El extraordinario testimonio de Bakht Singh

Michael Kotsch

La fe se despliega de una manera muy singular en la India. - Una mirada a la historia de conversión y los primeros años del extraordinario evangelista indio Bakht Singh. 

Bakht Singh nació en 1903 en Joiya/Punjab (actualmente Pakistán). Sus antepasados eran devotos hindúes que también veneraban a Guru Nanak (1469-1539), el fundador del sijismo. El padre de Bakht Singh, Jawahar Mall, era un constructor de éxito. La familia era una de las más respetadas y ricas de toda la región. Sin embargo, sufrían por el hecho de que Laxmi Bai, la madre de Bakht Singh, no podía tener hijos ni siquiera once años después de su matrimonio. Los hindúes interpretaban este hecho como un castigo de los dioses. Durante años, la pareja rezó con regularidad para tener un hijo y peregrinó de templo en templo. Estaban dispuestos a ofrecer el hijo a Dios en caso de tener uno. En 1901 nació su hija Parvathi. Cuando Laxmi Bai volvió a quedarse embarazada, prometió educar a su hijo como sij en honor de Guru Nanak. De hecho, volvió a quedarse embarazada y tuvo un hijo, Bakht Sing. En los años siguientes nacieron siete hermanos más.

Tras el nacimiento de Bakht Singh (1903), la madre recordó su promesa y lo educó para que fuera especialmente piadoso. Como primer hijo varón, también fue bastante mimado y maleducado. Pero ya desde pequeño, no le interesaban demasiado los juegos sencillos con otros niños. En cambio, visitaba los templos sijs de la zona. Allí buscaba paz interior y un gurú al que pudiera unirse. Más tarde, Bakht Singh recordó: “Creo que la mano de Dios estaba sobre mí desde que nací. Esto despertó en mí una sed por Él”. Un gurú local con el que el chico disfrutaba hablando, dio a Bakht Singh una perspectiva bastante pesimista: “Cada vez que recitaba mis oraciones, Dios me parecía infinitamente lejano, a millones de kilómetros. Tenía la impresión de que harían falta bastantes renacimientos para vislumbrarlo siquiera”.

En 1919, la familia fue atacada por unos bandidos que golpearon a Jawahar Mall y amenazaron con matarlo si no les entregaban inmediatamente todos los objetos de valor. Laxmi Bai entregó todo el dinero y las joyas, por lo que los criminales se marcharon satisfechos. La familia ya no se sentía segura en Joiya y se trasladó a Sargodha (ahora en Pakistán).

Matrimonio a los doce años
El duodécimo cumpleaños de Bakht Singh se celebró como una gran fiesta, de la que todo el pueblo habló durante semanas. Como era costumbre en la India de la época, en esa ocasión también se casó. Sus padres habían elegido como esposa a Sri Kumar Mall, de 15 años. Nueve años después, la pareja tuvo un hijo, al que llamaron Onkar Singh.

Odio a los cristianos hipócritas
Bakht Singh asistió a la Escuela de la Misión Presbiteriana en Gujaranwala, cerca de Lahore. Durante este tiempo, le gustaba hablar de cuestiones de fe con el abogado Sundar Singh, un sij. La desesperanza de su búsqueda religiosa le preocupaba mucho: “En un sueño subí a una montaña alta y escarpada. Con gran esfuerzo llegué a la cima. En cuanto llegué a la cima, alguien vino y me empujó de nuevo hacia abajo”. Aunque asistía a una escuela misionera, él, como la mayoría de sus compañeros hindúes, despreciaba profundamente a todos los cristianos, aunque apenas los conocían. Todo el cristianismo, decía, se consideraba sobre todo cosa de opresores europeos. En la India, esta fe interesaría como mucho, a quienes de otro modo no tendrían perspectivas: los pobres, los desesperados o los sin casta. 

