
El mundo entero está bajo el maligno
Es cierto que la oscuridad aumenta. El historiador eclesiástico Carl Trueman observó que “quizá por primera vez” desde los siglos iii y iv, la lealtad social y la religiosa se excluyen mutuamente. Ya hay creyentes que sueñan con emigrar de Europa occidental en dirección a Rusia. ¿Quién hubiera pensado en esto hace tan solo veinte años?
El Occidente cristiano ha perecido. La semilla que provocó esta destrucción fue sembrada precisamente en un suceso que significó al mismo tiempo una gran bendición para muchos: la Reforma. Las sangrientas guerras religiosas –“en el nombre de Dios”– que le siguieron, cambiaron la actitud de las personas con respecto a la fe. La gente se volvió más cínica y laxa. En los siglos xvi y xvii, los Países Bajos resultaron ser el barómetro de los cambios venideros. Mientras que otros países cambiaban una dictadura católica por una protestante o reformada, la joven República Neerlandesa cultivaba una libertad de creencia y de conciencia poco común para su época.
Los refugiados inundaban Holanda, sobre todo judíos, anabaptistas y reformados. Durante un siglo, hicieron de la nueva república una de las naciones más ricas y poderosas de la Tierra. Hoy todavía los holandeses recuerdan esa gloriosa época, mientras que para el resto del mundo, el llamado siglo de oro de los Países Bajos ha caído en el olvido.
Fue allí donde, en el siglo xvii, filósofos como René Descartes o Baruch Spinoza se adelantaron un siglo a los pensamientos ilustrados que se expandirían por todo Occidente a partir de Alemania y Francia. Por otro lado, los reformados creían que era una bendición de Dios sobre su país que los barcos de guerra neerlandeses, en donde se leía a diario la Biblia en público, se cantaban salmos y se oraba, saquearan al resto del mundo. No eran pocos los predicadores que los exaltaban desde sus púlpitos, llamándolos el nuevo Israel ganando el mar, un paralelismo con los hijos de Israel bajo el liderazgo de Moisés, quienes fueron salvados a través del mar Rojo. Sin embargo, la impiedad crecía en el corazón de la nación.
El colonizador y rígido calvinista Jan Pieterszoon Coen, hizo quemar Yakarta con el propósito de reconstruir una nueva ciudad, arrasando a un grupo étnico que habitaba la zona, con el único fin de obtener un monopolio económico. En Japón se reclutaron a samuráis con el fin de asesinar a insurgentes en las islas de Banda. Mientras tanto, Dios lo veía todo. Los ricos prevalecían a costa de los pobres: en el “siglo de oro” muchos desamparados vivían excluidos, lejos de los ojos y los corazones de la sociedad. A la vez que los pobres eran considerados paganos, los ricos eran vistos como cristianos de buena doctrina que habían sido bendecidos por Dios.
Desde el punto de vista espiritual, nunca existió un “siglo de oro”. El “nuevo Israel” era más bien la antigua “ramera Babilonia”.
La riqueza acumulada de Holanda se tornó en una trampa y en un lazo espiritual para su pueblo. Aunque parece ser en la actualidad un país ordenado y agradable, en el que sigue reinando la ética cívica reformada, los Países Bajos son también una de las naciones más ateas de la Tierra. La prosperidad y la ilustración han separado a los holandeses de Dios. ¿Cuántas almas reclamó para sí misma la Ramera del materialismo sin que nadie, en una cultura de aspecto cristiano, se diera cuenta?
La salvación no puede ser hallada en las estructuras políticas de este mundo. El “mundo entero” está “bajo el maligno” (1 Juan 5:19). Ni tampoco Rusia podrá ayudar a los cristianos. Un creyente ortodoxo ruso se quejó una vez de lo difícil que era en su nación vivir una fe resuelta, puesto que la Iglesia se había unido demasiado al Estado.
Sí, en la “edad de oro” era fácil ser un cristiano nominal: uno vivía un “cristianismo” exterior, de acuerdo a los estándares reformados, mientras que por otro lado, intentaba aumentar su riqueza. Pero esto está lejos del verdadero cristianismo. Ser cristiano es y sigue siendo morir en Cristo al mundo y al pecado, y vivir por el Señor para Dios. De manera paradójica, esto comienza a ser comprendido hoy por los creyentes que viven en una sociedad que comienza a despojarse de su máscara cristiana para hacer público su rostro impío, el cual ha mantenido oculto durante tanto tiempo.
¡Que Dios nos ayude y tenga piedad de nosotros! ¡Maranatha, ven, Señor Jesús!