Israel divide las mentes

Reinhold Federolf

Lo que los huesos secos en Ezequiel 37 y Gog y Magog, en Ezequiel 38-39, nos dicen hoy sobre Israel. 

¿Qué hacemos cuando descubrimos profecías bíblicas acerca de Israel que aún no se han cumplido?, ¿decimos entonces que de alguna manera deben haberse cumplido ya?, ¿o que no hay que entender todo esto literalmente, sino verlo más bien como una imagen simbólica cuya “verdad espiritual” se debe reinterpretar y aplicar a la Iglesia y su realidad hoy?, ¿no fue esto precisamente lo que hizo Israel con las promesas mesiánicas? Pasaron por alto las profecías del Cordero de Dios que iba a ser inmolado por los pecados del pueblo, o no las comprendieron, aunque la causa de la crucifixión (Isaías 53) y la manera cómo moriría el Mesías (Salmos 22) se describen hasta el más mínimo detalle en las Escrituras. Cambiaron al humilde, justo y salvador Siervo-Rey, que iba a entrar a Jerusalén cabalgando en un asno (Zacarías 9:9), por el glorioso y victorioso Mesías que aparecería en las nubes del cielo y que, sobre todo, erradicaría las injusticias sociales y liberaría a Israel del yugo de los romanos y le traería la ansiada paz. Toda su esperanza estaba relacionada con lo puramente mundano y humano. De este modo, Israel, y especialmente sus dirigentes religiosos, se perdió en un callejón sin salida con un final trágico. 

Si a sabiendas quitamos o reinterpretamos a nuestro parecer partes de la profecía bíblica, podría ocurrirnos un día algo parecido, y nos veríamos invadidos por acontecimientos inesperados. Por lo tanto, nos queda solo una conclusión lógica: que el cumplimiento de las promesas bíblicas que todavía no se cumplieron será literal.

En los tres impresionantes capítulos 37 a 39 de Ezequiel nos encontramos con una interesante descripción de un escenario de tiempo final.

¿Por qué de tiempo final?
“Al cabo de muchos días recibirás órdenes; al fin de los años vendrás a la tierra recuperada de la espada (…) Sucederá en los postreros días que te traeré contra mi tierra (…)” (Ez. 38:8,16; lbla).

Se trata de una mirada profética a la historia de Israel en el tiempo final.

Sin embargo, ¿cómo sabemos que la invasión enemiga de Gog (Ezequiel 38:2) aún no ha tenido lugar?

Lo sabemos por cuatro “efectos secundarios” mencionados en el capítulo 39, versículos 9 a 12: “Y los moradores de las ciudades de Israel saldrán, y encenderán y quemarán armas, escudos, paveses, arcos y saetas, dardos de mano y lanzas; y los quemarán en el fuego por siete años. No traerán leña del campo, ni cortarán de los bosques, sino quemarán las armas en el fuego (…)” (vv. 9-10).

Durante siete años Israel no tendrá que lidiar con ningún problema de escasez de energía en absoluto; pues es lo que durará el suministro traído por los ejércitos enemigos de Gog. 

Luego el versículo 12 dice: “Y la casa de Israel los estará enterrando por siete meses, para limpiar la tierra”. Tardarán más de medio año en retirar y enterrar los cadáveres (a pesar de que hoy se trabaja con camiones y excavadoras). En los versículos 15 y 16 encontramos más información que tampoco se ha cumplido en la historia de Israel. La inmensa fosa común dará un nuevo nombre a una sección del valle designada para el entierro de los cadáveres, un barranco al este del mar Muerto: “Valle de Hamón-gog”, que significa “valle de la multitud de Gog”. Al mismo tiempo habrá allí una ciudad que se llamará Hamona. En la actualidad no existe ni el valle “de la multitud de Gog” ni la ciudad de Hamona en Israel. Por lo tanto, llegamos a la conclusión lógica de que la invasión de Gog de Magog aún no ha ocurrido.

