Alemania, ¿el país más ejemplar del mundo?

Norbert Lieth

Alemania ha abierto sus puertas a los refugiados. El resultado: mucha crítica de los círculos conservadores y una creciente islamización de la sociedad. ¿Cuál es la postura cristiana frente a esta situación?

Recientemente, recibí una noticia con el siguiente contenido: “¿Qué te sucede si cruzas ilegalmente o con documentos falsos las siguientes fronteras? EE.UU.: pena carcelaria, expulsión, dado el caso ataque con arma de fuego. Australia: condena carcelaria, internación. Afganistán: fusilamiento. China: por lo menos diez años de condena carcelaria. Arabia Saudita: encarcelamiento, posible flagelación, posible condena como espía. Venezuela: condena como espía. Gran Bretaña: condena carcelaria (hasta diez años), expulsión, pena monetaria. Alemania: alojamiento gratuito, alimentación, wifi gratuito, dinero, ayuda social, asignación familiar, asistencia médica gratuita, documentos de identidad nuevos (según tus indicaciones), curso de idioma gratuito (pero no obligatorio); la nueva coalición además se ha puesto de acuerdo en cuanto a una reunificación familiar limitada”.

¿No cree usted que Alemania se comporta de manera cristiana y ejemplar? ¿No es verdad que actúa de acuerdo con las enseñanazas bíblicas? Alemania ama a sus enemigos, les hace bien a los que la odian, vive según el principio “dar es mejor que recibir”, le da a los que le piden, es hospedadora, acoge a los perseguidos, se ocupa de los pobres, acepta perjuicios, prefiere dejar que se aprovechen de ella, comparte y hace el bien, ofrece protección, demuestra su amor con acción, etc., etc.

Admito que esto es una exageración irónica. Un gobierno también tiene el deber de proteger a su país (Ro. 13:1-7). Pero aún así, si tenemos presentes los valores cristianos, la política de Alemania tiene algo de razón. Por un lado, los medios de comunicación y los políticos exageran insistiendo en que debemos ver solamente lo positivo, y mientras tanto esconden los problemas debajo de la alfombra. Por el otro lado, son justamente algunas publicaciones cristianas las que se van al otro extremo. Advierten, dan lugar a todo el descontento y, a veces,  (seguro que inconscientemente) alimentan el odio.

Algunos son rápidos en proclamar su rechazo y medir todo con la misma “vara negativa”. El extranjero y quien pide asilo sin más es declarado como enemigo. Muchos “cristianos” están de acuerdo con eso, y a veces pareciera que cuanto más piadosos tanto peor. Notamos así que tampoco los creyentes están libres de prejuicios. Pero, a veces, también tienen razón.

El peligro que acecha es real. El Estado debe actuar de manera legítima y equilibrada. No cabe duda de que los extranjeros deberían integrarse y no ser desagradecidos. Sin embargo, la verdad es que muchos de ellos también tienen vergüenza, sienten miedo de hacer contactos y no saben cómo comportarse correctamente. Cuando uno los trata con amabilidad, a menudo se sorprende de su repentina accesibilidad. En este sentido, el conocido experto turco en asuntos del islam, Fethullah Gülen, hace referencia a las dos caras de la moneda. Por un lado: “Los musulmanes debemos dejar de justificarnos con teorías de conspiración que no nos permiten encarar nuestros propios problemas, y debemos someternos nosotros mismos a un balance”. Y por el otro lado: “La retórica antislámica daña más de lo que ayuda…”.

No debemos pasar por alto que muchos refugiados verdaderamente vienen de gran miseria y persecución, de regiones de guerra y catástrofes. Entre ellos, incontables niños, ancianos y mujeres indefensas.

Ahora, permítame una pregunta: si el Dios todopoderoso no lo habría permitido, ¿estarían aquí estas personas, por la razón que sea? El Señor nos abre una puerta para alcanzar a nuestros prójimos con el amor de Dios y el Evangelio. Extranjeros se convierten. En un país extraño que no es musulmán, ellos pueden ver una sociedad que funciona mucho mejor en la convivencia, en la igualdad de derechos y en lo económico, que las naciones de las cuales ellos vienen, y en las que tanto se valora el islam. Muchos están desilusionados de su religión y están dispuestos a abrirse. ¿Por qué no aprovechamos la oportunidad para dar el ejemplo en amor al prójimo y para la proclamación del evangelio? Hasta el día de hoy, los misioneros van al extranjero (a menudo bajo mucho hostigamiento) para proclamar el evangelio de Jesucristo y el amor en acción en culturas totalmente diferentes a las suyas. Ahora, Dios nos trae otras culturas, y nosotros reaccionamos con reservas…

¿Serán quizás el egoísmo y la falta de amor las imágenes del cristianismo que deseamos trasmitir a los extranjeros? El Prof. Dr. Detschko Svilenov en su libro Cristianismo e Islam, menciona dos puntos de sabiduría de la antigüedad que deberían hacernos pensar a nosotros, los creyentes occidentales que mayormente nadamos en riquezas casi majestuosas. Por un lado: “En el desierto existe solamente un crimen que es más grave que asesinato y peor que el robo: ¡saber dónde hay agua y no decirlo!”. Por el otro lado: “No podemos destruir la choza en la que, desde hace años, una persona está acostumbrada a vivir, para obligarla a mudarse a una casa más linda. Bastará con construir un palacio real en las cercanías de su choza. Entonces dejará voluntariamente su choza y se mudará al palacio”.

Es verdad que los musulmanes extremistas representan un peligro, y justamente la autoridad pública occidental debe cuidar a la sociedad de ellos. Pero si ellos se convierten en un gran peligro para nosotros, también eso ha sido enviado por Dios. Y permítame un comentario: quizás no nos merezcamos otra cosa, y simplemente, sea necesario que Dios nos sacuda para despertar. El Estado no puede tolerar infracciones, sin importar de quién sean; y por eso debemos orar por el gobierno (1 Ti. 2:1ss). Pero en todo esto, no deberíamos olvidar que décadas atrás, mucho antes de las grandes inmigraciones, hubo brutal violencia en las calles de Alemania, y eso de parte de terroristas y manifestantes alemanes. Reinaba la anarquía, la gente exigía y protestaba a voz en cuello. Muchas personas occidentales proferían las peores expresiones contra el gobierno, bajo uso de la violencia más brutal. Hubo atentados con explosivos, secuestros de personas y aviones, asesinatos en la vía pública y otros tipos de asaltos.

Reflexionemos, por favor: como cristianos tenemos solo una tarea, y esta es servir al Altísimo, es decir, a Aquel que dio su vida por nosotros siendo inocente, quien no se defendió, sino que nos amó cuando aún éramos Sus enemigos (Ro. 5:8-10). Deberíamos poner en acción el amor redentor, concentrarnos en eso, y no enfocarnos en lo negative.

 

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