
Cómo nuestra cultura se destruye a sí misma
La policía del pensamiento progresista destruye justamente a la sociedad occidental. Por qué es así y lo que significa – una investigación.
En Welt+, los profesores informan cómo una “minoría de estudiantes radicales” en las universidades se las dan de “policía del pensamiento”, atacando, denigrando y amenazando a sus profesores. Esta policía del pensamiento, entretanto, está en todas partes. La política de la Unión, Annegret Kramp-Karrenbauen, por ejemplo, bromeaba sobre “personas intersexuales” y –como era de esperarse– se derramó una ola de indignación sobre ella.
En los EE.UU., la policía del pensamiento procede con aún mayor agresividad, y lo hace de tal manera que la revolución literalmente se come a sus propios hijos. Un ejemplo de eso fue el debut literal de Amélie Wen Zhao. En un concurso de Twitter para libros juveniles en que se quería tener en cuenta a las minorías, ella ganó la adjudicación, y podía escoger entre las editoriales más grandes de los EE.UU. para publicar su trilogía novelística. El primer tomo de su saga de fantasía, Blood Heir (Heredero de sangre), fue denominada por Barnes & Noble como el libro más esperado del 2019 para adultos jóvenes.
Pero entonces atacó la turba políticamente correcta de Twitter de los “guardianes de la virtud” progresista. Aún antes de su publicación, se acusó al libro de Zhao de racismo, porque en el mundo ficticio que ella había creado, un esclavo de piel oscura se autosacrifica… y describe a una persona de piel oscura con ojos claros. Otros autores en el género de libros para adultos jóvenes cayeron sobre Zhao como perros rabiosos. Y la ira ciega de usuarios de Twitter que todavía no habían leído una sola sílaba de su libro, descendió sobre ella.
Lo picante: Amélie Wen Zhao también pertenece a la “comunidad” (como la llamó ella) de los progresistas políticamente correctos, que desean honrar y proteger a los LGBT –y a todas las otras minorías. Antes de que la tormenta de fuego de la indignación cayera sobre ella, escribió en un aporte de blog sobre Blood Heir:
“Vivimos en un mundo en el que veo que tantos otros como yo son heridos. Veo con miedo que es usado como arma por aquellos, que se han decidido por el odio. Veo el antiguo monstruo de los prejuicios, que levanta fronteras entre aquellos que son diferentes. Mi pluma es mi espada, mis palabras son mi voz, y tengo la esperanza de que Blood Heir sea una luz de orientación para aquellos que más la necesitan.”
Ahora aquellos a quienes ella quería servir con su libro, la han atacado con toda dureza. ¿Por qué? Porque su novela, pensada para oponerse a los prejuicios y defender a las minorías, políticamente no era lo suficientemente correcto. ¿Y la reacción de profunda tristeza de Zhao? Ella no dijo: “¡Ahora más que nunca!”, sino que se mostró compungida, agradeció a la turba de Twitter por el veneno que había esparcido, y prometió solemnemente reflexionar y no publicar el libro. La editorial aceptó su decisión, y con eso su supuesto trato millonario y su sueño se evaporaron.
El periodista Rod Dreher observó que Zhao aparentemente habría aprendido a amar al Gran Hermano. Sin más, se sometió a la dictadura de credo de los progresistas, con quienes ella se había hecho uno para bien o para mal. Pero, con eso, no terminó la saga de la autodestrucción de izquierda en el género de libros para adultos jóvenes. Uno que había participado en atacar a Zhao y que con mucho gusto había destruido su sueño, era el autor homosexual y negro Kosoko Jackson. En realidad, Amélie Wen Zhao ya cumplía de sobra con el perfil preferido de los combatientes de la sociedad: joven, mujer, no blanca y una inmigrante de China. Kosoko Jackson cumplía aún más con el perfil: negro y homosexual. Para los progresistas, una combinación divina. Y, sin embargo, también él fue destruido por su propia “comunidad”.
La razón: él escribió un libro para adultos jóvenes que trata de una relación amorosa entre dos hombres americanos sobre el trasfondo de la guerra de Kosovo. La tormenta de indignación cayó sobre él por haber utilizado un conflicto real en el extranjero como trasfondo, los héroes serían americanos y el maligno un musulmán. Eso no debía ser. Ahí ni siquiera su bono LGBT los salvaba. También él se sometió, como Zhao, al Gran Hermano y, arrepentido, retiró su libro de la publicación.
Lo alarmante de estos dos episodios es que no eran gobiernos totalitarios los que pusieron un alto a la publicación de estas obras, sino turbas libres en el internet. Es casi como si la gente en occidente estuviera deseando una dictadura. Y si no la llegan a tener, ellos mismos la establecen. Si el tiempo alguna vez estuvo maduro para el anticristo, ¡entonces ahora!
