¿Jesús o Yeshúa?
Y llamarás su nombre JESÚS”, dijo el ángel Gabriel.
No, en realidad no hizo eso, sino que dijo: “YESHÚA”. Por cierto, Gabriel tampoco se llamaba Gabriel, pues en hebreo suena diferente: “Gav-ree-el”, lo que significa: “el poderoso del Señor”. Pero al menos Gabriel suena un poco como Gav-ree-el. Al menos es reconocible. Pero ¿cómo es que Yeshúa, el verdadero nombre hebreo de nuestro Señor y Mesías, se convirtió en Jesús? No suena para nada como Yeshúa. ¿Y acaso importa cómo le llamemos?
¿Cómo llegamos a llamar a Yeshúa, Jesús?
El nombre “Jesús” viene del griego Iesous. Mientras que tenemos una versión española del nombre hebreo de Gabriel, parece que tenemos que conformarnos con una versión española de la versión griega del nombre hebreo de nuestro Mesías, que ni siquiera se acerca a sonar como lo hacía originalmente. Esto lo hace menos reconocible para sus hermanos y hermanas judíos. Simplemente Jesús parece tan…¡no judío! Pero cuando los judíos oyen su nombre en hebreo, a menudo se les enciende una luz. ¡Ah, Yeshúa! El nombre Yeshúa era conocido y utilizado en la historia judía: en las listas de las órdenes sacerdotales que servían en el templo (1 Crónicas 24:11; 2 Crónicas 31:15; Esdras 2:2, 6, 36) aparecen hombres llamados Yeshúa. Es una variante de Josué y significa “salvación”. Para los oídos judíos, esto tiene mucho más sentido.
Cómo se conoce a Jesús en Israel y cómo se le llama
Desgraciadamente, entre los judíos de habla hebrea, Yeshúa ha sido conocido durante muchos años como “Yeshu”, que es un acrónimo de una maldición: “Yimakh shemo ve zikhro”. Esto significa algo así como: “Que su nombre y su memoria sean borrados”. Se infligió tanto sufrimiento y persecución al pueblo judío en nombre de Yeshúa que su propio nombre se ha convertido en un obstáculo y un insulto. Hoy en día, a menudo se le considera uno de los enemigos del pueblo judío. La palabra “Yeshu” se compone de tres letras hebreas: Y-Sh-U (ושי); pero la última letra de su nombre —el sonido “ah”— falta. Esta última letra se llama “ayin” (ע), que curiosamente significa “ojo”. Es casi como si no se pudiera ver sin la “ayin”, pero cuando se añade la “ayin”, los ciegos se vuelven videntes.
En Israel se suele llamar Yeshu a Yeshúa, pero hay algunos académicos que se refieren a él como Yeshúa. E irónicamente, un grupo especialmente extremista escribió su nombre correctamente cuando pintaron un grafiti antimesiánico en una iglesia para proclamar que Yeshúa era un mono. Por desgracia, también se le suele llamar Yeshu haNotzri, que significa “maldición sobre Jesús el cristiano”. En Israel se le suele considerar gentil, cristiano y “diferente”. Pero Jesús no era un cristiano —no era un seguidor de Cristo— era Cristo mismo. ¡El Mesías judío! Jesús no era cristiano, María no era católica y Juan no era bautista: todos eran judíos. Aunque “notzri” sea la palabra hebrea para “cristiano”, en realidad significa “uno de Nazaret” (Natzeret en hebreo). Sería más correcto decir Yeshúa me Natzeret —Yeshúa de Nazaret—, pero esto está a mundos de distancia en la percepción israelí. Cristo es la palabra griega para Mesías, así que Jesucristo, en realidad, significa Yeshúa el Mesías.
Hace algún tiempo, una profesora que no cree ni un ápice en el Nuevo Testamento dio una conferencia sobre el Nuevo Testamento en una universidad de Israel. Simplemente lo consideraba un libro importante que dio forma a la civilización occidental. Cuando los estudiantes le preguntaron qué significaba “Cristo” (¿era su apellido?), la profesora explicó que era la palabra griega para Mesías. Con una sinceridad que causa grata sorpresa escribió en hebreo en la pizarra, ante una clase llena de estudiantes israelíes:
JESÚS = YESHUA = CRISTO = MESÍAS
Esto no se entiende bien aquí en Israel, pero poco a poco se van encendiendo las luces, porque cada vez más gente se da cuenta de que Jesucristo no es una personalidad extranjera de una religión pagana, sino Yeshúa, la redención, el Mesías judío de Nazaret en Israel que está profetizado en la Biblia hebrea. “Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mt. 1:21).