Más tarde, sin embargo, Bakht Singh también recordó que nadie le había explicado realmente los fundamentos de la fe cristiana durante todos sus años escolares. La mayoría de los miembros de la iglesia con los que tuvo que tratar eran cristianos solo de nombre, no vivían realmente de acuerdo con la fe cristiana. Esta hipocresía externa, la moral laxa y el trato despectivo hacia los nativos, resultaban muy repulsivos para la mayoría de los indios.
 
En 1919, el Gobierno colonial británico aprobó una ley que prohibía los movimientos indios por la libertad. Mahatma Gandhi (1869-1948) y otros políticos indios convocaron entonces a una huelga nacional. En Amritsar, ciudad con muchos sijs, estallaron disturbios. Asesinaron a cinco europeos, quemaron una iglesia y un centro misionero. El ayuntamiento, varios bancos y una estación telegráfica también fueron atacados en el transcurso de la protesta. Aunque el gobernador británico impuso el toque de queda, miles de sijs acudieron a la ciudad para celebrar el tradicional festival de primavera. Sin previo aviso, los soldados británicos dispararon contra la pacífica población. En el proceso, 1,516 personas resultaron heridas o muertas. Este suceso avivó aún más el odio de los sijs contra los británicos y los misioneros cristianos. Bakht Singh sentía lo mismo, rompiendo con rabia una Biblia que le habían dado los misioneros, la tiró a la basura.

Planes profesionales
Tras su escolarización en Gujaranwala, Bakht, a petición de su familia, Singh fue a Lahore a estudiar medicina en el Government College. Se concentró en sus estudios y obtuvo notas muy altas. Mientras ayudaba a su padre en su fábrica de algodón, que había abierto entretanto, pronto se dio cuenta de que los representantes de los fabricantes británicos de maquinaria les engañaban descaradamente. Por ello, la familia decidió financiar los estudios de ingeniería mecánica de Bakht Singh en Inglaterra. Como hijo mayor, esto le prepararía para dirigir la empresa en el futuro. Bakht Singh estaba ansioso por ver mundo. Soñaba con entablar amistad con gente muy diferente, pero también con vestir a la moda y disfrutar de la buena comida. Esperaba obtener todo esto de su viaje de estudios a Europa.

Educación y diversión en Europa
En 1926, Bakht Singh llegó a Londres y completó rápidamente sus estudios de ingeniería mecánica en el City and Guild’s y en el Imperial College. Sin embargo, el dinero que el padre de Bakht Singh le enviaba a Inglaterra no era suficiente para su deseo de un estilo de vida fastuoso. Por ello, comenzó a enviarle cuentas falsas. Pronto tenía éxito con esta estafa y recibía el triple de la cantidad. Al principio, Bakht Singh también quería permanecer fiel a su religión. Con el paso de los meses, sin embargo, se interesó más por ser aceptado por sus compañeros. Completamente en contra de la tradición obligatoria de los sijs, se cortó la barba y el pelo. Finalmente, se afeitó por completo y cambió sus ropas indias por lujosos trajes ingleses. También violó sin mucho reparo otros mandamientos de la religión sij: por ejemplo, comenzó a fumar y a beber alcohol. Cada vez pasaba más tiempo en cines, teatros y salas de baile.
 
Para ampliar su formación cultural, Bakh Singh también visitó numerosos museos y galerías de arte. En esa época se consideraba ateo y librepensador. Por encima de todo, quería convertirse en un verdadero europeo. Cuanto más mentía a sus padres, menos respeto sentía por ellos. En retrospectiva, se describió a sí mismo como absolutamente orgulloso y egoísta durante esta fase de su vida, pero no se sentía realmente feliz y satisfecho.

Sin paz interior a pesar de la prosperidad 
Bakht Singh se sorprendía con los europeos con los que tenía que tratar. Vivían en un entorno rico y agradable. Muchos tenían una buena familia, una excelente educación y una bonita casa. Sin embargo, muy pocos afirmaban ser verdaderamente felices. Antes, Bakht Singh había supuesto que los problemas de la India podían resolverse principalmente con educación y medicina. En Inglaterra, sin embargo, pronto se dio cuenta de que, aunque la gente era mucho más educada y pudiente, distaba mucho de ser feliz y sentirse realizada. 

