Después de la Reforma y el Holocausto: “¡acuérdate!”

Nathanael Winkler

La Reforma protestante hace más de 500 años corrigió muchos conceptos falsos y doctrinas erróneas, pero la enseñanza del apóstol Pablo de que Dios de ninguna manera había desechado a su pueblo Israel seguiría siendo un punto ciego. Fue la milagrosa fundación del Estado de Israel en 1948 que sacó al tapete esta verdad bíblica. Parecía hasta ese momento que Sola Escritura y Sola Gracia no se aplicaran a Israel. Sin embargo, la Biblia y la historia muestran lo contrario.

De las cenizas del Holocausto, cuando 6 millones de judíos fueron asesinados por los nazis, emergió el Estado de Israel, el 14 de mayo de 1948, después de un exilio que duró muchos siglos. Fue proclamado en el mismo lugar donde Dios se había revelado a Abraham y prometido que daría estas tierras a sus descendientes para que la poseyeran perpetuamente. 

Pero nada más proclamarse la fundación del Estado, las naciones vecinas declararon la guerra al joven Israel. La lucha del pueblo judío por la independencia duró del 15 de mayo de 1948 al 20 de julio de 1949. Las voces críticas afirman repetidamente que Israel solo ganó la guerra gracias a sus aliados.; pero eso no es cierto.

¿Dónde estaban las naciones después del Holocausto? Puede que votaran a favor del recién creado Estado de Israel en la ONU, pero cuando se trataba de la supervivencia de Israel, no había aliados. Occidente permaneció “neutro”. Solo hubo una excepción. Ante la presión soviética, la entonces Checoslovaquia se convirtió en el principal proveedor de armas del recién nacido Estado judío. De 1948 a 1951, Praga suministró armas, tanques, aviones de combate y mucho más. Los expertos checos también ayudaron a entrenar al ejército israelí. En 1968 en una retrospectiva, David Ben-Gurion, que había sido primer ministro del recién proclamado Estado judío, dijo que estas armas habían sido “la ayuda más importante” y habían “salvado al país”. Sin ellas, Israel probablemente no habría sobrevivido el primer mes de la guerra. 

Desde una perspectiva humana, es realmente un milagro que, tras 2,000 años de dispersión y persecución, con el Holocausto incluido, se fundara el Estado de Israel. Y el hecho de que siga existiendo hoy en día a pesar de toda la hostilidad y la oposición no es menos milagroso. Pero desde la perspectiva de Dios, la existencia de Israel está en consonancia con su plan, su voluntad y su soberanía. Esta es una verdad que siempre corre el peligro de perderse de vista.

Preguntémonos, ¿a quién y sobre quién dice Dios las siguientes palabras bíblicas?

“Jehová se manifestó a mí hace ya mucho tiempo, diciendo: Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia”  (Jer. 31:3).

“Jehová ha dicho así: Israel es mi hijo, mi primogénito” (Éx. 4:22).

“Por un breve momento te abandoné, pero te recogeré con grandes misericordias. Con un poco de ira escondí mi rostro de ti por un momento; pero con misericordia eterna tendré compasión de ti, dijo Jehová tu Redentor”  (Is. 54:7-8).

“Porque así ha dicho Jehová de los ejércitos: Tras la gloria me enviará él a las naciones que os despojaron; porque el que os toca, toca a la niña de su ojo”  (Zac 2:12).

“Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo” (Jer. 31:33).

“Ahora, así dice Jehová, Creador tuyo, oh Jacob, y Formador tuyo, oh Israel: No temas, porque yo te redimí; te puse nombre, mío eres tú”  (Is. 43:1).

“Este pueblo he creado para mí; mis alabanzas publicará... Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mí mismo, y no me acordaré de tus pecados” (Is. 43:21,25). 

“Por tanto, di a la casa de Israel: Así ha dicho Jehová el Señor: No lo hago por vosotros, oh casa de Israel, sino por causa de mi santo nombre, el cual profanasteis vosotros entre las naciones adonde habéis llegado”  (Ez. 36:22).

“Y yo os tomaré de las naciones, y os recogeré de todas las tierras, y os traeré a vuestro país” (Ez. 36:24).

Todos estos pasajes bíblicos hablan de Israel: Dios se ocupa de él. ¿Por qué? El Salmo 105:8-10 nos dice, hablando del Señor: “Se acordó para siempre de su pacto; De la palabra que mandó para mil generaciones, la cual concertó con Abraham, y de su juramento a Isaac. La estableció a Jacob por decreto, a Israel por pacto sempiterno”.

El Salmo 106:45-48 también habla de cómo Dios se acuerda de su pacto: “Y se acordaba de su pacto con ellos, y se arrepentía conforme a la muchedumbre de sus misericordias. Hizo asimismo que tuviesen de ellos misericordia todos los que los tenían cautivos. Sálvanos, Jehová Dios nuestro, y recógenos de entre las naciones, para que alabemos tu santo nombre, para que nos gloriemos en tus alabanzas. Bendito Jehová Dios de Israel, desde la eternidad y hasta la eternidad; Y diga todo el pueblo, Amén. Aleluya”.