¿Cómo se describe al pueblo de Israel?
En Ezequiel 37 vemos cómo toda una llanura llena de esqueletos humanos se convierte de repente en el escenario de una intervención divina. Paso a paso, casi como en una clase de anatomía, todas las partes desparramadas encajan correctamente, y una gran multitud resucitada se pone en pie. Para que no quede ninguna duda de que se trate aquí del pueblo judío, leemos en el versículo 11: “Me dijo luego: Hijo de hombre, todos estos huesos son la casa de Israel”.

¿Qué son los sepulcros?
En Ezequiel 37:12-13, Dios dice al profeta Ezequiel: “Por tanto, profetiza, y diles: Así ha dicho Jehová el Señor: He aquí yo abro vuestros sepulcros, pueblo mío, y os haré subir de vuestras sepulturas, y os traeré a la tierra de Israel. Y sabréis que yo soy Jehová, cuando abra vuestros sepulcros, y os saque de vuestras sepulturas, pueblo mío”. Los sepulcros de los que el pueblo judío saldrá para ser reunido, son los pueblos de este mundo, pues en el versículo 21 encontramos otra pieza de nuestro rompecabezas: “He aquí, yo tomo a los hijos de Israel de entre las naciones a las cuales fueron, y los recogeré de todas partes, y los traeré a su tierra”.

¿No es terrible y chocante que a alguien se le llame sepulcro? Europa y América del Norte en particular, antaño baluartes del cristianismo, están hundiéndose en una mórbida decadencia, en pleno curso de colisión contra Dios al ir en contra de la Biblia y despreciar los valores cristianos.

Cada vez más, los cristianos genuinos son tachados de predicadores de intolerancia y de odio, fundamentalistas desquiciados y enemigos de la democracia y los derechos humanos. Puede ser que pronto la Biblia se incluya en la lista de libros prohibidos por ser considerada una lectura discriminatoria y perjudicial.

A esta luz, entendemos la calificación de Dios. Sin Él, solo queda la consecuencia del pecado, cuyo pago es la muerte. Por eso, las naciones impías son llamadas sepulcros. Jesús advirtió a sus discípulos: “Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece” (Jn. 15:18-19).

Es evidente el odio de los islamistas contra los cristianos, pero el problema va mucho más allá: hoy en día sufrimos un creciente viento contrario a nivel mundial en lo referente al cristianismo genuino, tal como lo predijo Jesús.

Dado que los tres capítulos mencionados de Ezequiel forman una unidad, el descrito retorno de Israel también se ubica dentro del tiempo final. Lo vemos en la declaración de Ezequiel 38:8, que también pone de manifiesto el propósito de Gog: “De aquí a muchos días serás visitado; al cabo de años vendrás a la tierra salvada de la espada, recogida de muchos pueblos, a los montes de Israel (…) mas fue sacada de las naciones (…)”. Gog se va a oponer entonces a un pueblo que habrá sido restaurado y reunido de muchos pueblos del mundo, que habrá escapado de la espada, la aniquilación, y que poco tiempo antes habrá gritado con la mayor desesperación: “(…) Nuestros huesos se secaron, y pereció nuestra esperanza, y somos del todo destruidos” (Ez. 37:11). La versión ntv expresa la crueldad y tragedia de la situación traduciendo: “(...) hemos perdido toda esperanza. Nuestra nación está acabada”. Esto nos hace pensar en el plan de exterminación de los judíos en la Segunda Guerra Mundial. Auschwitz no era un campo de concentración en el sentido estricto, sino un campo de exterminio, una fábrica de muerte. A través de la visión de Ezequiel del valle con los huesos secos escuchamos el grito de los judíos, o de Israel, frente al exterminio: “hemos perdido toda esperanza. Nuestra nación está acabada”. Pero la revelación de Dios en esta visión de Ezequiel nos asegura que, a pesar de la terrible experiencia, la nación judía será “salvada de la espada”, es decir, sobrevivirán como pueblo y volverán a su tierra. A la vista de la historia reciente de Israel, ¿podemos seguir dudando de la candente actualidad de la profecía bíblica? Las profecías de Ezequiel se están cumpliendo.

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