¿Cómo debemos llamarle?
Después de haber descubierto su verdadero nombre hebreo, Yeshúa, ahora nos preguntamos: ¿debemos dejar de llamarle Jesús?
Es cierto que su madre y sus amigos le llamaban Yeshúa, y no Jesús; pero si le conoces como Jesús, ¿le molesta eso? ¿Está mal dirigirse a Él como Jesús? Hay quienes argumentarían hasta la saciedad que referirse a Él como Yeshúa en lugar de Jesús es de suma importancia, pero la venida de Yeshúa tuvo lugar en el momento de Dios para traer la salvación a los gentiles. No fue casualidad que su nombre se difundiera en la lengua internacional de la época: el griego; el mismo debía ser proclamado a lo largo y ancho de todos los pueblos de la Tierra.
Dios abrió entonces el camino para que todos los pueblos del mundo vinieran a Él. Si te relacionas con Él con su nombre Jesús, no te preocupes por cambiarlo a Yeshúa si no lo crees necesario. Él conoce a sus ovejas, y sus ovejas conocen Su voz. Su nombre ha salido a las naciones en varias versiones del griego Iesous; sin embargo, aquí en Israel, su país de nacimiento, la gente está empezando a descubrir a Yeshúa como su Mesías judío.
Yeshúa será reconocido por sus hermanos
De la misma manera que José, como gobernador de Egipto, vistiendo un traje egipcio y hablando una lengua extranjera, era irreconocible para sus hermanos, que fueron de Canaán a Egipto en busca de ayuda, también Yeshúa fue a los gentiles para traerles la salvación revestido —al parecer— de términos y cultura gentiles. Y a sus hermanos y hermanas judíos les resultó difícil reconocerle como uno de los suyos.
Recordemos lo que les sucedió a José y a sus hermanos: “No podía ya José contenerse delante de todos los que estaban al lado suyo, y clamó: Haced salir de mi presencia a todos. Y no quedó nadie con él, al darse a conocer José a sus hermanos. Entonces se dio a llorar a gritos; y oyeron los egipcios, y oyó también la casa de Faraón. Y dijo José a sus hermanos: Yo soy José; ¿vive aún mi padre? Y sus hermanos no pudieron responderle, porque estaban turbados delante de él. Entonces dijo José a sus hermanos: Acercaos ahora a mí. Y ellos se acercaron. Y él dijo: Yo soy José vuestro hermano, el que vendisteis para Egipto. Ahora, pues, no os entristezcáis, ni os pese de haberme vendido acá; porque para preservación de vida me envió Dios delante de vosotros” (Gn. 45:1-5).
José fue un presagio del Mesías, vendido por 20 monedas de plata, igual que Yeshúa fue traicionado por 30, y sufriendo entre y por sus hermanos, sin embargo, proporcionando la salvación a su familia y a toda una hueste de gentiles. Sabemos que llegará un tiempo en que esta revelación también será dada al pueblo judío, como Dios promete:
“Y derramaré sobre la casa de David, y sobre los moradores de Jerusalén, espíritu de gracia y de oración; y mirarán a mí, a quien traspasaron, y llorarán como se llora por hijo unigénito, afligiéndose por él como quien se aflige por el primogénito” (Zac. 12:10).
Esto aún no ha sucedido, pero cuando suceda, habrá mucho llanto, tanto de horror (¿qué hemos hecho?) como de alegría, como en el reencuentro de José y sus hermanos. Ellos abrazarán a su hermano judío, Yeshúa, el Mesías prometido. Y la alegría de la reconciliación y del reencuentro familiar será mutua, porque Dios utilizó todos los años de rechazo para la salvación del mundo entero.
“Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no seáis arrogantes en cuanto a vosotros mismos: que ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles; y luego todo Israel será salvo, como está escrito: Vendrá de Sion el Libertador, Que apartará de Jacob la impiedad. Y este será mi pacto con ellos, Cuando yo quite sus pecados. Así que en cuanto al evangelio, son enemigos por causa de vosotros; pero en cuanto a la elección, son amados por causa de los padres. Porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios. Pues como vosotros también en otro tiempo erais desobedientes a Dios, pero ahora habéis alcanzado misericordia por la desobediencia de ellos, así también éstos ahora han sido desobedientes, para que por la misericordia concedida a vosotros, ellos también alcancen misericordia. Porque Dios sujetó a todos en desobediencia, para tener misericordia de todos. ¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos!” (Ro. 11:25-33).
Una versión traducida del artículo “¿Jesús vs. Yeshua?”, oneforisrael.org. – publicado con amable autorización.