Como cristianos, seguramente no necesitamos llorar los libros impedidos de Zhao y Jackson, pero la compasión con sus almas perdidas que literalmente son destruidas por el veneno del progresismo totalitario, debe llevarnos a la intercesión y nos debe hacer llorar, tal como Cristo lloraba por las ovejas sin pastor.
Podríamos burlarnos de la policía del pensamiento progresista o enfadarnos con ellos, pero si lo hacemos quizás dejemos de ver la verdad angustiante detrás de eso: esas personas que a menudo realmente son idealistas, son esclavizados en sus ansias por el padre de la mentira y el gran perturbador, cada vez son más alejados de Dios y destruidos emocionalmente… hasta que no queda nada y el león rugiente los haya devorado totalmente.
Esa es una lucha espiritual. Como cristianos, deberíamos tomar en serio esta declaración de guerra del diablo a las personas que Dios ha creado en Su imagen. Deberíamos orar, gritar y clamar al Padre de la misericordia, que la luz de Su evangelio liberador de nuestro Señor y Salvador Jesucristo pueda brillar de nuevo en nuestra sociedad que se está volviendo cada vez más tenebrosa, y que Él nos pueda usar como bálsamo y refresco para nuestros prójimos.
En todo esto, sin embargo, no queremos pasar por alto que el comportamiento irracional de los progresistas es solamente un síntoma del descenso cultural, en que se encuentra nuestra sociedad occidental. El historiador eclesiástico Carl Trueman, en este sentido, señala al pensador cristiano Philip Rieff. Este, en su obra Sacred Order/Social Order (Orden Sagrado/Orden Social) dividió las culturas de la humanidad en tres categorías.
El “primer mundo” son las culturas que justifican su existencia con la ayuda de mitos. Eso lo vemos en las sagas nórdicas, en los mitos griegos sobre los dioses, etc, etc. Son historias sobre el destino. Estas leyendas se encargan de que las culturas del primer mundo estén comprometidas con algo más grande que ellas mismas.
El “segundo mundo” no se caracteriza por su creencia en el destino, sino por la fe misma. Ejemplos de culturas de este mundo son el judaísmo, el cristianismo y el islam. En ellos, los órdenes culturales están comprometidas con la fe en un poder superior, juzgador. El primero y el segundo mundo se parecen, porque ellos hacen que su orden social se base en un orden más profundo, hasta sagrado.
El “tercer mundo”, no obstante, es una cultura que pisotea todo orden sagrado. En el tercer mundo, no existe nada fuera de este mundo mismo que podría o debería determinar la cultura. Trueman escribe: “Las consecuencias de esto, según Rieff, son amplias y catastróficas.” Porque una cultura de este tipo debe justificar su existencia por su propio bien –y no por un poder superior. Eso lo vemos en el drama de Zhao y Jackson: son sentimientos ofendidos los que determinan a la gente, y no las normas vinculantes de un poder superior fuera de ellos. No ha habido cultura alguna en la historia que se haya mantenido con vida exitosamente sin principios superiores, escribe Trueman.
En otras palabras: una cultura que no toma sus normas ni de mitos ni de Dios mismo como orden superior y sagrado, sucumbirá en sí misma. No puede sostenerse. Las culturas en las que ya nada es sagrado, y que existen solamente por su propio bien, obligadamente se desintegran. Y eso hace tan peligroso y tan trágico el actual delirio de género, el ataque contra la familia, la desintegración de los valores y la mentalidad sanguinaria de la turba de los progresistas. Cuando todo tipo de inmoralidad está permitido y fomentado, y la sociedad ya no tiene normas y tabués en común, esta sociedad deja de existir como sociedad. Con esto, la confusión actual que precipita a nuestra cultura occidental a un gran caos, abre la puerta grandemente para el anticristo.
El terrorismo de credo de los políticamente correctos no podrá mantenerse en pie eternamente. Como se ha dicho: sin principios superiores es autodestructivo. Eso es lo que, después de todo, muestra la ira de destrucción alrededor de Zhao y Jackson. El ser humano y la cultura humana por naturaleza necesitan un orden superior para poder orientarse. El ser humano necesita barreras. Y el anticristo, el hombre fuerte, las ofrecerá. El podría traer orden al caos social. Él podría “poner orden”…
La policía del pensamiento correcto y progresista, por eso, no es tan alarmante como aquello que podría venir después de esto, es decir aquel hombre fuerte que recoja los fragmentos de una cultura que se derrumba en sí misma, y los reconstruye para formar el reino del anticristo: como un césar que ha usado el descenso social de la república romana para sí mismo, o como un Napoleón que usó los fragmentos de la revolución francesa, o como un Hitler usando la decadencia de la República de Weimar… por eso estoy orando y oremos todos: “¡Señor, ten misericordia!”. Y: “¡Señor, ven pronto!”.