
Las dificultades de los inmigrantes africanos musulmanes
“Danzaba de alegría cuando llegué. Fue uno de los días más felices de mi vida”. Así describía Ismail Abdul-Rasul, padre de cuatro hijos y originario de Darfur (Sudán), su llegada a Israel en 2007, tras cinco miserables años en Egipto y un angustioso viaje a través de la península del Sinaí.
Lo que hoy se olvida en gran medida es la gran afluencia de africanos —principalmente eritreos y sudaneses— que llegaron ilegalmente a Israel entre 2006 y 2012. Su inmigración conmocionó a los israelíes en su momento y ha dado lugar a que un número significativo de africanos vivan hoy en el país, especialmente en Tel Aviv. Se calcula que el número total de inmigrantes ilegales procedentes de África en Israel asciende a 55,000, de los cuales unos 35,000 siguen viviendo en el país. Merece la pena recordar la historia que hay detrás por su dramatismo, horror, resolución e impacto.
El camino
Los inmigrantes de origen africano y religión musulmana, llegaron casi todos al Estado judío por tierra. La afluencia comenzó en 2006, al parecer porque unos contrabandistas egipcios ayudaron a unos cientos de africanos a entrar en Israel y el Gobierno israelí les mostró indulgencia. A medida que se corría la voz de aquello en Egipto y en otros lugares del continente, cada vez eran más los que les seguían. En 2009, el periodista Uriel Heilman resumió los motivos de los africanos egipcios:
“Por un lado, el peligro y la pobreza: campos de refugiados abarrotados, pocos puestos de trabajo y soldados egipcios demasiado entusiastas dispuestos a abrir fuego contra cualquiera que intente huir a Israel… Del lado israelí se encuentran la relativa prosperidad y protección: un país occidentalizado, un Gobierno más comprensivo y una amplia gama de servicios para los refugiados, incluyendo, en algunos casos, puestos de trabajo.
‘Es bueno. Me encanta Israel. Aquí hay buena gente’, decía Emanuel, un joven sudanés de 16 años que ha cruzado la frontera sano y salvo… Emanuel duerme en una cama limpia, recibe tres comidas al día y de vez en cuando le llevan a una piscina, campamentos de verano y excursiones a la naturaleza”.
Ibrahim es un huérfano de Labé, Guinea, en África Occidental. Cuenta que en 2006, cuando tenía 15 años, el dueño de la tienda de electrodomésticos donde trabajaba le habló de la riqueza de Israel y se ofreció a pagarle el viaje. A cambio, exigió la mitad de los ingresos de Ibrahim de por vida. Ibrahim aceptó la oferta de servidumbre por deudas. Poco después, se encontró prisionero en un viaje por tierra de 13 días desde Guinea a Marruecos, Egipto, Eilat y Tel Aviv. En Tel Aviv, los traficantes lo llevaron a la estación central de autobuses, pero su pretendido empleador no apareció, así que Ibrahim escapó. Tras varias aventuras –lavó ollas en un restaurante, vivió en un albergue para jóvenes sin hogar, asistió a una escuela para niños en situación de riesgo y pasó algún tiempo en una cárcel–, una pareja israelí le ofreció su tutela legal. Esto le dio la oportunidad de completar su educación, convertirse en ciudadano israelí, cambiar su nombre por el de Avi Be’eri, unirse a las Fuerzas de Defensa de Israel como oficial en 2011 y considerar la posibilidad de convertirse al judaísmo.
Horror en Egipto
Lo más difícil era atravesar Egipto, donde muchos africanos musulmanes fueron maltratados o asesinados por el Gobierno, Hamás o las tribus de la península del Sinaí. La policía mató al menos a 27 sudaneses que se manifestaban ante la oficina del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados en El Cairo, mientras que los agentes fronterizos egipcios emplearon repetidamente la fuerza letal contra emigrantes desarmados. En agosto de 2007, por ejemplo, soldados israelíes informaron de que habían visto a guardias fronterizos disparar a dos emigrantes sudaneses en la frontera y “luego arrastrar a otros dos refugiados fuera de la frontera y golpearlos hasta la muerte con piedras”.
Hamás y sus aliados tribales en el Sinaí se comportaban sin piedad con los emigrantes. Según un artículo de Ynet (sitio web de noticias israelí), basado en un informe de la ONG Everyone Group, los emigrantes africanos de la ruta “se encontraron con operativos de Hamás que prometieron introducirlos clandestinamente en Israel a cambio de un pago de 2,000 dólares. En lugar de ello, fueron retenidos en un centro de detención a las afueras de Rafah, ciudad egipcia situada en la frontera con Gaza, y se pidió a sus familias en Eritrea que pagaran un rescate de 10,000 dólares por su liberación. (...) Ocho de los inmigrantes murieron y cuatro están desaparecidos, presuntas víctimas del tráfico de órganos y de personas. Unos 100 de ellos han sido llevados a un “campo de concentración” en un lugar desconocido, quizá en los territorios palestinos. Los prisioneros son golpeados, las mujeres y los niños violados. A los detenidos se les da comida en mal estado y se les obliga a beber su propia orina”, dice el comunicado. ‘La mayoría de los emigrantes consideran el suicidio’”.