Durante su estancia en Inglaterra, Bakht Singh no mantuvo ni una sola conversación con un cristiano realmente convencido. Para la mayoría de sus amigos, la fe cristiana no era más que una tradición poco querida. Solo su arrendadora cantaba canciones cristianas con alegría los domingos, acompañándose al piano. Oraba intensamente por la conversión de Bakht Singh, pero no hablaba mucho con él del asunto.

Encuentro con Dios en el Atlántico
En el verano de 1928, a Bakht Singh le llamó la atención un cartel expuesto en la universidad. Buscaban a 25 estudiantes que trabajarían en una granja canadiense como obreros de la cosecha durante seis semanas y luego se les permitiría viajar por el país durante otras seis semanas. Bakht Singh llevaba mucho tiempo soñando con ir a América del Norte. Ahora, de repente, también parecía factible para sus medios económicos. Sus padres aceptaron el plan.
 
Durante la travesía, Bakht Singh asistía a los servicios religiosos del barco para no permanecer demasiado aislado. Sin embargo, casi siempre se quedaba dormido durante el sermón; no le interesaba lo que decía el predicador. Por un lado, consideraba que la religión sij era muy superior al cristianismo. Por otro lado, sentía la arrogancia intelectual del librepensador que era, y que generalmente no tenía buena opinión de la religión. Sin embargo, al final de un servicio, Bakht Singh se sintió impulsado a orar junto con todos los demás. “En el mismo momento en que me arrodillé, me sentí rodeado por un poder divino y dije: ‘Señor Jesús, sé y creo que tú eres el Cristo vivo’. Una y otra vez pronuncié estas palabras, aunque en realidad todavía me consideraba ateo. [...] Hasta entonces no tenía la menor idea de la vida y las enseñanzas de Jesucristo”. Inmediatamente después de esta sorprendente experiencia, Bakht Singh sintió una profunda alegría en su alma que nunca antes había creído posible. Constantemente se sentía impulsado a repetir en voz baja el nombre de Jesucristo. Pero todavía apenas sabía nada del contenido de la fe cristiana.

Dios habla a través de la Biblia
Bakht Singh pasó tres meses en Canadá. En la casa de la YMCA en Winnipeg/Manitoba, conoció al director del banco Owel Hansen. Durante una conversación, Hansen dijo que recibir a Jesucristo como Señor y Salvador personal era la experiencia más feliz de su vida. Bakht Singh quedó impresionado por la honestidad de este hombre y su entusiasmo por la vida. Hansen le dio un Nuevo Testamento en inglés, que Bakht Singh inmediatamente empezó a estudiar intensamente. En solo tres días había leído todo el libro con creciente entusiasmo y había llegado a la conclusión de que algo así no podía haberlo inventado el hombre (1929). 

Bakht Singh anhelaba la comunión con Jesucristo y el perdón de sus pecados, lo que de repente se hizo muy claro para él. Súbitamente fue plenamente consciente de lo hipócrita, engañoso, egoísta y engreído que había estado viviendo —lloró por su pecado y su estado depravado. Al principio, a Bakht Singh le parecía imposible que una persona tan mala como él pudiera ser aceptada por Dios. Pero entonces le quedó muy evidente que el perdón únicamente podía venir a través de la muerte voluntaria y sustitutiva de Jesús. “No podía explicarlo teológicamente, pero la alegría y la paz invadieron mi corazón. De repente tuve la firme certeza de que todos mis pecados habían sido perdonados. Sabía que Jesucristo reinaba ahora en mi corazón. Durante todo el día, lo único que podía hacer era alabar y glorificar al Señor”.

