que Jesucristo, el Hijo de Dios, llevaría a cabo en el cumplimiento del tiempo. Y es interesante ver que, 40 años después de que se efectuara este sacrificio a través de la muerte y resurrección de Jesús, los sacrificios en Jerusalén cesaron. El Templo fue destruido, tal como Dios lo había predicho por medio del profeta Daniel, en el capítulo 9.

Por eso, el sufrimiento, la muerte y la resurrección de Jesucristo son el tema central de los Evangelios. Las Buenas Nuevas no consisten solamente en el sufrimiento y la muerte de Cristo, sino que estos van juntamente con la resurrección. Si Jesús no hubiera resucitado, habría sido solamente un mártir y podríamos registrarlo como uno más entre tantos fundadores de religiones. Sin embargo, el increíble hecho de que Jesús resucitó lo hace sobresalir sobre todos los demás.

A veces, se hace más énfasis en el sufrimiento y la muerte de Jesús que en Su resurrección. Sin embargo, la resurrección es el evento culminante y parte esencial del mensaje del Evangelio. Para la iglesia ortodoxa griega, el día en el cual se recuerda la resurrección del Señor Jesús es el día más importante en el calendario litúrgico, más que la Navidad, la cual se enfatiza mucho en Occidente. Por eso, los griegos ortodoxos le han dado un nombre hermoso y muy significativo a la iglesia del Santo Sepulcro en Jerusalén. La llaman iglesia de la “Anastasia”, lo que significa “resurrección”. La promesa de la resurrección y de la vida eterna es el supremo mensaje del Evangelio que Jesús confió a Sus discípulos y que tenían que llevar al mundo entero. Este Evangelio también es llamado el Evangelio de la gracia, porque en él se encuentra el ofrecimiento de gracia en lugar del castigo por el pecado y de la muerte.

Es interesante ver que los judíos del primer siglo después de Cristo comenzaron a entender que lo esencial no eran los sacrificios, sino la gracia de Dios. Cuando el Templo fue destruido y cesaron los sacrificios, los judíos pasaron pronto a una nueva práctica religiosa, en la cual el día de la reconciliación, Yom Kipur, y los diez días de arrepentimiento que lo preceden se convirtieron en el instrumento central del perdón de pecados. En las correspondientes oraciones ceremoniales se recita un versículo del libro del profeta Miqueas que dice: “¿Qué Dios como tú, que perdona la maldad, y olvida el pecado del remanente de su heredad? No retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en misericordia” (Mi. 7:18).

Es uno, entre otros pasajes del Antiguo Testamento, que ha contribuido a convencer a los judíos de que para el perdón de pecados se necesita la gracia y misericordia de Dios. Pero recién para el que cree en Jesús, la misericordia de Dios en respuesta a la fe en Sus promesas se convierte en algo real y seguro.

Otra pregunta que suele surgir en este contexto es la de los sacrificios en el Templo futuro que el profeta Ezequiel describe en su libro. ¿Qué importancia tendrán estos sacrificios en el reino milenial? Probablemente serán simplemente un recordatorio de la muerte sacrificial de Jesús, así como hoy, la celebración de la Cena del Señor con vino y pan nos debe recordar lo que Jesús hizo por nosotros.

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