Poner la mira en las seguridades de Dios

Wilfred Hahn

La crisis del coronavirus también ha causado muchas crisis financieras entre cristianos, mientras que aquellos que aprovechan la pandemia para sus objetivos son cada vez más ricos. Quien persigue la ganancia injusta, parece ser bendecido. ¿Cómo debemos vivir en un mundo que idolatra el materialismo? 

Si bien también podemos usar nuestra inteligencia para administrar lo mejor posible nuestros ahorros y finanzas, y ser buenos mayordomos aquí en la Tierra, nuestra última esperanza igual es mucho más grande. Siempre que vivamos como siervos obedientes, tenemos un portafolio lleno de ­seguridades de las que podemos depender: las promesas de Jesucristo. Consideremos estas seguridades e indicaciones valiosas contenidas en la Biblia: 

Jesucristo nunca nos dejará solos: «Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo: no te desampararé, ni te dejaré; de manera que podemos decir confiadamente: el Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre» (He. 13:5-6). 

Es en vano si confiamos en nuestro dinero, y buscamos nuestra seguridad en la ganancia casi ilimitada de dinero. Al final, cuando venga el castigo de Dios (o Su juicio sobre los que vivirán en el tiempo de la gran tribulación), nuestras inversiones terrenales no nos darán refugio ni vida eterna. 

No se preocupe por las cosas sobre las que usted no tiene influencia alguna: «Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal» (Mt. 6:34). 

No debemos pensar constantemente en el futuro. Mostrará ser en vano, si gastamos tiempo y fuerza en explorar los posibles riesgos y lo desconocido. Solamente Dios sabe lo que para nosotros es imposible saber. Solo Él prevé perfectamente el futuro. Si tan solo le servimos con total entrega, no hay absolutamente nada por lo que deberíamos preocuparnos. 

«Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡regocijaos! Vuestra gentileza sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca. Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús» (Fil. 4:4-7). También el próximo pasaje refleja esta misma seguridad: «Jehová es la fortaleza de su pueblo, y el refugio salvador de su ungido. Salva a tu pueblo, y bendice a tu heredad; y pastoréales y susténtales para siempre» (Sal. 28:8-9). 

No se aflija cuando las personas malas lleguen a tener riquezas: la obra de los adinerados que idolatran el mundo, desaparecerá en su totalidad y no recibirá recompensa eterna alguna. Su pago solo será de corta duración. Y aun por ese tiempo corto, la riqueza no da paz. La búsqueda de riquezas terrenales los lleva a mucho dolor, y a que sean engañados. La profecía bíblica no deja dudas en cuanto a lo que espera a los malos y a sus riquezas: «La altivez del hombre será abatida, y la soberbia de los hombres será humillada; y solo Jehová será exaltado en aquel día. Y quitará totalmente los ídolos» (Is. 2:17-18). 

Apenas nos las arreglamos en este mundo si tenemos poco dinero en la cuenta, ¿verdad? Si le servimos al Señor con fidelidad, eso es irrelevante para cómo será la eternidad para nosotros. «Mejor es lo poco del justo, que las riquezas de muchos pecadores. Porque los brazos de los impíos serán quebrados; mas el que sostiene a los justos es Jehová» (Sal. 37:16-17). 

Sean amables con otros, e intenten salvarlos de las consecuencias de participar y hacerse culpables en estos días peligrosos de la trampa del dinero del tiempo del fin: «A algunos que dudan, convencedlos. A otros salvad, arrebatándolos del fuego; y de otros tened misericordia con temor, aborreciendo aun la ropa contaminada por su carne» (Jud. 22-23). 

Persista y mire hacia lo alto, porque la llegada del Señor se acerca: «Pero vosotros, amados, edificándoos sobre vuestra santísima fe, orando en el Espíritu Santo, conservaos en el amor de Dios, esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna» (Jud. 20-21). 

