¿Cambio climático?

Thomas Lieth

Cuando se aborda el tema cambio climático, se excitan los sentimientos. ¿Para qué? Una polémica y la mirada hacia adelante.

En Romanos 1:18ss, el apóstol Pablo denuncia el desprestigio hacia Dios, cuando el ser humano muestra más honor a lo creado por Dios, que al mismo Creador. Y en 2 Tesalonicenses 2:11, habla de que, a aquellos que continúan en la incredulidad, Dios les enviará un poder de engaño. Cuando alguien, en contra de todo sentido común sano presta atención aún a las ideas más tontas, eso tiene su base en la incredulidad. En el momento en que se niega a Dios, y se le da la espalda al único verdadero y todopoderoso Creador, Dios da a estas personas la libertad de seguir adelante. Y eso también explica por qué con esas personas ya no se puede razonar normalmente, y ellos tampoco aceptan otra opinión.

Ahora se impone la impresión, que actualmente la protección del clima es la nueva religión y los activistas por el clima son los nuevos salvadores. Desde hace miles de años tenemos un clima consistente, sin que los seres humanos alguna vez se hubieran preocupado grandemente por calor y frío. No, sino uno simplemente se adaptaba y listo. Y en realidad, sería la tarea de aquellos que propagan un cambio climático amenazador y causado por el ser humano, demostrar que el clima verdaderamente esté cambiando de manera tan amenazante. Pero justamente esa prueba es la que falta, y aun así silencian a todo aquel que aún con voz suave cuestione el cambio climático. Y aquí debemos diferenciar muy bien entre protección del medio ambiente y protección del clima. Es que eso no es lo mismo.

Contra protección del medio ambiente y de la naturaleza no tengo absolutamente nada que objetar, pero lo que se está practicando en la actualidad no tiene nada que ver con protección del medio ambiente. De lo contrario, sin poder tocar detalles, incluso se daña la naturaleza en nombre de la protección al clima. Y por eso, ya no se habla tanto de protección del medio ambiente, sino más bien de protección del clima. Y eso es una insensatez.

A la naturaleza se le puede proteger –a la vida no-nata también. Cada uno puede aportar su parte, y justamente nosotros los cristianos también sabemos de la responsabilidad de tratar correctamente con la creación que nos fue encomendada. Pero, ¿de qué se le puede proteger a un clima? ¿Vendrá seguidamente el intento de proteger el sol, la vía láctea, los aros de Saturno o el diseño de los copos de nieve? En ese sentido, el término “protección del clima” es un construcción artificial, sin sentido y también sin necesidad alguna. Cuando antes simplemente se decía: “El clima está fuera de control”, hoy se habla de cambio climático y es el ser humano quien está fuera de control.

Y en esto, pregunto de paso: “¿Quién o qué es la norma para determinar lo que es un clima normal y lo que no?”. Las temperaturas cambiantes ya siempre han existido, y que después de fases más frías el clima se vuelve más cálido, no solo es normal, sino incluso deseable. Si eso no fuera así, para los autodenominados protectores del clima, la gente también sería responsable de la era de hielo. Por lo demás, algunos científicos ya hablan de que, según los ciclos climáticos documentados, ya pronto se debe contar con un enfriamiento considerable; y eso totalmente independiente de cualquier medida tomada por los seres humanos.

En el año 2004, es decir apenas 16 años atrás, algunos científicos advertían, que como consecuencia del cambio climático en Gran Bretaña –a más tardar en el año 2020– reinarían temperaturas siberianas. Quizás con eso también se refirieron al Brexit. Todo científico responsable tendrá que confirmar, que no se puede hacer pronósticos confiables y que nadie realmente sabe si la reducción de emisiones –ya sea del 10 %, del 30 % o incluso del 100 %– siquiera tiene influencia en las temperaturas de la Tierra. Y tampoco las fases prolongadas de sequía y de tempestades son una prueba del cambio climático, sino tan solo fenómenos, con los que es confrontada nuestra generación, pero que para otras generaciones –y para gente en otras regiones– no representan nada especial.

En resumen: si usted cree en un cambio climático causado por el ser humano o no, eso es decisión de cada uno; el hecho es que no existen pruebas de eso. Se trata aquí de una creencia, de suposiciones y de tesis, es más, incluso de una ideología que no admite protestas. Eso llega al punto que los aportes críticos ni siquiera son publicados, y que los científicos tienen que temer por su carrera o que les sean cortados los fondos de apoyo, cuando alguien se desvía de la forma de pensar impuesta.

Y preguntémonos más allá de eso: ¿qué es peor, que uno niegue el cambio climático, o que niegue a Dios? Negar a Dios entretanto está de moda, negar el cambio climático de lo contrario raya en blasfemia. Ya tan solo en eso vemos con quién tratamos en cuanto a los fanáticos del clima, y cuál es el espíritu que los impulsa. No se trata solo de salvar el mundo, sino de uno mismo jugar a ser Dios.

El ser humano quiere desplazar a Dios de su vida. Se quiere determinar las cosas por sí mismo, incluso cuándo y cómo se muere. Se quiere determinar por sí mismo, si se lleva un embarazo a término o no. Es más, entretanto incluso uno mismo quiere determinar su género. En definitiva no solo se quiere jugar a ser Dios, sino ser Dios. Y ahí molestan las personas que creen en la obra de creación maravillosa y única de Dios, y se someten conscientemente al dominio de Dios.

