La ley debía proclamarse

Fredi Winkler

Según Deuteronomio 31:10-31, cada siete años la ley debía proclamarse delante de todo el pueblo en la fiesta de los tabernáculos. Es probable que algunos entre la población no supieran leer, y aunque contaran con tal habilidad, tampoco tenían a su disposición copias de la Escritura. Desde este punto de vista, hoy día somos muy privilegiados, sobre todo por saber leer y escribir.

Dios ordenó ciertas costumbres y fiestas a Su pueblo para que no olvidara todo lo que había hecho por él y decidiera no abandonar sus mandamientos. Instituyó, por ejemplo, el Pésaj (la Pascua), en donde Israel debía recordar el éxodo de Egipto (Éxodo 12 y 13).

En Éxodo 13:9-16, Dios dice que esos días conmemorativos, con sus costumbres, serían una señal sobre la mano la Israel y un memorial delante de sus ojos. En Deuteronomio 6 leemos también acerca de una señal atada a la mano y otra delante de los ojos, aunque añade: “y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas” (Dt. 6:9).

Es probable que sea esto lo que haya originado el uso de las correas de cuero que los judíos ortodoxos atan alrededor de su cabeza, y que contiene una pequeña caja con un papel donde están escritos los pasajes citados, justo delante de sus ojos. Pero Deuteronomio 6:6 nos revela el verdadero significado de este mandamiento: “Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón”.

Deuteronomio 11:18-20 repite y subraya la misma verdad. Podemos leer ya desde el principio: “[…] pondréis estas mis palabras en vuestro corazón y en vuestra alma”. Primero que nada, debe ocurrir dentro de la persona, no a través de un acto externo. El pecado y la desobediencia a Dios siempre comienzan en los ojos. Esto es evidente desde Adán y Eva: “Y vio la mujer […]”. Luego, prosigue el acto: “[…] y tomó de su fruto, y comió […]”. Es por esta razón que todo lo que vemos y hacemos debe pasar por el “filtro” de la Palabra de Dios..

Proverbios 7:1-3 nos muestra también que estas ordenanzas no se refieren a una acción externa, sino al corazón. Allí dice: “Hijo mío, guarda mis razones, y atesora contigo mis mandamientos. Guarda mis mandamientos y vivirás, y mi ley como las niñas de tus ojos. Lígalos a tus dedos; escríbelos en la tabla de tu corazón”.

En Jeremías 31:31-34, el profeta habla de un nuevo pacto que Dios hará con Israel, donde dice: “Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo” (v. 33). El escritor de la carta a los Hebreos cita este pasaje con el fin de aplicarlo a los creyentes del nuevo pacto (Hebreos 10:16), instituido por Jesús en la Última Cena. Este nuevo pacto tiene que ver con la transformación de la mente impulsada por el Espíritu, como dice Pablo: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Ro. 12:2). Según 1 Juan 2:27, es la unción –el Espíritu Santo– quien nos enseña y guía por el camino correcto.

Sin embargo, el cumplimiento final y perfecto de la promesa de Jeremías 31 vendrá una vez que Israel reconozca al Señor Jesucristo como su Mesías.

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