No se doblegue usted delante de los «ídolos de oro»; Dios nos salvará. Podemos cobrar ánimo de la experiencia de los tres amigos de Daniel (Sadrac, Mesac y Abed-nego). Ellos se negaban a ser parte de la idolatría que Nabucodonosor quería imponerles, y no les importaba el precio que les costaría. Si ellos morían en el fuego, o debían vegetar al margen de la sociedad para mantenerse fieles a su Dios, no les importaba: «He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado» (Dn. 3:17-18). Aun cuando el gigante financiero y comercial, del mundo apocalíptico en el que vivimos, quiere seducirnos a adorarlo, e incluso quiere tratar de atraernos a la trampa, es mejor aceptar una existencia como marginados de la sociedad, en lugar de convertirnos en cómplices de sus pecados. 

Cuente usted con persecución: «…y en nada intimidados por los que se oponen, que para ellos ciertamente es indicio de perdición, mas para vosotros de salvación; y esto de Dios. Porque a vosotros os es concedido a causa de Cristo, no solo que creáis en él, sino también que padezcáis por él, teniendo el mismo conflicto que habéis visto en mí, y ahora oís que hay en mí» (Fil. 1:28-30). 

Aquí se nos dice que debemos contar con la persecución de cristianos, ya sea sutil o directa. De hecho, eso es una señal de que estamos en el camino correcto y que realmente vivimos nuestra fe. Si usted anda por el camino fácil, ancho, o nada con la corriente en cuanto a valores y tendencias sociales del mundo, usted no sufrirá ningún tipo de persecución (ya sea espiritual o con violencia física). En ese caso, hay buenas posibilidades que usted entienda lo mismo bajo «verdadera mayordomía» del mundo. Si eso es así, usted notará que ya está profundamente enredado en la red que satanás le ha tendido al mundo. 

¿Alguna vez se ha preguntado cómo pensará la “gran nube de testigos” (He. 12:1) sobre nuestro mundo actual? Si ellos observaran el mundo desde arriba, notaría, que la piedra final de la humanidad –humanismo y materialismo– rápidamente está tomando forma: la globalización de la humanidad, el sistema 666 se hace visible. Ellos estarían consternados al ver que la humanidad nuevamente está envenenada por la visión de una nueva torre de Babel, y que dice: «¡Queremos hacernos un nombre, y tomar nuestro destino en nuestra propia mano!» (cp. Gn. 11:4). Pero lo que posiblemente entristecería más a esta nube de testigos, sería ver cuántos supuestos cristianos están totalmente enceguecidos por promesas seductoras pero falsas y por las preocupaciones del tiempo presente. 

Mirando la perspectiva aproximada de las tendencias a largo plazo en todo el mundo, se manifiesta un desarrollo histórico de la humanidad que ya fue profetizado por la Biblia. El sistema de la «bestia», simbolizado también por el número 666, probablemente ya está activo en nuestro tiempo, y eso justo ante nuestros ojos. Un día, probablemente pronto, el anticristo liderará este sistema mundial y lo utilizará para oprimir el mundo entero. La Iglesia pura de los creyentes no necesita preocuparse por su venida. La Iglesia –la iglesia de Filadelfia– será guardada de este tiempo. Cristo dijo a Filadelfia: «Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra» (Ap. 3:10). 

Si bien esta comprensión literal de la Escritura puede ofrecer una interpretación consoladora, no habla del tiempo presente, sino más bien de la tribulación futura. Por el otro lado, el estado presente del mundo es absolutamente engañoso para los cristianos. Esta es una característica clave de las circunstancias apocalípticas. La Biblia habla de muchos sacrificios y pérdidas en aquel tiempo. Recordamos que Cristo profetizó que ya casi no habrá fe en la Tierra cuando Él venga otra vez (Lc. 18:8). ¿Por qué? Algunos se apartarán de la fe a causa de la codicia y de las riquezas seductoras; otros caerán presos de tretas y de crisis económicas (Mt. 24:12; Lc. 21:34; 2 Ti. 3:1-7). Ambos pueden convertirse en nuestra perdición, ya sea por culpa propia o ajena. Sea cual sea la situación en que nos encontremos, tendremos que ser firmes para sostener una actitud contenta y pacífica. 

No obstante, en cada desafío, también se encuentra una oportunidad. Tenemos razón para el gozo, ya que nuestra lucha es de corta duración, y luego nos espera el premio eterno que es verdadera riqueza: «En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas… obteniendo el fin de vuestra fe, que es la salvación de vuestras almas» (1 P. 1:6-9).

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