Inmediatamente Bakht Singh se consiguió una Biblia completa y en los dos meses siguientes leyó también todo el Antiguo Testamento (1930). Durante el año siguiente, se abstuvo de la lectura habitual de revistas, periódicos y novelas. Empleó todo su tiempo libre en leer la Biblia dos veces más para interiorizarla mejor. Resolvió firmemente escuchar la voz de Dios en todas sus decisiones cotidianas en el futuro. “El deseo de mi alma es que me muestres tu camino día a día”, fue su oración.

Problemas económicos
Poco después de su conversión, la joven vida de fe de Bakht Singh se vio claramente puesta a prueba: no solo experimentó grandes sentimientos religiosos y la desbordante provisión de Dios, sino también desafíos desagradables. A los pocos días de comenzar su vida de fe, Bakht Singh recibió noticias de la India de que su padre ya no podía enviarle dinero debido a una escasez financiera. Mientras continuara una delicada batalla legal en el Tribunal Supremo de Punjab, las finanzas de la familia estaban bloqueadas. No pasó mucho tiempo antes de que Bakht Singh no tuviera dinero para el franqueo de cartas ni para comida. En aquella época, en Estados Unidos se sufría la Gran Depresión, una grave crisis económica (1929-1939). Numerosas empresas cesaron su actividad. Millones de personas se quedaron sin trabajo y acudían a comedores públicos. 

Bakht Singh tampoco encontraba trabajo a pesar de orar y buscar. Por eso se alegró mucho de que la familia Hayward, perteneciente a la Iglesia de la Alianza Misionera, le acogiera durante tres años (1930-1933) en Winnipeg y más tarde en Vancouver. Durante ese tiempo, Bakht Singh pasaba varias horas al día leyendo la Biblia y discutiendo cuestiones teológicas con sus anfitriones. Si no sabía cómo proseguir, la infalibilidad de la Biblia estaba fuera de toda duda. En tales casos, sin embargo, no quería contentarse simplemente con la situación y, por tanto, oraba intensamente en busca de una respuesta a través del Espíritu Santo. Bakht Singh también experimentó respuestas muy concretas a la oración. Por ejemplo, tras orar específicamente, Dios le curó de un catarro nasal que padecía desde hacía tiempo y de molestos problemas oculares. Dos años después de su conversión, leyó la Biblia y llegó a la conclusión de que debía bautizarse, lo que realizó enseguida (1932).
  
Confiando plenamente en Dios
Durante estos años en Canadá, Bakht Singh llevaba a cabo cada vez más sermones y estudios bíblicos en las comunidades de los alrededores. La gente apreciaba sus interpretaciones claras y convincentes. Como no podía aceptar todas las peticiones, estableció como norma para el resto de su vida, pedir siempre primero la voluntad de Dios para el proyecto en cuestión. Quería estar absolutamente seguro de que cualquier visita o conferencia correspondían realmente al plan del Señor y no exclusivamente a consideraciones humanas. Por eso, antes de aceptar ir a algún sitio, primero oraba para obtener la certeza interior. A menudo pedía consejo a sus amigos íntimos. Únicamente cuando ellos también tenían la impresión de que el plan respectivo estaba acorde a la voluntad de Dios, Bakht Singh accedía. Para los de fuera, esto a veces parecía arbitrario, porque terminaba rechazando algunas invitaciones prestigiosas u otras ideas, que en realidad parecían muy prometedoras. Por otra parte, entonces también predicaba en congregaciones que podían considerarse mucho menos importantes. 

Durante este tiempo, Bakht Singh aprendió a discutir sus planes y pensamientos con Dios. En el proceso, experimentó seguidamente numerosos milagros, aunque en la mayoría de los casos lo deseado no caía sin esfuerzo en su regazo. Por ejemplo, después de orar por trabajo, peló cubos llenos de cebollas durante varias semanas y pensaba que también los cristianos tenían ciertas similitudes con las cebollas.
 