El activista egipcio de derechos humanos Hamdy al Azazy informó sobre la forma en que los africanos son llevados a la frontera de Egipto con Israel: “Los transportan peor que animales”. (...) Azazy describe los centros de detención donde meten a los emigrantes africanos:
“Los prisioneros son sometidos a todo tipo de torturas y humillaciones —a menudo mientras sus familiares en el extranjero escuchan sus gritos de desesperación al final de la línea telefónica— hasta que se pague el rescate que permitirá su liberación en la frontera con Israel. Los que intentan escapar son asesinados a sangre fría. (...) Si los familiares no pueden pagar el rescate exigido (entre 20,000 y 50,000 dólares, según la banda que los retenga), los jóvenes son llevados al mercado de órganos y asesinados al extraerles los riñones. En el desierto del Sinaí se han encontrado muchos cadáveres sin riñones, la mayoría quemados”.
Según el analista italiano Roberto Malini, “la mayor parte de los beneficios del tráfico de personas y órganos se destina a financiar grupos armados fundamentalistas, especialmente Hamás”. Naciones Unidas calcula que solo en 2011, el comercio mundial de órganos generó beneficios de entre 600 y 1,200 millones de dólares.
Reacciones israelíes
Cuando la mayoría de los sudaneses musulmanes y eritreos cristianos empezaron a entrar ilegalmente en Israel en 2006, el Gobierno detuvo a los que consideró como infiltrados hostiles. Sin embargo, a menudo los ponía de nuevo en libertad; otros eludían la detención y acababan directamente en la calle.
En agosto de 2007, el Gobierno israelí reconoció como refugiados a 500 inmigrantes de Darfur que ya se encontraban en Israel. Sin embargo, declaró que, en virtud de un acuerdo con El Cairo, todos los futuros inmigrantes ilegales serían devueltos a Egipto. Este acuerdo no parece haberse aplicado, ya que el número de refugiados de Darfur aumentó a 600 en febrero de 2009, y a todos se les concedió asilo y permisos de trabajo.
En 2009, el alcalde de Eilat, Meir Yitzhak Halevi, se quejó de que parte de su ciudad había sido “conquistada por intrusos”. Y añadió:
“Como muchos de los inmigrantes buscan trabajo y algunos no tienen residencia permanente, muchos de ellos se congregan en parques y campos deportivos. La infiltración es incontrolada. (...) Sin generalizar, sin duda hemos asistido a un aumento de la violencia entre esta población. Los incidentes relacionados con el alcohol han aumentado”.
En 2010, Arnon Soffer, geógrafo de la universidad de Haifa, calculó que, al ritmo de migración de entonces, Israel recibiría unos 500,000 inmigrantes ilegales en 2025. Lo describió como una “amenaza existencial” para el país, que entonces tenía 7,6 millones de habitantes.
El primer ministro Benjamin Netanyahu se hizo eco de estas predicciones, advirtiendo de una “avalancha” de inmigrantes ilegales que “amenaza los puestos de trabajo de los israelíes y pone en peligro el carácter judío y democrático del Estado de Israel”. Defendió la construcción de una valla a lo largo de los 242 kilómetros de frontera de Israel con Egipto, desde Rafah a Eilat e incluso hasta el Mar Rojo, así como la construcción de un campo de acogida, capaz de albergar a 10,000 inmigrantes.
El Gobierno israelí gastó 450 millones de dólares entre 2010 y 2014 en la valla de 5 metros de altura, apodada el “proyecto reloj de arena” y uno de los proyectos más caros de la historia del país. La valla redujo inmediatamente la tasa de incursiones en más de un 99%.
Algunos israelíes —como Or Mor-Yosef, del Centro para el Desarrollo de los Refugiados Africanos de Tel Aviv— lamentaron la oportunidad perdida de convertir a estos jóvenes africanos musulmanes en “los mejores embajadores de Israel” dándoles una acogida más amistosa. Otros coincidieron con el académico y periodista Guy Bechor, en que los ilegales africanos no eran ni trabajadores temporales ni refugiados, sino colonos permanentes; Bechor advierte que si se concede la ciudadanía a los inmigrantes y luego se permite que sus familias se reúnan con ellos en Israel, la población musulmana podría convertirse en mayoría en el antiguo Estado judío.
Conclusión
El caso de los africanos musulmanes que emigran espontáneamente a Israel es un pequeño ejemplo de una posible migración masiva de África a los países ricos en las próximas décadas, ya que la población del continente podría triplicarse de aquí a 2100. Las migraciones suelen comenzar cuando llegan al país de origen noticias de un asentamiento exitoso. Entonces, muchos más emigrantes siguen el mismo camino, seguidos por el tráfico de seres humanos, la corrupción y la brutalidad. Como consecuencia, se levantan vallas y otros obstáculos y, finalmente, la crisis remite.
También hay un aspecto claramente israelí en lo ocurrido de 2006 a 2012. Los emigrantes musulmanes que abandonan sus países de origen, recorren largas distancias, viven experiencias horribles en Egipto y aprovechan una oportunidad en el Estado judío, revelan claramente un amplio pero oculto aprecio por Israel. Como ha señalado Malcolm Hedding, de la Embajada Cristiana Internacional en Jerusalén, “es sorprendente que algunos académicos británicos con un alto nivel educativo piensen que Israel es un país racista e inmoral, mientras que estos refugiados sudaneses corrientes parecen saber que no es así”. Así, el intento desesperado de estos africanos musulmanes por llegar al Estado judío señala un aspecto importante de la creciente aceptación de Israel.
Daniel Pipes (DanielPipes.org, @DanielPipes) es presidente del Middle East Forum e investigador principal del Center for Immigration Studies. © 2023 por Daniel Pipes. Todos los derechos reservados.
Traducido y publicado de forma abreviada con amable autorización. Publicado por primera vez como “Muslim Africans’ Harrowing Journey to Israel”, por Daniel Pipes, en Middle East Quarterly, verano de 2023.