Hemos visto cumplirse estas promesas en nuestros días, en el regreso de Israel de la diáspora y, sobre todo, en la fundación del Estado Judío. 

En 2 Timoteo 2:8, Pablo nos exhorta: “Acuérdate de Jesucristo, del linaje de David, resucitado de los muertos conforme a mi evangelio”.

“Acuérdate”. ¿Realmente hacemos esto? Nuestro Señor proviene “del linaje David”. Durante la Reforma, hace más de 500 años, se corrigieron muchos errores doctrinales. Recordemos las cinco “solas” de los reformadores: sola fe, sola Escritura, solo Cristo, sola gracia y solo a Dios la gloria. Desgraciadamente quedaron algunos vestigios no escriturales.

¿Sola Escritura? Parece que no es así en lo que concierne a Israel. ¿Sola Gracia? ¡Sí, pero no para Israel! Es como si Pablo ya hubiera reconocido y visto en su tiempo cómo una teología sin Israel culminaría en un Holocausto devastador. La carta a los Romanos en particular advierte y aporta claridad en cuanto a nuestra relación con el pueblo judío, pero sus advertencias son ignoradas por la mayoría de los teólogos. En Romanos 10:19-21, el apóstol escribe:

“Digo: ¿No ha conocido esto Israel? Primeramente, Moisés dice: Yo os provocaré a celos con un pueblo que no es pueblo; con pueblo insensato os provocaré a ira. E Isaías dice resueltamente: Fui hallado de los que no me buscaban; me manifesté a los que no preguntaban por mí. Pero acerca de Israel dice: Todo el día extendí mis manos a un pueblo rebelde y contradictor”.

¿Qué hace Dios para convencer a Israel del pecado de incredulidad? Salva a los gentiles y reúne a “un pueblo que no es pueblo… un pueblo insensato”. Este pueblo “provocará a celos” a Israel, y además también dice que lo “provocará a ira”. Israel será humillado, hasta que se dé cuenta de que no hay nada bueno en él, ni siquiera un buen esfuerzo que Dios recompense, sino que depende por completo de la misericordia de Dios.  Eso es sola gracia. 

En el versículo 20, Pablo cita a Isaías: “Fui hallado de los que no me buscaban; Me manifesté a los que no preguntaban por mí”. Israel no quería ser salvado por gracia, sino que pensaba que podía presentarse ante Dios por sus obras. 

Con razón pregunta Pablo en Romanos 11:1: “¿Ha desechado Dios a su pueblo?” Su respuesta es: “¡En ninguna manera!”.  Y luego Pablo presenta 7 pruebas de esta verdad:

Ya hay un remanente que no fue desechado (vv. 2-6), así que el rechazo no es completo. Siempre hubo un remanente creyente. 

La caída de Israel dio lugar a la salvación para los gentiles (vv. 11-15), lo que ya es una garantía de la salvación futura de Israel. 

Puesto que la raíz —Abraham, que recibió la promesa—, también lo son las ramas, es decir, el pueblo de Israel. Aunque solo una parte siga unida a la raíz, toda la nación será injertada de nuevo en su propio olivo (vv. 16-24). 

El tiempo en el que Dios reúna a un pueblo de todas las naciones está limitado; una vez transcurrido, todo Israel se salvará (vv. 25-27); el rechazo no es definitivo. 

Debido al amor de Dios por los patriarcas, sus descendientes siguen siendo amados (v. 28). 

Los dones de gracia y la vocación de Dios son irrevocables (v. 29). 

El endurecimiento parcial y temporal de Israel es la ocasión del Señor para dirigir primero su salvación a los gentiles, y luego perdonar y restaurar a Israel (vv. 30-32). 

“Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no seáis arrogantes en cuanto a vosotros mismos: que ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles; y luego todo Israel será salvo, como está escrito: Vendrá de Sion el Libertador, que apartará de Jacob la impiedad. Y este será mi pacto con ellos, cuando yo quite sus pecados” (Ro. 11:25-27). 

El endurecimiento parcial de Israel hasta que haya llegado el número completo de los gentiles es un misterio. Es solo por un tiempo limitado y conducirá a la gran sola gracia del versículo 27: “Vendrá de Sion el Libertador, que apartará de Jacob la impiedad. Y este será mi pacto con ellos, cuando yo quite sus pecados”.

Acuérdate de esto especialmente hoy, cuando muchos se muestran arrogantes en cuanto a Israel. Que se haga verdad la frase ecclesia reformata, semper reformanda.  Que la Iglesia reformada siga reformándose, también en su actitud frente a la irrevocable elección y la futura restauración de Israel.

“En cuanto al evangelio, son enemigos por causa de vosotros; pero en cuanto a la elección, son amados por causa de los padres” (Ro. 11:28).

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