La mayor parte del tiempo, Bakht Singh rechazaba el apoyo económico regular de congregaciones o instituciones cristianas para no caer en dependencias innecesarias que pudieran afectar a su ministerio espiritual. Bakht Singh solía preparar sus numerosos sermones de manera interna espiritual, pero no por escrito académico. De este modo, quería dar el mayor espacio posible a la obra directa del Espíritu Santo. Sin embargo, no consideraba este enfoque como una regla obligatoria para todo predicador. Era muy consciente de que Dios también puede guiar los pensamientos del cristiano durante un tiempo de preparación adecuado. Como Bakht Sing solía dedicar varias horas al día a la oración y a la lectura de la Biblia, sus discursos fluían de esta reserva espiritual.

Comprender el discurso de Dios
Ya entonces, Bakht Singh insistía constantemente en la soberanía absoluta de Dios, concretamente también en la vida cotidiana. Quien es consciente de que Dios lo controla todo y puede cambiar cada situación según Su voluntad, vive más tranquilo y sereno. Bakht Singh recordaba esto especialmente cuando tenía que sufrir aparentes contratiempos en su trabajo. Cuando perdía un tren o un avión, Bakht Singh lo consideraba como una guía sobrenatural y se esforzaba por ver, por qué Dios quería mantenerle quieto en ese lugar concreto. “Una vez que aprendemos el secreto de oír la voz de Dios, todas nuestras preguntas, por difíciles que sean, tienen respuesta, y todos nuestros problemas, por confusos que sean, se resuelven”. 

Según Bakht Singh, para poder identificar claramente el hablar de Dios, se requiere: 1. un arrepentimiento sincero y la aceptación de Jesús como Señor y Salvador personal; 2. un uso reverente y regular de la Biblia como revelación perfecta de la voluntad de Dios: 3. un profundo deseo de conocer y luego hacer la voluntad de Dios.

Los cristianos también tienen hambre y se congelan
Entonces, Bakht Singh fue invitado por carta a unas prácticas en una empresa de ingeniería agrícola a Toronto (1931). Le hubiera gustado aceptar, pero no sabía cómo llegar a la ciudad situada a 3,000 kilómetros de distancia. Sin haber hablado mucho del asunto, un desconocido se le acercó al domingo siguiente y le preguntó si quería ir a Toronto. Le ofrecieron a Bakht Singh la oportunidad de acompañar al tren en cuestión como policía auxiliar. A cambio, podía viajar gratis e incluso consiguió un billete de vuelta. Durante los diez días siguientes, trabajó sin cobrar en la fábrica y aprendió mucho sobre tecnología agrícola. 

Pero como no tenía más dinero, vivía exclusivamente de una taza de cacao, que mezclaba con agua todos los días. Bakht Singh recorría a pie los varios kilómetros que separaban su casa de la fábrica porque no podía permitirse un billete de transporte. Mientras tanto, no dejaba de pensar que había estado mucho mejor económicamente antes de su conversión. De camino a casa, leyó entonces en la vitrina de una iglesia: “Dios puede ayudar a los que son tentados” (Hebreos 2:18). “De este modo tenemos experiencias felices, de como el Señor sale a nuestro encuentro, nos habla y nos consuela. El aliento que recibimos de la Palabra de Dios no nos lo puede dar ningún hombre”.

La confianza de Bakht Singh en Dios fue puesta a prueba varias veces durante este período. Se congelaba por la noche porque no tenía calefacción. Oró por un abrigo y un par de zapatos abrigados. Al cabo de relativamente poco tiempo, Bakht Singh recibió ambas cosas como regalo de la gente de su entorno. El duro trabajo físico y los piojos de su colchón, en cambio, Dios no se los quitó así sin más. Bakht Singh estaba convencido, que un exitoso predicador de Jesucristo, debe formarse primero física y espiritualmente a través del sufrimiento y las pruebas. Sostenía esta postura incluso en años posteriores.

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