Sí, a estos dioses autodenominados se les ruboriza el rostro de ira cuando testificamos: “¡Oh Jehová, Señor nuestro, cuán glorioso es tu nombre en toda la tierra! Has puesto tu gloria sobre los cielos… Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que tú formaste… ¡Oh Jehová, Señor nuestro, cuán grande es tu nombre en toda la tierra!” (Sal. 8:1,3,9). “¡Cuán innumerables son tus obras, oh Jehová! Hiciste todas ellas con sabiduría; la tierra está llena de tus beneficios” (Sal. 104:24).

La Biblia habla de que se acerca el tiempo en que Dios activará el interruptor para llegar a Su meta con el plan de salvación. Él quiere restaurar la creación original, que es diseñada para la eternidad. “Porque he aquí que yo crearé nuevos cielos y nueva tierra; y de lo primero no habrá memoria, ni más vendrá al pensamiento. Mas os gozaréis y os alegraréis para siempre en las cosas que yo he creado; porque he aquí que yo traigo a Jerusalén alegría, y a su pueblo gozo” (Is. 65:17-18).

Antes de que eso suceda, de hecho vendrán algunas cosas sobre la Tierra todavía. El Señor Jesús mismo habló de eso, que Su segunda venida sería precedida por acontecimientos terribles. “E inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias de los cielos serán conmovidas” (Mt. 24:29).

En la Biblia vemos un tiempo de la Gran Tribulación anterior a la segunda venida de nuestro Señor Jesucristo. Y eso verdaderamente será un tiempo de catástrofes. Un tiempo que no podrá ser comparado con nada que jamás haya sucedido (cp. Ap. 6:12-14; 7:1). En Apocalipsis 16:8-9 dice por ejemplo: “El cuarto ángel derramó su copa sobre el sol, al cual fue dado quemar a los hombres con fuego. Y los hombres se quemaron con el gran calor, y blasfemaron el nombre de Dios, que tiene poder sobre estas plagas, y no se arrepintieron para darle gloria.”

Para lo que describe este pasaje, el término “cambio climático” es casi una minimización. ¿Y cuál es la razón, la causa de estos sucesos radicales, que afectarán al universo entero, y que nadie podrá detener? ¿El hecho de que yo compre gasóleo de calefacción y llene el tanque con diesel, o que yo coma demasiada carne, o que expire con demasiada fuerza? No, nada ha cambiado en la causa desde la creación del mundo. ¡Es el pecado! Es el pecado del ser humano, es la arrogancia del ser humano, es el apartarse de Dios que hace que los humanos se acerquen de manera imparable a su perdición.

Aquellos que hoy pretenden poder salvar el mundo, no son la solución del problema, sino incluso la causa. Justamente la idolatría del clima y la adoración de la naturaleza y el medio ambiente harán que cielo y tierra, es más, al universo entero, se descarrilen totalmente; y en eso tampoco el verde de todos los verdes podrá cambiar algo. Lo único que el ser humano puede cambiar, y urgentemente debería cambiar, es su posición delante de Dios. Y en lugar de intentar proteger el clima y salvar el mundo, el ser humano debería huir hacia Dios, arrepentirse y dejarse salvar. Totalmente de acuerdo a la exclamación del Señor Jesús: “El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; ¡arrepentíos, y creed en el evangelio!” (Mr. 1:15).

Después de los acontecimientos terribles de la Gran Tribulación, de la que millones de personas serán víctimas, habrá un tiempo de tranquilidad y paz, unido a la segunda venida del Señor Jesucristo en poder y gloria: el llamado reino del milenio. En ese tiempo la gente nuevamente llegará a ser muy anciana: “No habrá más allí niño que muera de pocos días, ni viejo que sus días no cumpla; porque el niño morirá de cien años, y el pecador de cien años será maldito” (Is. 65:20). Y después de este reino de paz de mil años aquí en la Tierra, finalmente habrá una creación completamente nueva, en la que serán restauradas las antiguas condiciones paradisíacas, y el pecado definitivamente será exterminado.

“Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas” (2 P. 3:10).

Hace años atrás, ¿quién podría haberse imaginado algo al leer estas palabras? “Los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos.” La segunda carta de Pedro fue escrita en el primer siglo después de Cristo; pero aquello de lo que habla aquí en realidad es imaginable recién en la era nuclear. Y cuando además habla del día del Señor, en el que pasarán los cielos, nuevamente queda claro que el universo entero es sostenido por la voluntad de Dios. Pero cuando Dios retira Su poder creador y sostenedor –y eso a causa de la impiedad de los humanos– todos los órdenes cósmicos caerán en caos.

Esto muestra que la salvación del mundo no está en manos de los seres humanos, sino que la salvación del ser humano está en manos de Dios. Y la mano salvadora de Dios es Su obra redentora desde el Gólgota. En Jesucristo, Dios estira Su mano para llamar hacia Sí a aquellos que echan mano por la fe en Su gracia.

La destrucción del mundo actual no es el final, sino el nuevo comienzo de Dios con aquellos que se dejan redimir en y a través de Jesucristo. “Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia” (2 P. 3:13). Con, es decir después de, la segunda venida del Señor Jesús entonces de hecho habrá un cambio climático, y esa vez será tal que la condición paradisiaca original será restaurada. ¡Añoro este cambio climático!

Quien ha encontrado en Jesucristo a su Salvador, es decir, se ha dejado encontrar por Dios, no necesita temer a ningún cambio climático; ni a uno presente ni a uno futuro. Porque podemos estar seguros, que Dios está con nosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Y este fin del mundo a su vez es el comienzo de la vida eterna en la presencia inmediata de Dios.

“Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más… Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron” (Ap. 21:1,3-4).

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