La guerra de Gaza
La guerra de Gaza dura ya más de medio año. Desde el principio, Israel advirtió que la batalla se prolongaría por mucho tiempo; pero cuanto más se extiende, más disminuye el apoyo internacional a la guerra y a Israel. Esta evolución se debe, en particular, a las manifestaciones de protesta contra Israel y a las muestras de simpatía hacia Hamás por parte de los musulmanes radicales, que ahora forman una minoría cada vez más poderosa en muchos países y que propagan en voz alta sus convicciones. Cada vez encuentran más simpatizantes entre la población no musulmana, especialmente entre quienes son hostiles a Israel.
Este sentimiento antiisraelí ya ha llevado a destacados países, que inicialmente estaban a favor de Israel, a empezar a imponer sanciones contra el país, especialmente en materia de armamento. Incluso el presidente estadounidense Biden, que había adoptado una postura notablemente proisraelí, expresa ahora sus reservas. Uno de los motivos son, sin duda, las próximas elecciones en Estados Unidos.
Sorprendentemente, las cosas permanecieron tranquilas en Jerusalén, y especialmente en el Monte del Templo, durante la festividad musulmana del Ramadán. Esto nos demuestra que no existe una verdadera simpatía por Hamás entre los musulmanes del país. Las atrocidades cometidas por la gente de Hamás el 7 de octubre son sencillamente inaceptables para un musulmán normal.
La incitación contra Israel y el apoyo a Hamás proceden claramente de Irán. Por primera vez, Irán también logró penetrar en el espacio aéreo israelí desde Irak con un avión no tripulado y alcanzar una instalación militar en Eilat. Aunque no se produjeron daños materiales importantes y ninguna persona resultó herida, este incidente pone de relieve una vez más que Israel debe proteger su país desde los flancos.
Sabiendo que la mayor amenaza proviene de Irán, Israel se anticipó y bombardeó un edificio en Damasco que se encontraba al lado de la embajada iraní, liquidando así al hombre más importante de Irán para construir un frente contra Israel en Siria y Líbano, junto con algunos de sus más destacados compañeros de armas.
Esta liquidación fue una hazaña militar casi increíble. El edificio fue completamente destruido con misiles disparados por la aviación israelí desde el Golán. La embajada iraní y la canadiense, situadas junto a él, no sufrieron daños.
Israel hace todo lo que está en su mano para contrarrestar posibles amenazas. Sus acciones militares también pretenden servir de elemento disuasorio para que los enemigos de Israel sepan con quién están tratando. Pero, por supuesto, esto siempre alberga el peligro de una escalada total.
Sabemos por la Biblia que en algún momento habrá una gran escalada, como se describe en Zacarías 12. Jerusalén se convertirá en “copa que hará temblar a todos los pueblos” y en “piedra pesada a todos los pueblos”. Y luego leemos: “…todos los que se la cargaren serán despedazados, bien que todas las naciones de la tierra se juntarán contra ella”. Este versículo ya nos da un sabor anticipado de esta complicidad internacional contra Jerusalén, lo que observamos en las Asambleas Generales de la ONU, donde Israel está siendo aislado y puesto en el banquillo de los acusados.
Sin embargo, en Zacarías 14:3 leemos que en ese momento el Señor mismo se levantará para luchar por su pueblo Israel. Esta promesa nos anima a poner toda nuestra esperanza y confianza en el Señor.